Yo no habia dado gran importancia al escandalo de Douglass Sheffield hasta entonces, porque siempre habian circulado terribles historias sobre Robert. Era el hombre mas envidiado del Reino; nadie tenia mas enemigos que el; la Reina le prodigaba tanto favor que habia miles de personas (en la Corte y en todo el pais) que ansiaban, como suelen hacerlo los envidiosos, que llegase su caida. Y es triste comentario sobre la naturaleza humana que hasta los que nada ganarian con ello, lo deseasen de todos modos.

Por supuesto, habia que tener en cuenta el confuso escandalo de la muerte de Amy Robsart, cuyas cicatrices no se borrarian nunca. ?La habia asesinado? ?Quien podia decirlo? Desde luego, ella parecia interponerse entre el y sus ambiciones, y el deseaba profundamente aquel matrimonio, imposible mientras ella viviese. Habia demasiados secretos oscuros en Cumnor Place. Y no cabia duda de que el incidente de la muerte de Amy habia dado a los envidiosos la municion que necesitaban.

Al doctor Julio, el medico de Robert, como era italiano, empezaba a llamarsele el envenenador de Leicester, por lo que no era sorprendente el que se hubiese dicho cuando la muerte del conde de Sheffield que tras ella estaba Robert. Pero por que, si no tenia ningun deseo de casarse con su viuda… Salvo, claro esta, que Sheffield amenazase con el divorcio, tras descubrir que Douglass habia cometido adulterio con Robert. Eso habria envuelto a Robert en un escandalo que queria evitar a toda costa, pues si llegaba a oidos de la Reina se veria en un grave aprieto.

No me importaba en absoluto que Robert tuviese un caracter tortuoso y sombrio. Yo queria un hombre capaz de desafiarla. No queria una criatura suave e ineficaz como marido. Estaba ya cansada de Walter, y tan profundamente enamorada de Robert Dudley como pudiera estarlo cualquier otra mujer. Por eso, cuando le vi hablando animadamente con Douglass Sheffield. me senti muy inquieta.

Era un domingo. La Reina habia ido a la iglesia por la manana, y, como hacia buen tiempo, se decidio que algunos actores de Coventry representasen Hock Ticte, una obra sobre los daneses, para entretenerla.

Yo estaba mas o menos entretenida viendo a aquellos rusticos con sus trajes improvisados y sus acentos pueblerinos interpretando a hombres de los que no podian tener idea alguna. A la Reina le encantaban; disfrutaba entre la gente rustica y sencilla, y le gustaba convencerles de que, pese a su majestad y su gloria, sentia un gran respeto por ellos y les amaba. En nuestro viaje, teniamos que pararnos una y otra vez en el camino si cualquier persona humilde se acercaba a ella. Y ella tenia una palabra amable o tranquilizadora. Debia haber muchas personas en el pais que recordarian un encuentro con ella toda la vida y que la servirian con la mayor lealtad porque ella no se habia mostrado tan orgullosa como para no hablar con ellos.

Asi, pues, dedicaba a los actores de Coventry la misma atencion que podria haber dedicado a los de la Corte, y alli estaba sentada riendo cuando era momento de reir y aplaudiendo solo cuando se esperaba el aplauso.

La obra era sobre la invasion de los daneses, sobre su insolencia y las violencias y ultrajes de que habian hecho objeto al pueblo ingles. El personaje principal era Hunna, general del rey Ethelred y, por supuesto, la obra terminaba con la derrota de los daneses. Como tributo al sexo de la Reina, los daneses cautivos eran conducidos por mujeres, ante lo cual, la Reina aplaudio sonoramente.

Cuando termino la funcion, insistio en que se presentasen a ella los actores para poder decirles lo mucho que le habia gustado su interpretacion.

—Buenos hombres de Coventry —dijo— me habeis deleitado y sereis recompensados. En la caceria de ayer cobramos varios ciervos y dare orden de que os den dos de los mejores, y ademas se os entregaran cinco marcos en dinero.

Los buenos hombres de Coventry cayeron de hinojos y declararon que jamas olvidarian el dia en que habian tenido el honor de actuar ante la Reina. Eran hombres leales, y desde aquel dia no habria uno solo de ellos que no estuviese dispuesto a dar la vida por su soberana.

Ella les dio las gracias y, observandola, me di cuenta de como mantenia aquel extrano y regio don consistente en que sin perder un apice de su dignidad podia ser completamente natural con ellos y hacer que ellos lo fuesen con ella. Podia elevarlos sin descender de su dignidad regia. Comprendi mejor que nunca su grandeza. Y el que rivalizasemos por el mismo hombre me llenaba de una intensa emocion. Y el hecho de que el estuviese dispuesto a arriesgar tanto para satisfacer su pasion por mi era indicio de la profundidad de esta pasion.

La existencia de este sentimiento entre nosotros era algo indudable. Eramos los dos audaces aventureros y estaba segura de que el peligro le resultaba tan irresistible a el como me resultaba a mi.

Fue ese mismo dia cuando tuve oportunidad de hablar con Douglass Sheffield.

Habia terminado la funcion y aun quedaban algunas horas para el crepusculo, por lo que la Reina, cabalgando junto a Robert y seguida de algunas de sus damas y caballeros, habia salido hacia el bosque. Entonces vi a Douglass Sheffield que paseaba sola por el jardin, y fui hacia ella.

Nos encontramos junto al lago como por casualidad, y la salude.

—Sois Lady Essex, ?verdad? —pregunto.

Conteste que si, y pregunte si ella era Lady Sheffield.

—Deberiamos conocernos —continue—. Estamos emparentadas a traves de la familia Howard.

Ella pertenecia a los Effingham Howard y era mi bisabuela, la esposa de Sir Thomas Bolena, quien pertenecia a la familia.

—Vaya, asi que somos primas lejanas —anadi.

La examine detenidamente. Podia entender muy bien que Robert la hubiese considerado atractiva. Tenia el atractivo que poseian muchas mujeres de la familia Howard. Mi abuela Maria Bolena y Catalina Howard debian haber sido bastante parecidas. Ana Bolena tenia algo mas: aquel inmenso atractivo fisico mas una veta calculadora que la hacia ambiciosa. Ana habia calculado mal (por supuesto, habia tenido que tratar con un hombre muy dificil) y habia acabado decapitada, pero si hubiese sido algo mas diestra en el manejo de sus asuntos y hubiese tenido un hijo, no tenia por que haberle sucedido lo que le sucedio.

Douglass era, pues, del tipo suave, condescendiente, sensual, de las que no exigen nada a cambio de lo que dan. Las de su tipo, atraen inmediatamente al sexo opuesto, pero lo mas frecuente es que la relacion no sea perdurable.

—La Reina —dije— esta cada vez mas enamorada de Lord Leicester.

Fruncio el ceno y parecio entristecerse. Asi pues hay algo, pense.

—?Creeis que se casara con el? —prosegui.

—No —dijo Douglass con vehemencia—. No puede hacerlo.

—No entiendo por que. El lo desea, y a veces ella parece desearlo tanto como el.

—Pero el no podria hacerlo.

Empece a sentirme inquieta.

—?Por que no, Lady Sheffield?

—Porque… —vacilo—. No, no debo decirlo. Seria peligroso. El nunca me lo perdonaria.

—?Os referis acaso al conde de Leicester?

Me miro perpleja y sus ojos se llenaron de lagrimas.

—?Puedo hacer algo por vos? —pregunte suavemente.

—Oh, no, no. Debo irme. No se lo que digo. He estado enferma. Tengo deberes que atender, asi que…

—Tenia la impresion de que estabais triste ultimamente —dije, decidida a retenerla—. Me parecia que os sucedia algo y que debia hablar con vos. Creo que los que estan ligados por la sangre tienen un lazo entre si.

Parecio sorprenderse un poco y dijo:

—Puede que asi sea.

—A veces ayuda explicar las cosas a un oyente comprensivo.

—No quiero explicar nada, en realidad. No tengo nada que decir. No deberia haber venido. Deberia estar con mi hijo.

—?Teneis un hijo?

Asintio.

—Yo tengo cuatro. Penelope, Dorothy, Robert y Walter. Les echo muchisimo de menos.

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