La Reina y Sir William Cecil le habian llamado y le habian comunicado que tenian una mision para el.
«Es una prueba de mi confianza y mi fe en ti, primo», explico muy satisfecho que le habia dicho la Reina; y luego continuo:
—Sere el guardian de la Reina de Escocia. He de ir al castillo de Carlisle, donde Lord Scrope me ayudara en esta tarea.
Walter dijo que era una mision dificil.
—?Por que? —pregunte—. La Reina solo se la encomendaria a alguien en quien tuviese plena confianza.
—Asi es —acepto Walter—, pero sera una tarea peligrosa. Alli donde esta Maria de Escocia, hay problemas.
—No sera asi ahora que esta en Inglaterra —dijo mi padre, un poco ingenuamente, en mi opinion.
—Pero sera tu prisionera y tu su carcelero —indico Walter—, Supon que…
No termino, pero todos supimos lo que queria decir. Si alguna vez Maria conseguia reunir apoyo suficiente y luchar por el trono de Inglaterra y conseguirlo, ?que seria de los que, por orden de su rival, habian sido sus carceleros? Ademas, ?y si se escapaba? Walter pensaba que era preferible no correr el riesgo de ser responsable de tal calamidad.
Si, no habia duda, mi padre asumia una responsabilidad considerable.
Pero solo la mencion de la posibilidad de que Isabel fuese depuesta, era traicion. Aunque no por ello pudiesemos evitar que tal pensamiento cruzara nuestras mentes.
—La guardaremos celosamente —dijo mi padre—. Sin embargo, al mismo tiempo, no permitiremos que se de cuenta de que esta prisionera.
—Os proponeis una tarea imposible, padre —le dije.
—Pienso que quiza sea voluntad de Dios —respondio. Quiza me haya sido elegido para apartar su pensamiento del catolicismo, que creo es la raiz de todos sus problemas.
Mi padre era un hombre muy inocente, lo cual quiza se debiera a su fe sencilla. Con el paso del tiempo, su devocion por el protestantismo habia aumentado, y estaba induciendole a creer que todos los que no compartian su misma fe estaban condenados a la destruccion.
Yo no se lo discutia. Era un hombre bueno y le queria, igual que a mi madre; y no deseaba que supiesen lo distinto que era mi punto de vista del suyo. Muchas veces me preguntaba que habrian pensado si hubiesen sabido de mi breve aventura con Robert Dudley. De que les habria conmocionado profundamente estaba absolutamente segura.
Mi padre llevaba con el prendas de ropa que Isabel le mandaba a Maria. Dije que me gustaria verlas y, para mi sorpresa, mi padre me lo permitio. Esperaba ver vestiduras regias: mangas acuchilladas y vestidos adornados con gemas, gorgueras de encaje, enaguas de seda, refajos de lino y, por supuesto, trajes enjoyados y bordados. Pero no vi mas que algunos pares de zapatos muy gastados, una pieza de terciopelo negro para hacer un vestido y piezas de ropa interior que, evidentemente, no eran nuevas.
?Y aquel era el obsequio de la Reina de Inglaterra a Maria, famosa en Francia y en Escocia por su elegancia! Hasta sus doncellas se habrian burlado de aquellas prendas.
Lo sentia por Maria, y una vez mas me acuciaron los deseos de estar en el centro de los acontecimientos. Enterarme de las cosas directamente y no a traves de visitantes que venian a Chartley y nos contaban lo que habia pasado semanas despues de sucedido. Mi caracter no me permitia disfrutar del aislamiento y de la contemplacion a distancia.
Poco despues de que naciese mi hijo Walter, se produjeron dos acontecimientos.
La Reina de los escoceses fue trasladada del castillo de Carlisle al de Bolton. Mi padre estaba algo fascinado con ella, como la mayoria de los hombres que la conocian. Pero en el caso de mi padre, esto tuvo el efecto de hacerle desear salvar su alma mas que gozar su cuerpo, y me entere de que andaba intentando convertirla a nuestra fe. Ella habia comprendido ya por entonces lo estupida que habia sido al depositar su confianza en Isabel y entregarse directamente en manos de su enemiga. Sin duda, no le hubiese ido mejor de haber elegido Francia, pero ?quien podia asegurarlo? No se habia hecho apreciar precisamente por Catalina de Medicis, la Reina madre, una mujer tan astuta como nuestra propia Isabel y, desde luego, mas cruel. Pobre Maria… habia tenido tres paises para elegir: Escocia, del que habia huido; Francia, donde sus parientes Guisa quiza la hubiesen recibido bien, e Inglaterra, que fue el que eligio.
Habia hecho una tentativa de huir por el romantico y a menudo poco practico metodo de descender por una ventana por medio de sabanas anudadas, y habia sido sorprendida por Lord Scrope y, naturalmente, despues de esto, sus carceleros se habian visto obligados a aumentar las medidas de seguridad. Lady Scrope, que estaba alli con su esposo, era hermana del duque de Norfolk, y fue ella quien hablo tan elogiosamente de las virtudes de su hermano a la Reina de Escocia, hasta el punto de que esta se intereso por Norfolk, por lo que el pobre imbecil se vio metido en una red de intrigas que acabo llevandole a la ruina.
Y luego se produjo la rebelion de los Senores del Norte y mi marido hubo de acudir a cumplir con su deber. Se incorporo a las fuerzas del conde de Warwick y fue nombrado mariscal de campo.
Mi madre llevaba un tiempo enferma y nos escribio hablandonos del gran afecto que le demostraba la Reina. «Nadie pudo ser mas amable y afectuosa que su Majestad», escribia mi madre. «Que suerte que la tengamos por soberana».
Era cierto que Isabel era leal con sus amigos. A la pobre Lady Mary Sidney le habia dado una residencia en Hampton Court, a la que acudia a veces para estar retirada debido a que no podia soportar mostrar en publico su rostro picado de viruela; e Isabel la visitaba con regularidad y pasaba largos ratos charlando con ella. Queria demostrar claramente que no olvidaba que Lady Sidney debia su desgracia al hecho de haber estado cuidandola a ella.
Luego recibi un mensaje.
Debia volver a la Corte.
Estaba muy emocionada. En realidad, nunca habia creido que mis simples placeres rurales pudiesen compensar la emocion de la Corte.
Y al decir «Corte», se refiero, claro esta, a aquellas dos personas que tan a menudo ocupaban mis pensamientos. La sola perspectiva de volver me hacia vibrar de emocion.
Estaba deseando verme alli.
Fui directamente a ver a la Reina, que habia dado orden de que me condujesen a ella. Su recibimiento me cogio desprevenida. Cuando iba a arrodillarme, me abrazo y me beso.
yo me quede atonita, pero de pronto comprendi el motivo.
—Estoy profundamente atribulada, Lettice —dijo—. Vuestra madre esta realmente muy enferma.
Aquellos grandes ojos tenian un brillo vidrioso.
—Me temo… —movio la cabeza—. Debeis ir a verla de inmediato.
Yo la habia odiado. Me habia privado de lo que mas queria en la vida. Pero en aquel momento, casi la ame. Quiza fuese por aquella capacidad suya para la amistad y la lealtad con aquellos a quienes amaba. Y a mi madre la amaba.
—Decidle —anadio— que pienso en ella continuamente. Decidselo, Lettice.
Y me cogio del brazo y me acompano hasta la puerta. Era como si, al compartir mi dolor, me hubiese perdonado por lo que pudiese haber sospechado de mi.
Con mis hermanos y hermanas, estuve junto al lecho de mi madre cuando murio. Me arrodille junto a su cama y le transmiti el mensaje de la Reina. Por la expresion que cruzo su semblante supe que habia comprendido.
—Servid a Dios… y a la Reina —murmuro—. Oh, hijos mios, no lo olvideis…
Y eso fue todo.
Sin duda la muerte de mi madre conmovio profundamente a Isabel. Insistio en que se la enterrase a sus