—Parece como si le hablaseis a la Reina.
—Oh, vamos, Lettice, sed razonable.
—Eso es exactamente lo que intento.
—Estais casada. Ya sabeis cual es mi posicion…
—Esperais casaros. Segun dicen: «la esperanza dilatada enferma el corazon». Eso os sucede. ?Acaso la espera os tiene tan enfermo que mirais a otra parte buscando lo que suponeis pueden ser unos cuantos encuentros secretos con quien os halla demasiado apuesto para resistirse…?
—Sabeis que no es asi. Tambien sabeis cual es mi posicion.
—Se que ha estado jugando con vos todos estos anos y que aun asi os quedan muy pocas esperanzas. ?O seguis esperando?
—La Reina tiene un temperamento imprevisible.
—?Se muy bien que es asi! No olvideis que estuve desterrada ocho anos de la Corte. ?Y sabeis por que?
Se acerco mas a mi.
—Debeis tener cuidado —le adverti—. Ya se dio cuenta una vez.
—?Eso creeis?
—?Por que otra razon me impidio seguir en la Corte?
Se echo a reir. Con cierta complacencia, pense. Muy seguro de que podia hacer lo que hacia con las mujeres que le interesaban.
Me aparte de el e inmediatamente se convirtio en el amante suplicante y sumiso.
—Lettice, te amo… solo a ti.
—Entonces, vayamos a decirselo a la Reina.
—Os olvidais del Conde de Essex.
—El es vuestra salvaguardia.
—Si no fuese por el, me casaria con vos y os demostraria cuales son realmente mis sentimientos.
—Pero esta el y podeis decir «si» con la mayor impunidad. Sabeis perfectamente que no os atreveriais a decirle a la Reina lo que paso esta noche.
—No se lo diria, no. Pero si pudiese casarme con vos lo haria y a su debido tiempo se lo comunicaria a ella.
—No puedo tener dos maridos, asi que no puede haber matrimonio. Y si la Reina llegase a descubrir que vos y yo hemos estado juntos, sabemos lo que pasaria. Yo seria expulsada de la Corte. Vos caeriais en desgracia por un tiempo, y luego recuperariais su favor. Ese es uno de vuestros mayores triunfos, sin duda. La cuestion es que yo vine aqui a hablar…
—Y luego descubristeis que nuestro amor nos desbordaba a ambos.
—Descubri que me satisfacen los placeres y que en algunos aspectos os adecuais muy bien a mi. Pero no estoy dispuesta a que me tomen y me desechen cuando resulte conveniente hacerlo, como si fuese una ramera.
—Jamas podria tomaros por tal.
—Eso espero. Pero se diria que vos imaginais que puede tratarseme como si lo fuese. No volvera a suceder, senor.
—Lettice, teneis que entender. Deseo mas que ninguna otra cosa casarme con vos y, os lo aseguro… algun dia lo hare.
—?Cuando?
—No tardare mucho.
—?Y Essex?
—Dejadle de mi cuenta.
—?Que quereis decir con eso?
—Quiero decir que, ?quien puede saber lo que pasara? Sed paciente. Vos y yo fuimos hechos el uno para el otro. Lo supe desde la primera vez que nos vimos. Pero, vos estais casada con Essex, ?que podria hacer yo? ?Oh, Lettice, si no os hubieseis casado con el que distinto habria sido todo! Pero habeis vuelto a mi. No creais que voy a dejar que volvais a apartaros de mi lado.
—Pues deberiais dejarme hacerlo ahora, si no advertiran mi ausencia, y si lo hacen y si me hubiesen puesto espias y llegase esto a oidos de la Reina, no me gustaria estar en vuestro pellejo, Robert Dudley, e imagino que tampoco el mio iba a resultar muy comodo.
Abrio la puerta. Luego me abrazo con tal fuerza que crei que iba a empezar de nuevo todo. Pero el habia captado el sentido de mi advertencia y me dejo ir.
Volvi a mi aposento. Algunas habian advertido mi ausencia. Me pregunte si alguien pensaria que habia estado con un amante. Me divertia imaginar su estremecido asombro si les hubiese dicho que si, y quien era.
El tiempo refresco un poco; cayeron algunos chaparrones y todos parecian de excelente humor. No vi a Robert en privado, pero si, con frecuencia, claro esta, en compania de los demas, pues el estaba constantemente al lado de la Reina. Cazaban mucho juntos, pasando las horas en el bosque hasta el oscurecer, y cuando regresaban a Kenilworth habia invariablemente una funcion de bienvenida esperando a Isabel. La inventiva de Robert parecia inagotable. Pero tenia que estar constantemente sobre aviso, pues las satisfacciones que le habia dado a la Reina podia esta olvidarlas en seguida y todos sus esfuerzos resultar vanos si de algun modo la ofendia.
Aquel dia concreto se habia ideado una funcion acuatica para dar la bienvenida a la Reina a su regreso al castillo, pues Robert utilizaba el lago todo lo posible, que era siempre muy atractivo de noche cuando las antorchas daban al escenario un aire magico. En esta ocasion, la saludo una sirena a cuyo lado habia un enorme delfin sobre cuyo lomo se sentaba un hombre enmascarado que representaba a Orion. En cuanto vio a la Reina empezo a recitar versos ensalzando sus virtudes y la alegria que embargaba a todo Kenilworth por el honor de poder cobijarla tras sus muros. Este incidente puso de muy buen humor a la Reina, porque Orion, despues de recitar los primeros versos de su parlamento, no podia recordar el resto. Tartamudeo y empezo de nuevo, y luego, en un arrebato de colera se arranco la mascara y quedo al descubierto su rostro congestionado y sudoroso.
—Yo no soy Orion —grito—. Solo soy Harry Goldingham, el mas leal subdito de Vuestra Majestad.
Hubo un silencio. Robert miro furioso al osado actor, pero la Reina se echo a reir y exclamo:
—Buen Harry Goldingham, me habeis hecho divertirme mucho. Y proclamo que me gusto vuestra actuacion mas que la de ningun otro.
Con lo que Harry Goldingham dejo su delfin muy satisfecho de si mismo. Habia obtenido elogios especiales de la Reina por su actuacion y sin duda esto mejoraria su posicion ante su amo y senor, el conde de Leicester.
Durante la velada, aludio la Reina una y otra vez al incidente, y aseguro a Robert que jamas olvidaria los placeres de que habia disfrutado en Kenilworth.
Yo estaba irritada porque la Reina acaparaba por completo a Robert. No podia librarse nunca de ella. Solo cuando ella iba a su tocador podia dejarla, y entonces yo tenia que atender a mis deberes. Era muy frustrante para ambos y, espoleado y acuciado asi, nuestro deseo se intensificaba.
En una ocasion en que crei que habia una oportunidad de cruzar unas palabras, le vi en intima conversacion con otra mujer. La conocia de vista y sentia un interes especial por ella. Era aquella Douglass Sheffield cuyo nombre se habia asociado con el de Robert durante un tiempo. Recorde los rumores que habia oido sobre ellos.
No creia, claro esta, lo que decian de que Robert habia asesinado a su marido. ?Con que objeto iba a matar al conde de Sheffield? Douglass resultaba para Robert mucho mas atractiva con un marido… lo mismo que yo. La autentica prueba del amor de Robert seria el matrimonio. Eso significaria que anteponia el amor a su esposa al favor de la Reina. No hacia falta una visita a Kenilworth para recordarme lo que seria la colera de Isabel si el se casaba. Seria feroz y terrible, y yo dudaba incluso que Robert lograse recuperar el favor real despues de tal hecho.