se los habia regalado el.

La veia muchas veces mirarlos tiernamente y acariciarlos cuando los tenia en el pelo. Y el reloj estaba siempre junto a su cama.

Jehan de Simier llego a Londres un dia de enero lugubre y frio. Era un voluble caballero de gentiles maneras que encanto a la Reina, sobre todo cuando se fingio teatralmente abrumado por su belleza… y desde luego estaba resplandeciente cuando recibio al frances. Le explico lo contenta que estaba de que su Senor hubiese reiterado su solicitud. Ella habia pensado en el constantemente y daba la sensacion de que, esta vez, nada impediria su matrimonio.

Bailo con el y toco la espineta en su honor. Parecia deseosa de que el llevase al Duque buenos informes de ella. Dijo que se alegraba de no haber aceptado a su hermano, que siendo duque de Anjou la habia pretendido anteriormente. El habia sido infiel y se habia casado con otra, y a ella le encantaba la perspectiva de casarse con su querido Alencon, como habia sido, y de Anjou como era ahora.

Isabel parecia por lo menos diez anos mas joven; vestirla era un proceso mucho mas prolongado y se habia hecho muy meticulosa, rinendonos si no la peinabamos tal como deseaba. Atenderla era una prueba, aunque al mismo tiempo resultaba divertido. No estaba irritable, pero caia en pequenos arrebatos de colera si pensaba que no nos esforzabamos al maximo y de cuando en cuando recibiamos un bofeton o un pellizco. Desde luego, a mi me asombraba; aunque no habia aparentado nunca su verdadera edad por su figura juvenil y aquel cutis asombrosamente blanco que con tanto esmero procuraba conservar. Era capaz de comportarse como una jovencita que se hubiese enamorado por primera vez. Se enganaba hasta a si misma, sin embargo, pues no tenia intencion alguna de casarse con aquel principe frances.

Mantuvo a Simier a su lado y se ocupo de asegurar su bienestar. Le hacia muchas preguntas sobre el Duque. Si era muy distinto a su hermano, etc.

—No es tan alto como su hermano —le contesto el.

—Tengo entendido que el Rey de Francia es muy apuesto y que se rodea de jovenes casi tan apuestos como el.

—El duque de Anjou no es tan agraciado como su hermano —fue la respuesta.

—Tengo entendido que el Rey es algo vanidoso.

Simier no respondio nada a esto, pues, naturalmente, no queria que se dijese que habia incurrido en traicion contra su Rey.

—?Esta muy deseoso el joven duque de Anjou de que se lleve a cabo este enlace? —pregunto la Reina.

—Ha jurado conquistaros, Majestad —fue la respuesta.

—No es facil casarse con un hombre a quien no se ha visto —*dijo ella.

Simier contesto, animoso:

—Majestad, si os dignaseis firmar su pasaporte, vendria inmediatamente a ponerse a vuestros pies.

Pero los autenticos sentimientos de Isabel empezaron a aflorar: siempre habia alguna excusa para no firmar el pasaporte.

A Robert le divertia mucho aquello.

—Jamas se casara con el frances —decia.

—Si no va a hacerlo, ?que hara cuando se entere de lo nuestro? —le pregunte.

—Eso da igual. No puede esperar que yo permanezca soltero mas tiempo, por el hecho de que ella no pueda casarse.

Isabel indicaba claramente que ella queria tener a Simier junto a ella y recibir cartas encantadoras de su pretendiente; manifestaba ardientes deseos de verle, pero seguia sin firmar su pasaporte.

Catalina de Medicis, madre del posible marido, empezaba a inquietarse. Astuta como la propia Isabel, se daba cuenta de que aquella aventura matrimonial seguia el mismo camino que las otras; y no le cabia duda de que la Reina de Inglaterra era un sabroso bocado para su joven hijo que hasta el momento solo se habia distinguido por ser excepcionalmente poco distinguido.

Catalina de Medicis y el Rey de Francia enviaron una carta secreta a Robert, que este me enseno, en la que sugerian que cuando el duque de Anjou fuese a Inglaterra, Robert fuese su asesor y le ayudase a familiarizarse con las costumbres del pais; deseaban por todos los medios indicarle que el matrimonio no pondria en peligro, en modo alguno, su posicion.

Robert se sintio muy complacido y agradecido, porque significaba que su poder se aceptaba hasta en Francia.

—Nunca aceptare al duque de Anjou —decia—. Tengo entendido que es un tipejo muy feo.

—A ella siempre le han gustado los hombres guapos —anadi yo.

—Asi es —contesto Robert—, Un rostro hermoso despierta inmediatamente su interes. Yo le aconsejo que siga el juego al frances, y ya veis que no le ha concedido el pasaporte, como le aconseje.

—?Que le decis cuando estais solo con ella? —pregunte—. ?Como explica esta actitud tan coqueta con el principe frances?

—Oh, ella siempre ha hecho igual. Cuando la critico, me dice que estoy celoso, y eso le agrada, claro.

—Siempre me he preguntado como ella, que es tan lista, puede hacerse tan bien la tonta.

—Nunca os dejeis enganar por ella, Lettice. A veces creo que todo lo que hace tiene una segunda intencion. Mantiene la paz entre Inglaterra y Francia fingiendo que va a establecer una alianza. Le he visto hacerlo una y otra vez. Ella cree firmemente en la paz, y ?quien puede decir que no tiene razon? Desde que ella subio al trono, Inglaterra ha prosperado.

—Pero si se lo confesaseis ahora no podria, en realidad, enfadarse.

—?Como que no! ?Su colera seria terrible!

—Pero, ?por que? ?No esta ella pensando en casarse con ese principe frances?

—A ella no se le puede preguntar por que. Se pondria furiosa. Ella puede casarse, pero yo no. Yo he de ser su esclavo fiel todos y cada uno de los dias que me queden de vida.

—Tarde o temprano descubrira su error.

—Tiemblo de pensarlo.

—?Temblais! Siempre habeis sabido manejarla.

—Nunca he tenido que enfrentarme con ella por algo asi.

Deslice mi brazo en el suyo.

—Lo hareis, Robert —dije—. No teneis mas que recurrir a ese encanto al que ninguna de nosotras puede resistirse.

Pero quizas el no entendiese a la Reina tan bien como creia entenderla.

Era imposible mantener mi matrimonio en secreto con mis hijas.

Penelope tenia una gran vivacidad y se parecia tanto a mi que ella resultaba perceptible de inmediato para los observadores, salvo que muchos de ellos decian (y como no creo en la falsa modestia, dire que tenian razon) que pareciamos hermanas. Dorothy era mas tranquila, pero atractiva a su modo; y ambas ya tenian edad para interesarse en lo que ocurria a su alrededor, especialmente si se relacionaba con un hombre.

El conde de Leicester era visitante asiduo de la casa, y como ellas se daban cuenta de sus secretas idas y venidas, les resultaba intrigante.

Cuando Penelope me pregunto si tenia una relacion amorosa con el conde de Leicester, le dije la verdad, que me parecia la mejor respuesta.

Las chicas se pusieron muy contentas y se emocionaron mucho.

—?Es el hombre mas fascinante de la Corte! >—grito Penelope.

—Bueno, ?y por que habria eso de impedirle casarse conmigo?

—He oido decir que no hay una sola dama en la Corte que os iguale en belleza —dijo Dorothy.

—Quiza lo dijesen sabiendo que erais mi hija.

—Oh, no. En serio. Pareceis tan joven pese a ser nuestra madre… Y en realidad, aunque sois mayor, tambien el conde de Leicester lo es.

Me eche a reir y proteste:

—No soy vieja, Dorothy La edad esta determinada por el animo que se tenga y yo lo tengo tan joven como el vuestro. He decidido no envejecer nunca.

—Yo hare lo mismo —me aseguro Penelope—. Pero habladnos de nuestro padrastro, madre.

Вы читаете Mi enemiga la reina
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату