expensas en la capilla de San Edmundo. Me mando llamar y me explico lo muchisimo que habia querido a su prima y lo sinceramente que sentia su perdida. Me di cuenta de que era sincera. Fue muy afectuosa con todos nosotros… Creo que llego a perdonarme el haber atraido las miradas de Robert.
Despues del funeral, me llamo y me hablo de mis padres…, me explico cuanto habia querido a mi madre y cuanto estimaba a mi padre.
—Entre tu madre y yo habia un vinculo familiar —dijo—.
era un alma amable y buena. Espero que vos sigais su ejemplo.
Le dije muy animosa cuanto deseaba servirla otra vez, y ella contesto:
—Bueno, teneis otras compensaciones. Cuantos son ya… ?cuatro?
—Si, Majestad, dos chicos y dos chicas.
—Sois afortunada.
—Asi me considero, Majestad.
—Esta bien. En un tiempo dude de vuestra honestidad…
—?Majestad!
Me dio una palmada en el brazo.
—Asi es. Estimo mucho a Walter Devereux. Es un hombre que no se merece nada malo.
—Se sentira profundamente satisfecho al enterarse de la buena opinion que de el teneis, Majestad.
—Un hombre afortunado. Tiene un heredero. ?Que nombre le habeis puesto?
—Robert, Majestad.
Me miro con viveza, luego dijo:
—Un buen nombre. Uno de mis favoritos.
—Y tambien de los mios ahora, Majestad.
—Recompensare a vuestro esposo por los servicios prestados. Lord Warly ha hablado muy elogiosamente de el, y he decidido mostrar mi agradecimiento de un modo.
—?Puedo preguntaros de cual, Majestad?
—Os lo dire. Quiero enviar a su esposa de vuelta a Chart— ley, para que cuando vuelva al hogar la encuentre alli.
—Pero en este momento el esta muy ocupado alla en el norte.
—Asi es. Pero pronto acabaremos con esos rebeldes y habra de volver y no quiero que se sienta triste y eche de menos a su esposa cuando vuelva.
Era el destierro. La amistad y el afecto que habia sentido ante el mutuo dolor, habian desaparecido. No queria perdonarme el breve interes que por mi habia sentido Robert.
Y mis hijos crecian. Penelope tenia casi diez anos y Robert cinco. Pero la vida domestica no llegaba nunca a satisfacerme del todo. Desde luego, no estaba enamorada de mi esposo, y sus visitas no me emocionaban gran cosa. Cada vez me sentia mas inquieta por la monotonia de aquella vida. Queria mucho a mis hijos (y en particular al pequeno Robert), pero un nino de cinco anos no podia compensar a una mujer de mi naturaleza ni proporcionarle el estimulo que necesita.
Cuando llegaban visitas a Chartley oia fragmentos de noticias…, noticias relacionadas a menudo con el conde de Leicester, que seguia dominando la vida de la Corte, y escuchaba estas noticias avidamente.
Aun gozaba del maximo favor real, y los anos iban pasando. Parecia ya muy improbable que Isabel llegase a casarse alguna vez. Recientemente, habia coqueteado con la idea de aceptar como esposo al duque de Anjou, pero, como en todos los casos anteriores, al final todo quedo en la nada; y pronto cumpliria los cuarenta anos, con lo que era ya un poco mayor para tener hijos. Robert seguia siendo su favorito, pero continuaba siendo igual de improbable que llegase a casarse con el. Y a cada ano que pasaba, la posibilidad se hacia mas remota.
Habia inquietantes rumores sobre amorios de Robert. Era natural en un hombre como el conde de Leicester. Me entere de que dos damas de la Corte (una de ellas Douglass, esposa del conde de Sheffield y la otra su hermana, Lady Frances Howard) estaban enamorados de el y rivalizaban entre si por su amor.
—Le gustan las dos bastante —dijo mi informador, un visitante de la Corte que paso uno o dos dias en Chartley en su viaje hacia el norte, y que anadio con una sonrisa maliciosa:
—Pero la Reina se ha dado cuenta de ello y no le hace mucha gracia.
De eso no me cabia duda, tratandose de Leicester. Suponia que serian desterradas muy pronto, lo mismo que lo habia sido yo. Me sorprendio descubrir que aun podia sentir celos. Recorde haber oido decir que las Howard tenian fama de poseer cierta virtud fascinante. Ana Bolena era Howard por linea materna. Catalina Howard, que habia sido la quinta esposa de Enrique VIII, habia poseido el mismo atractivo. Pobre muchacha, le habia costado la cabeza. Aunque si hubiese sido un poco mas sutil podria haberla salvado. Pero no eran sutiles las Howard. Atraian a los hombres porque los necesitaban. Pero no eran lo bastante calculadoras para aprovechar sus ventajas.
Yo estaba entonces avida de noticias, y me preguntaba como podria haber creido que habia dejado de interesarme Robert Dudley. Sabia perfectamente que no tenia mas que verle de nuevo para desearle como siempre.
Pregunte a mi visitante si sabia algo del asunto de Douglass Sheffield y Frances Howard.
—Oh —me dijo—, se rumorea que Lady Sheffield se hizo amante de Leicester cuando ambos estuvieron en el Castillo de Belvoir.
Pude imaginarlo. La aventura se habria desencadenado tan rapida como la mia, pues Robert era un hombre muy impaciente y aunque los enganos de la Reina le aturdian no queria soportar frustraciones similares con otras mujeres.
—Segun se cuenta —prosiguio mi visitante—, Leicester escribio una carta de amor a Douglass, en la que decia imprudentemente que deploraba la existencia de su esposo, dando por supuesto asi que se habria casado con ella si no estuviese ya casada. Luego, segun dicen, se insinuaba que quiza Sheffield pudiese desaparecer y dejar de constituir un obstaculo.
No pude evitar una exclamacion de horror.
—Pero no creo que haya querido decir…
—Despues de la muerte de su esposa, hubo muchos rumores sobre el, la tonta de Douglass (aunque quiza no sea tan tonta y quisiera que pasara lo que paso) perdio la carta cuando volvio a casa y su cunada, que no la estima gran cosa, la encontro, y se la enseno rapidamente al marido burlado. Aquella misma noche durmieron separados y Sheffield fue a Londres a preparar el divorcio. Tenia la carta, ?comprendes?, con lo que podria considerarse una amenaza contra su vida… considerando su procedencia.
—Todos los hombres de vida publica son envidiosos y difamados.
De pronto me vi defendiendo fervorosamente a Robert.
—Y desde luego —anadi— no creo que haya uno al que se envidie y difame mas que al conde de Leicester.
—Bueno, lo cierto es que tiene ese medico italiano.
—Os referis al doctor Julio.
—Si, asi le llaman. En realidad, se llama Giulio Borgerini, pero a la gente le resulta dificil pronunciar ese nombre. Al parecer, sabe mucho de venenos y dicen que los utiliza al servicio de su amo.
—?Y vos lo creeis?
El se encogio de hombros.
—Bueno, pensemos en la muerte de su esposa. Eso la gente no lo olvidara nunca. Siempre que surja algo parecido, la gente lo recordara.
Cuando nos dejo, pense mucho en Robert. Me dolia que desease casarse con Douglass Sheffield.
Volvio Walter. Estaba orgullosisimo por los favores que la Reina le habia prodigado y tenia un extrano plan para colonizar el Ulster. La soberana le habia hecho caballero de la jarretera y conde de Essex, titulo que antiguamente habia pertenecido a su familia por un matrimonio con los Mandeville. Y ahora la Reina se lo devolvia como prueba de agradecimiento por los muchos servicios.
Asi, pues, me habia convertido en condesa y me hubiese gustado acompanar a Walter a la Corte, pero la invitacion de la Reina le incluia claramente solo a el, asi que me vi obligada a quedarme.