—?Y que puedo deciros? Que es el hombre mas fascinante del mundo, como ya sabeis. Yo llevaba tiempo decidida a casarme con el. Y lo hice.
Dorothy parecia algo inquieta. Es evidente que llegan rumores a las aulas, pense, y me pregunte inquieta si habrian oido algo del escandalo de Douglass Sheffield.
—Es un matrimonio perfectamente legal —dije—. Vuestro abuelo estuvo presente en la ceremonia. Creo que baste que os diga eso.
Dorothy parecio aliviada. La acerque a mi. La bese en la mejilla.
—No temais, hijas queridas. Todo ira bien. Robert me ha hablado muchisimo de vosotras. Va a prepararos magnificos matrimonios a ambas.
Ellas escucharon con ojos resplandecientes mis explicaciones de que la posicion de su padrastro era tal que las familias mas encumbradas del reino se sentirian orgullosas de establecer una alianza con la suya.
—Y vosotras, hijas mias, estais unidas a el por una relacion de parentesco, porque se ha convertido en vuestro padrastro. Ahora vais a empezar a vivir. Pero debeis recordar que de momento, nuestro matrimonio es un secreto.
—Oh, si —grito Penelope—. La Reina esta enamorada de el y no podria soportar que se casase con otra.
—Asi es —confirme—. Por tanto, recordadlo y chiton.
Las chicas asintieron vigorosamente, encantadas de la situacion.
Yo me preguntaba si debiamos seguir adelante con el propuesto enlace entre el sobrino de Robert, Philip Sidney y Penelope, que Walter y yo habiamos pensado que podria ser ventajoso, pero antes de que tuviese tiempo de tratar el asunto con Robert, recibi un mensaje suyo en el que me decia que tenia que dejar la Corte e irse a Wanstead y que queria que yo tambien fuera alli sin dilacion.
Era un viaje de menos de diez kilometros, asi que sali de inmediato preguntandome que le habria forzado a dejar la Corte tan de improviso.
Cuando llegue a Wanstaead, estaba esperandome muy furioso. Me dijo que, pese a su consejo, la Reina habia concedido a Simier el pasaporte que este habia estado solicitando.
—Eso significa que ahora vendra el duque de Anjou —dijo.
—Pero ella hasta ahora nunca habia visto a ninguno de sus pretendientes… Salvo a Felipe de Espana, si es que puede considerarsele pretendiente. Y el nunca vino a cortejarla.
—No puedo entenderlo. Lo unico que se es que esta mofandose de mi deliberadamente. Le he dicho una y mil veces que es una necedad traerle aqui. Cuando le mande luego marchar y le rechace, se creara en Francia un gran resentimiento contra Inglaterra. Mientras finja considerar la proposicion y coquetee por carta, el asunto es distinto… aunque sea peligroso, como le he dicho repetidas veces. Pero traerle aqui… es una locura.
—Parece como si hubiese perdido el control. La idea del matrimonio ya ha ejercido antes el mismo efecto en ella, pero nunca con tanta intensidad.
Yo sabia lo que Robert estaba pensando, y quiza tuviese razon. El era el hombre al que ella amaba, y si sospechaba que se habia casado con otra, tenia que estar realmente furiosa. Aquel exabrupto de que no podia rebajarse casandose con un subdito al que ella habia encumbrado, muy bien podia ser el signo externo de una ira interna. Ella queria a Robert exclusivamente para si. Ella, por su parte, podia coquetear, pero el debia entender que nunca era nada serio. El era el unico. Ahora Robert se preguntaba si ella habria oido rumores de lo nuestro, porque resultaba cada vez mas dificil guardar el secreto.
—Cuando me entere de lo que habia hecho —me dijo. Fui a verla y delante de algunos de sus ayudantes me exigio que explicara como me atrevia a ir alli sin solicitar primero licencia para hacerlo. Le recorde que lo habia hecho muchas veces sin que me lo reprochase, y me dijo que fuese mas prudente. Estaba muy extrana. Le dije que dejaria la Corte, pues ese parecia ser su deseo, a lo que ella repuso que si lo hubiera deseado no habria vacilado en decirmelo pero que, ya que yo lo sugeria, le parecia buena idea. Asi pues, me incline y estaba a punto de irme cuando me pregunto por que habia irrumpido alli sin respetar el protocolo. Indique que no queria hablar ante sus consejeros y ella les despidio.
—Entonces le dije: «Majestad, creo que es un error traer aqui al frances». «Por que», dijo ella. «?Creeis que voy a casarme con un hombre sin verle?» Y yo conteste: «No, Majestad, pero deseo fervientemente que no os caseis fuera del pais, y rezo por ello».
»Entonces ella se echo a reir y solto varios juramentos. Dijo que entendia muy bien aquello, pues yo siempre habia tenido grandes pretensiones. Me habia permitido incluso que debido a que ella me habia mostrado cierto favor, podria llegar a compartir conmigo la corona.
»Perdi el control y le conteste que nadie podia ser tan necio como para esperar compartir su corona. Que a lo unico que yo aspiraba era a servirla y si habia una posibilidad de hacerlo, con caracter confidencial, seria sin duda afortunado.
»Entonces ella me acuso de hacer todo lo posible por impedir que Simier cumpliera su mision, ya que este se habia quejado a ella de la poca afectuosidad con que yo le trataba. Yo me daba excesiva importancia, parecia creerme especialmente importante para ella. Tenia que controlar mis fantasias, pues cuando ella se casase dudaba mucho de que su marido tolerase aquello. Ante lo cual le pedi licencia para abandonar la Corte.
»Entonces, me grito: 'Concedida. Idos, alejaos de aqui. Ya ha habido ultimamente en nuestra Corte despliegue excesivo del orgullo y la soberbia del conde de Leicester'.
»Asi que vine a Wanstead y aqui estoy.
—?Creeis de veras que se producira ese matrimonio con el frances?
—No puedo creerlo. Es monstruoso. Ella jamas tendra un heredero, y, ?que otra razon podria haber? El tiene veintitres anos y ella cuarenta y seis. No lo piensa en serio. No puede pensarlo.
—Yo juraria que considera que se trata de la ultima oportunidad de interpretar su papel de novia cortejada. Creo que ese es el motivo.
El movio la cabeza y yo segui:
—Quizas ahora que habeis perdido su favor, seria un buen momento para hacer publico nuestro matrimonio. Despues de todo, os ha rechazado. ?Por que no habriais de buscar vos consuelo en otra parte?
—En su estado de animo, podria ser desastroso. No, Lettice. Dios nos ayude, hemos de esperar un poco mas.
Estaba tan furioso con la Reina, que decidi no insistir en el asunto. Hablaba mucho de lo que podria significar para nosotros la perdida del favor de la Reina, como si tuviese que explicarme a mi lo desastroso que eso podria ser. Un hombre que habia gozado de tanto favor tenia inevitablemente que haber provocado muchos rencores. La envidia era la pasion que prevalecia en el mundo y la Corte de Isabel no era ninguna excepcion. Robert era uno de los hombres mas ricos y poderosos del pais… gracias al favor de la Reina Tenia la majestuosa Leicester House del Strand, el incomparable Kenilworth, Wanstead, tierras en el norte, en el sur y en el centro del pais, todo lo cual le producia considerables ingresos. Los hombres acudian a el cuando buscaban el favor de la Reina, pues era bien sabido que habia habido tiempos en que ella no le negaba nada que le pidiese. Ademas, encendida por su propia pasion, ella deseaba que todos supiesen la consideracion en que le tenia.
Pero ella era una despota; el parecido con su padre se hacia patente en muchos de sus actos. Cuantas veces habia advertido
Si, Robert tenia razon al decir que debiamos tener cuidado.
Durante todo aquel dia y buena parte de la noche, hablamos de nuestro futuro, y pese a que Robert no podia creer que ella fuese a casarse con el duque de Anjou, aunque lo trajese a Inglaterra, estaba muy inquieto.
Al dia siguiente, llego recado de la Reina. Robert debia volver a la Corte sin dilacion.
Lo discutimos.
—No me gusta —dijo Robert—. Temo que cuando vuelva humildemente ella quiera mostrarme lo mucho que dependo de ella. No ire.
—?Vais a desobedecer a la Reina?
—Utilizare las tacticas que ella con tanto exito utilizo en su juventud. Alegare que estoy enfermo.
—Asi, pues, Robert fingio prepararse para la vuelta, pero antes de que llegase el momento, se quejo de grandes dolores en las piernas diciendo que las tenia muy hinchadas. El remedio que proponian sus medicos