—Se interesan tantas personas por vos. Se habla de vos tanto como de la propia Reina… y su nombre y el vuestro aparecen relacionados tan a menudo en comentarios y murmuraciones…

—De cualquier modo he de veros.

Tuvo que volver junto a la Reina, que movia los pies impaciente. Queria bailar, y con el por supuesto.

Me moria de impaciencia. Estaba deseando que llegasen las doce. Me quite el vestido y me cubri con un manto de cintas y encaje. Tenia mucho que decirle, pero no creia que fuese posible estar a solas con el sin que nuestra pasion desbordase todas las demas necesidades. Queria ser seductora como dificilmente podria haber sido la pobre Douglass ni Isabel. Sabia que yo podia serlo. Era mi fuerza, lo mismo que la corona era la de la Reina. Habia comprobado rapidamente que Douglass no formaba parte del cortejo. Debia haberse ido a casa con su hijo… suyo y de Robert.

Robert estaba esperandome. En cuanto entre me vi entre sus brazos e intento quitarme el manto bajo el cual no llevaba nada.

Pero yo estaba decidida a que hablasemos primero.

—Lettice —dijo—, la necesidad que siento de vos me enloquece.

—Vamos, senor, no es la primera vez que os enloquece la necesidad de una mujer —dije—. He conocido a vuestra esposa.

—?Mi esposa! Ya no tengo esposa.

—No me refiero a la que murio en Cumnor Place. Eso pertenece al pasado. Me refiero a Douglass Sheffield.

—?Ha estado hablando con vos!

—Ciertamente, y me explico una historia muy emocionante. Como vos os casasteis con ella.

—Eso es falso.

—?De veras? Ella no parecia mentir. Tiene un anillo que le disteis vos… un anillo que os dieron a vos para que solo se lo dieseis a vuestra esposa. Y tiene algo aun mas importante que un anillo… tiene un hijo, el pequeno Robert Dudley. Robert, sois muy taimado. Me pregunto que dira su Majestad cuando se entere.

Hubo unos segundos de silencio. Mi corazon se desmorono, pues queria, desesperadamente, oirle decir que la historia de Douglass era falsa.

Pero parecio llegar a la conclusion de que yo sabia demasiado para que pudiera desmentirlo, pues dijo:

—Tengo un hijo, si… tengo un hijo con Douglass Sheffield.

—?Asi que lo que ella dice es verdad?

—No me case con ella. Nos encontramos en el castillo de Ruplands y se hizo mi amante. Dios mio, Lettice, ?que voy a hacer yo! Estoy como colgado…

—Por la Reina, que no sabe si os quiere o no.

—Me quiere —contesto—. ?Es que no os habeis dado cuenta?

—Os quiere a su servicio… junto con Heneage, Hatton y cualquier hombre apuesto que aparezca. La cuestion es si quiere o no casarse con vos.

—Como subdito suyo, tengo que estar presto a obedecerla si desea que lo haga.

—Jamas se casara con vos, Robert Dudley. ?Como iba a hacerlo, si ya estais casado con Douglass Sheffield?

—Juro que no es cierto. No soy tan necio como para hacer algo asi que cortaria para siempre mi relacion con la Reina.

—Si nos descubriesen aqui esta noche, tambien supondria poner fin a vuestra relacion con la Reina.

—Estoy dispuesto a correr ese riesgo con tal de estar con vos.

—?Lo mismo que estabais dispuesto a arriesgaros casandoos con Douglass Sheffield por estar con ella?

—No me case con ella, os lo aseguro.

—Ella dice que si. Teneis un hijo.

—No seria el primero nacido fuera del matrimonio.

—?Y su marido? ?Es cierto que amenazaba con divorciarse de ella por su aventura con vos?

—'?Eso es un disparate! —.grito.

—Tengo entendido que escribisteis una carta a Douglass Sheffield que el descubrio y que constituia la prueba que el necesitaba para poneros en una situacion muy incomoda frente a la Reina. Y que murio cuando estaba a punto de hacerlo.

—?Por Dios, Lettice! ?Acaso sugeris que yo le mate?

—A toda la Corte le parecio raro que muriese tan de repente… y en momento tan oportuno.

—?Y por que iba a desear yo su muerte?

—Quiza porque el iba a revelar vuestra relacion con su esposa.

—No era tan importante. No fue lo que os han inducido a creer.

—La Reina quiza lo hubiese considerado importante.

—Se habria dado cuenta de que se trataba de algo trivial. No, yo no deseaba la muerte de Sheffield. Desde mi punto de vista, hubiese sido mejor que siguiese vivo.

—Veo que teneis los mismos sentimientos por Lord Sheffield que por el Conde de Essex. Cuando deseais hacer el amor con una mujer, es mas conveniente que ella sea esposa de otro que no viuda. Si no, podria empezar a pensar en casarse.

El me habia puesto las manos en los hombros y habia empezado a abrir el manto. Senti una emocion familiar.

—Yo no soy Douglass Sheffield, Milord.

—No, vos sois mi hechicera Lettice, con la que nada puede compararse.

—Espero que esas palabras no lleguen jamas a oidos de la Reina.

—La Reina esta al margen de todo esto. Y me arriesgaria a que se enterase… por esto.

—Robert —insisti— no soy mujer a la que pueda tomarse v desecharse luego.

—Lo se muy bien. Os amo. Nunca deje de pensar en vos. Algo va a pasar, pero no debeis creer las calumnias que se cuenten de mi.

—?Que va a pasar?

—Llegara el dia en que vos y yo nos casemos, lo se.

—?Como? Vos estais comprometido con la Reina, yo tengo marido.

—La vida cambia.

—?Creeis que la Reina prodigara sus favores a otro?

—No, yo seguire disfrutando de su favor y os tendre a vos, ademas.

—?Creeis acaso que ella iba a aceptar eso?

—A su tiempo lo aceptara. Cuando sea mas vieja.

—Sois codicioso, Robert. Lo quereis todo. No os contentais con una parte de las cosas buenas de la vida. Quereis las vuestras y las de todos los demas.

—No espero mas de lo que se que puedo conseguir.

—?Y creeis poder conservar el favor de la Reina y tenerme a mi ademas?

—Lettice, vos me quereis. ?Acaso pensais que no lo se?

—Admito que os encuentro bastante atractivo.

—?Y que me decis de vuestra vida con Walter Devereux? Es un fracaso. El no es de vuestra clase. Admitidlo.

—Ha sido un buen marido para mi.

—?Un buen marido? ?Que ha sido vuestra vida? ?La mujer mas bella de la Corte pudriendose en el campo!

—Puedo acudir a la Corte siempre que no ofenda a su Majestad atrayendo la atencion de su favorito.

—Hemos de tener mucho cuidado, Lettice. Pero os aseguro una cosa: me casare con vos.

—?Como y cuando? —dije, riendo—. No soy ya la joven inocente que fui. Nunca olvidare que cuando ella os mando llamar, que cuando ella descubrio que no me erais indiferente, me dejasteis. Os comportasteis como si yo nada significara para vos.

—Fui un necio, Lettice.

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