– ?Cual?
– Vamonos a Cancun, a la riviera maya, unos dias, mientras esperamos que llegue la cita.
– ?Una escapada romantica? -abrio unos ojos asombrados.
– Si.
– ?Con todo lo que esta pasando, o a punto de pasar? -no pudo creerlo.
– ?Que vas a hacer? ?Que vamos a hacer mientras tanto?
– ?Investigar!
– ?El que? Nos hemos quedado sin nada.
– Mi padre dijo que se iba a Chichen Itza.
– Tal vez en pos de otra pista.
– ?Y si es el lugar de la cita?
– ?Por que no Tikal, o Uxmal, o Tulura, o aqui mismo, en Palenque? Hay una docena de grandes ciudades mayas.
– Ha de ser Chichen Itza.
– Demuestramelo.
– ?No confias ya en mi instinto?
– En tu instinto si, pero esto va de premonicion ansiosa, no de instinto ni tampoco de intuicion.
– La primera profecia maya dice que Kukulkan volvera a Chichen Itza.
– No es concluyente, aunque reconozco que tiene sentido.
– Entonces vayamos a ver a Bartolome Siguenza. Quiza sepa algo mas, o recuerde algo mas, o si le contamos lo que hemos descubierto hoy…
– Manana, Joa. Manana. Date un respiro, por favor.
– ?Oh, David! -cerro los ojos y lanzo un resoplido agonico.
Habian vuelto a caer en la trampa.
De nuevo el abismo, su padre, su madre, las pistas de aquella increible epopeya que culminaba todo un ciclo de la historia de la humanidad. La certeza final de que seres de otro mundo, quiza los mismos que un dia poblaron la Tierra, o le dieron el soplo de la inteligencia, estaban presentes en sus vidas.
No podian escapar de ello. Aunque lo intentaran.
– Vamos a nuestra habitacion -se rindio Joa.
Sabia como lo dijo, el tono, la intencion.
David se detuvo para mirarla.
– ?Estas segura? -pregunto despacio.
– Esta noche quiero algo mas que un abrazo -se lo confirmo.
– ?Ya no tienes miedo?
– Mas que nunca -fue sincera-. Por eso te necesito.
No le dijo nada mas. No le dijo que pensaba en su madre, y en que ella se habia arriesgado con su padre. No le dijo que jamas habia estado tan segura de algo, y no por ello estaba menos nerviosa.
Esther se reiria.
Ella, la rara, la diferente, dispuesta a dar el paso decisivo.
– Yo tambien me he enamorado -le beso abandonandose bajo el dulce silencio de la noche.
El beso fue eterno. Sobre todo porque ya no despertaron de el. Al menos de inmediato.
No les oyeron llegar, ni supieron de que forma salieron de las sombras, ni cuantos eran, ni que les inyectaron o que paso a continuacion.
Se durmieron besandose.
Y eso fue todo.
47
La despertaron las voces. Creia que era un sueno, muy
real, pero ademas de escuchar voces recupero el resto de sus sentidos, uno a uno. El mal sabor de boca.
El olor aseptico propio de los lugares esterilizados.
La primera vision absorbida por sus ojos cuando, al abrirlos, vio la blancura de aquellas paredes, la enorme lampara de laboratorio suspendida sobre su cabeza aunque sin llegar a cegarla, los hombres de las batas de color verde que se movian a su alrededor.
Entonces reacciono.
Quiso hacerlo todo de golpe, levantarse, salir corriendo, y la realidad de su estado se impuso, abriendose paso a marchas forzadas por su cerebro.
Estaba atada, de pies y manos, boca arriba, en un lugar desconocido y rodeada de personas que hablaban en ingles. Ni siquiera llevaba su ropa, sino una especie de camison de color azul.
– Ya esta consciente -dijo una voz a su espalda.
Un hombre de mediana edad, cuarenta y pocos, atractivo, de mandibula cuadrada, ojos electricos y porte marcial a pesar de la bata, aparecio por su derecha y la observo. No habia en su mirada ningun calor. Eran la mirada y la expresion del cazador inclinado sobre su presa.
Joa se enfrento a el, desafiante a pesar del miedo que la invadia.
Recordaba sus ultimos momentos de consciencia, el beso de David, la noche de Palenque… Iban a hacer el amor.
– ?Quien es usted?
– Tranquila -le respondio el hombre en espanol.
– ?Donde estoy?
No hubo respuesta. Continuo el examen.
Entonces reaparecio en ella la rabia del dia en el que los jueces trataron de llevarsela y concentro su energia en el hombre.
Su sonrisa, inesperada, la desconcerto.
– No se esfuerce -le dijo despacio-. Le hemos puesto un inhibidor.
No le creyo. Ni sabia que era un inhibidor. Comenzo a agitarse en la camilla, pugnando por soltarse. Unas correas de cuero en los tobillos y las munecas la mantenian firmemente atada a su superficie. Otra correa pasaba por encima de su cintura. Levanto la cabeza para verlo y la dejo caer de nuevo hacia atras, tan asustada como furiosa.
– No se canse -mantuvo su frialdad educada el hombre-. Su fuerza mental no le sirve de nada aqui y en sus condiciones.
Busco una respuesta a ambos lados y solo alcanzo a ver que se encontraba en una especie de laboratorio, con infinidad de aparatos, ordenadores, y una docena de personas deambulando de un lado a otro o sentadas frente a sus respectivos sistemas operativos.
– ?Que quieren?
– Observarla. Nada mas. Si colabora sera mas facil. No queremos hacerle ningun dano, ?entiende?
Por debajo de la bata verdosa se intuia un uniforme. Un uniforme sospechosamente… ?estadounidense?
Solo que aquello no tenia sentido. Estaba en Mexico. ?0 no?
Volvio a intentarlo: concentrar su rabia, unir toda su energia y focalizarla en un punto.
El hombre le lanzo una sonrisa de superioridad.
Joa desistio al comprender que era inutil. En alguna parte de su cuerpo existia una falla, una descoordinacion entre su mente y su sistema nervioso. Lo del inhibidor no era broma.
– ?Son jueces?
– Jueces, guardianes… -la sonrisa se acentuo-. No sea ridicula. Esto no un juego de fanaticos aficionados.
– Usted es americano.