aconsejado con vehemencia a la Reina que enviase a Walter a Irlanda.

—Consigues lo que quieres —comente—. Ya lo veo.

—Consigo lo que merezco —contesto.

Fingi alarma.

—Entonces temo por vos, Lord Leicester.

—No temais nunca, futura Lady Leicester.

Si uno triunfa, debe aprender a tomar lo que desea audazmente. Es la mejor forma.

—?Y ahora? —pregunte—. ?Ahora que?

—Para eso hemos de esperar y ver.

Solo espere dos meses.

Uno de los criados de Chartley llego a caballo a Durham House. Me di cuenta de que el mensajero estaba muy alterado.

—Senora —dijo, cuando le trajeron a mi presencia—. Ha sucedido algo terrible. Ha nacido un ternero negro y considere que debia comunicaroslo.

—Habeis hecho bien en venir a decirmelo —conteste— Pero eso es solo una leyenda, todos disfrutamos de buena salud.

—Oh, mi senora, la gente dice que nunca ha fallado este presagio. Ha significado siempre la muerte y el desastre para el senor del castillo. El senor esta en Irlanda… un pais sin ley.

—Asi es, alli esta, sirviendo a la Reina.

—Es preciso avisarle, senora. Debe volver.

—Me temo que la Reina no estaria dispuesta a alterar su politica por el nacimiento de un ternero negro en Chartley.

—Pero si vos, mi senora, fueseis a verla… y le explicaseis…

Respondi que lo unico que podia hacer yo era escribir al conde de Essex y contarle lo sucedido.

—Sereis recompensado por traerme la noticia —anadi.

Cuando se fue, quede pensativa. ?Podria ser realmente cierto? Era muy extrano que hubiese nacido aquella ternera, como debio serlo aquella vez en que la muerte del senor del castillo habia dado origen a tal leyenda.

Antes de que pudiese despachar una carta para mi esposo, recibi la noticia de que Walter habia muerto de disenteria en el castillo de Dublin.

La condesa de Leicester

Un caballero del consejo de la Reina le recordo que el conde de Leicester aun estaba en disposicion de casarse, a lo que ella replico furiosa que «seria impropio de ella y contrario a su majestad soberana preferir a su vasallo, a quien ella misma habia encumbrado, antes que al mas grande principe de la cristiandad».

William Camelen.

Asi, pues, era viuda. No puedo pretender que me agobiase el dolor. Nunca habia estado enamorada de Walter, y desde que me hice amante de Robert habia lamentado profundamente aquel matrimonio, pero de cualquier modo, le profesaba cierto afecto, habia dado a luz hijos suyos y no podia evitar sentir cierta melancolia ante su muerte. Pero no cavile demasiado sobre esto, pues el pensamiento de lo que significaria mi libertad me embargo con una emocion que desbordaba cualquier otro sentimiento.

Estaba impaciente por ver a Robert. Cuando vino, lo hizo en secreto, como antes.

—Hemos de ser muy discretos —me previno, y un gelido temor se apodero de mi. ?Intentaba ahora eludir el matrimonio?, me pregunte.

Una pregunta volvia una y otra vez a mi pensamiento: ?Como habia muerto Walter tan oportunamente? Segun se dijo habia muerto de disenteria. Muchos habian muerto de disenteria y, en tales casos, siempre se sospechaba. No podia dormir preguntandome si realmente era una ironia del destino o si Robert tenia algo que ver en el asunto. ?Cual seria el desenlace? Me sentia inquieta, pero deseaba a Robert como siempre. Hiciese lo que hiciese, nada podia alterar eso.

Fui yo quien comunico la noticia de la muerte de su padre a los ninos. Les cite a todos en mis aposentos y cogiendo y colocando a mi lado al joven Rob, dije:

—Hijo mio, ahora sois vos el Conde de Essex.

El me miro atonito y desconcertado y el amor que por el sentia me inundo. Le abrace y le dije:

—Robert, hijo querido, vuestro padre ha muerto y vos sois su heredero porque sois el hijo mayor.

Robert empezo a llorar y vi lagrimas en los ojos de Penelope. Dorothy lloraba tambien y el pequeno Walter, al ver la afliccion de sus hermanos inicio tambien un sonoro llanto.

Entonces pense, con cierto asombro: Asi que le amaban realmente.

Pero, ?por que no habian de amarle? ?No habia sido siempre con ellos un padre amoroso?

—Esto cambiara nuestra vida —dije.

—?Hemos de volver a Chartley? —pregunto Penelope.

—Aun no podemos hacer planes —le dije—. Hemos de esperar y ver.

Robert me miro con recelo.

—?Que he de hacer yo ahora que soy el conde?

—Todavia nada. De momento, las cosas no seran muy distintas de lo que serian si estuviese aqui vuestro padre. Teneis su titulo, pero debeis completar vuestra educacion. Hijo querido, no temais, todo saldra bien.

«?Todo saldra bien!», la frase siguio repiqueteando en mis oidos, como una burla. Deberia haberme dado cuenta de que no seria asi.

La Reina me mando llamar. Siempre comprensiva ante el dolor de los demas, me recibio con carino.

—Prima querida —dijo, abrazandome—. Este es para vos un dia muy triste. Habeis perdido un buen esposo.

Yo mantenia los ojos bajos.

—Y ahora ocuparos del bienestar de vuestros hijos. En fin, el joven Robert es ya conde de Essex. Un muchachito encantador. Espero que no le afecte demasiado esta perdida.

—Esta desolado, Majestad.

—?Pobre nino! ?Y Penelope y Dorothy y el pequeno?

—Sienten profundamente la perdida de su padre.

—Querreis dejar la Corte por un tiempo, sin duda.

—No se muy bien que hacer, Majestad. A veces pienso que seria mejor la paz del campo para el luto y otras me parece insoportable: Alli, todo me recordara a el.

Cabeceo la Reina, comprensiva.

—Entonces, a vuestro criterio quede hacer lo que mas os convenga.

Fue ella quien me envio a Lord Burleigh.

Habia algo tranquilizador en William Cecil, ahora Lord Burleigh. Era un buen hombre, con lo que quiero decir que solia con mayor frecuencia actuar en pro de lo que consideraba justo que pensando en su propio beneficio y provecho… algo que de pocos estadistas podia decirse. De estatura media y mas bien flaco, daba la impresion de ser mas pequeno de lo que era. Tenia una barba de color castano y una nariz algo grande, pero lo que resultaba tranquilizador eran sus ojos, que tenian un brillo bondadoso y cordial.

—Es un momento muy triste para vos, Lady Essex —dijo—. Y su Majestad esta muy preocupada por vuestra

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