—Rechace firmemente su oferta. Estamos casados y mi hijo es legitimo.

Le temblaba la voz y asomaron lagrimas a sus ojos. Me di cuenta de que Robert venceria siempre a una mujer asi.

Pero, ?y si lo que contaba era verdad? Yo no podia creer que lo hubiese inventado, pues no me parecia lo bastante ingeniosa para ello.

Por fin le dije:

—Gracias por venir a prevenirme, Lady Sheffield, pero he de deciros que no teneis que temer por mi. Conozco al conde de Leicester, es cierto, pero he enviudado hace muy poco y de momento no puedo pensar mas que en la perdida que he sufrido y en mi familia.

Cabeceo comprensiva.

—Entonces perdonadme. Olvidad lo que he dicho. Oi rumores y considere mi deber contaros la verdad.

—Agradezco vuestra gentileza, Lady Sheffield —le dije, y la acompane hasta la puerta.

En cuanto se fue, pude prescindir de mi indiferencia. Hube de admitir que la historia parecia plausible. Segui recordando que Robert deseaba desesperadamente un hijo que llevase su nombre. Ya no era joven, pues debia tener cuarenta y cinco anos por entonces, y si queria fundar una familia debia hacerlo ya. Tenia ya un hijo, sin embargo v repudiaba a la madre de aquel hijo. Esto era por mi. No debia olvidarlo.

Logicamente, estaba deseosa de ver a Robert y, en cuanto tuve una oportunidad, le conte lo que habia descubierto.

—Asi que vino aqui —exclamo—. ?La muy necia!

—Robert, ?que hay de verdad en esto?

—No hubo ningun matrimonio —dijo el.

—Pero os comprometisteis con ella. Ella dice que hubo testigos.

—Le prometi que quiza nos casasemos —admitio—. Pero nunca se celebro el matrimonio. El nino nacio y es mi hijo. Esta al cuidado de mi hermano Warwick y, a su debido tiempo, ira a Oxford.

—Dijo que le habiais ofrecido setecientas libras al ano por renunciar al matrimonio.

—Le ofreci dinero para que dejara de hablar.

—Si ella es vuestra esposa, ?como podremos casarnos?

—Os aseguro que no es mi esposa.

—Solo la madre de vuestro hijo.

—Es mi hijo bastardo. ?Que iba a hacer yo? ?Vivir como un monje?

—Ciertamente… Dada vuestra situacion y la actitud de Su Majestad. «Ahora quiero… ahora no quiero…» ?Pobre Robert! ?Cuantos anos llevais asi?

—Muchos, pero esto sera el final. Vos y yo nos casaremos, pase lo que pase.

—?Pese a la Reina y a vuestra esposa Douglass? Pobre Robert. ?Sois en verdad un hombre encadenado!

—No me tortureis, Lettice. Desafiare a la Reina. En cuanto a Douglass Sheffield, se engana a si misma. Os aseguro que por parte de ella no hay ningun obstaculo.

—?No hay, pues, ninguna causa justa que nos impida casarnos?

—Ninguna en absoluto.

—?Por que esperar entonces?

—Hemos de aguardar hasta que cesen los rumores sobre la muerte de Walter.

Me deje convencer, porque lo deseaba.

La actitud de la Reina hacia mi me inquieto un poco, y me pregunte si no habria oido los rumores sobre mi y sobre Robert. Sorprendia su mirada posada en mi en momentos extranos, una mirada inquisitiva y calculadora. Esto quiza significase solo que se preguntaba como afrontaba yo mi viudez, pues solia interesarse mucho por los problemas emocionales de quienes la rodeaban… sobre todo tratandose de miembros de su familia.

—Robin esta bastante triste ultimamente —me explico—. Es un hombre muy dedicado de su familia, y eso me gusta. Indica buenos sentimientos. Como sabeis, tengo debilidad por los Sidney, y jamas olvidare a mi querida Maria y como me cuido, y la terrible afliccion que por ello le sobrevino.

—Vuestra Majestad siempre la ha favorecido.

—Se lo debo, Lettice. Y ahora, la pobre, ha perdido a su hija mayor. Ambrosia murio en febrero pasado. Maria esta desconsolada, pobre mujer. Aun le queda su querido hijo, Philip, que debe ser un consuelo para ella. He visto pocas criaturas con tan noble apostura como Philip Sidney. Voy a decirles que me envien a su hija pequena (se llama Maria como su madre) y le dare un puesto en la Corte y le buscare marido.

—Solo tiene catorce anos Majestad, segun tengo entendido.

—Lo se, pero dentro de uno o dos anos podremos casarla.

He pensado en Henry Herbert, ahora conde de Pembroke. He considerado oportuno buscarle esposa. Me atreveria a decir que su candidatura complaceria a los Sidney… y al tio de la joven, al conde de Leicester.

—Eso creo yo —dije.

Poco despues, Maria Sidney fue a la Corte Era una bella muchacha de pelo color ambar y rostro ovalado. Todos comentaban su semejanza con su hermano, Philip, a quien se consideraba uno de los hombres mas apuestos de la Corte. Le faltaba, ciertamente, la sensual virilidad de hombres como Robert. Su atractivo era de un tipo distinto, era una belleza casi eterea. Tambien la poseia la joven Maria Sidney, y no me parecio que fuese dificil buscarle marido.

La Reina la favorecia mucho y yo estaba segura de que esto reportaria cierto consuelo a la familia. En cuanto a mi, Isabel seguia dedicandome aquella atencion especial, pero de todos modos yo no estaba segura de lo que habia tras ella. Me mencionaba a menudo al conde de Leicester… a veces con burlon afecto, como si se diese cuenta de ciertas fragilidades de su caracter pero no le estimase menos por ello.

Yo estaba muy proxima a ella por esta epoca, pues era una de sus ayudas de camara, y me hablaba a menudo de los vestidos que llevaria. Le gustaba que yo los sacase y me los pusiese por encima, para que ella pudiese hacerse su idea.

—Sois una hermosa criatura, Lettice —me decia—. Recordais a los Bolena.

Y se quedaba pensativa. Supongo que pensaba en mi madre.

—Os casareis de nuevo sin duda, a su debido tiempo —me dijo una vez—. Pero aun es prematuro. Sin embargo, pronto saldreis del luto.

Como yo no contestaba, continuo.

—Toda la moda es ahora blanco sobre negro… o negro sobre blanco. ?Creeis que es adecuado, Lettice?

—Para algunas, Majestad. Para otras, no.

—?Y para mi?

—Vos, senora, teneis la fortuna de que no teneis mas que poneros una prenda para transformarla.

?Demasiado? No, sus cortesanos le habian condicionado a aceptar hasta la mas grotesca adulacion.

—Quiero mostraros los panuelos que me trajo mi lavandera. Vamos a ver. ?Mirad! Tejido negro espanol rematado con encaje de Venecia en oro. ?Que os parece? Y tela de Holanda adornada con seda negra y rematada con seda en plata y negro.

—Muy bonito, Majestad —dije, sonriendo y mostrando mis perfectos dientes, de los que estaba muy orgullosa. Ella fruncio levemente el ceno. Los suyos mostraban signos de decadencia.

—La senora Twist es un alma de Dios —comento—. Hay mucho trabajo en estos articulos. Me agrada mucho que mis subditos trabajen para mi con sus propias manos. Mirad estas mangas que me hizo mi sedera, la senora Montague, que me regalo muy orgullosa. Ved que trabajo tan exquisito, que capullos y que rosas.

—Otra vez blanco sobre negro, Majestad.

—Como decis, esto a algunas nos favorece. ?Visteis la tunica que me regalo Philip Sidney por Ano Nuevo?

Me la mostro y la examine. Era de batista con seda negra v la completaba un equipo de gorgueras rematadas con hilo de oro y plata.

—Una prenda exquisita —murmure.

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