Asi pues, habia muerto; mi Robert, el Robert de la Reina. Me sentia sobrecogida. No podia apartar de mi mente la imagen de mi misma llevandole la copa a la cama. Habia bebido lo que estaba dispuesto para mi… y habia muerto…
No, no lo creia. Estaba alterada. Era como si una parte de mi hubiese muerto. Durante muchos anos, el habia sido la figura mas importante de mi vida… el y la Reina.
—Ahora solo quedamos dos —murmure. Me sentia desolada.
Hubo, claro, el habitual rumor de «veneno»; y, naturalmente, las sospechas recayeron sobre mi. Willie Haynes me habia visto darle el vino y lo menciono. Que el hombre al que se consideraba el archienvenenador de su epoca pereciese victima de su propia medicina, parecia bastante justo, si es que habia sido asi, y yo sabia que la sospecha de haberle envenenado me seguiria hasta la tumba. Cuando me entere de que habria autopsia, senti panico. No sabia si habia envenenado a Leicester o no. Bien podia ser que el vino que el me habia preparado, y que yo le habia dado a el, fuese vino normal. Tan mal estaba de salud que podria haber muerto en cualquier momento. Yo en realidad no habia hecho nada impropio. ?Que podrian reprocharme?
Fue un gran alivio saber que no se habia encontrado rastro de veneno en el examen del cadaver. Pero el doctor Julio era famoso por sus venenos, que, tras un periodo muy breve no dejaban ningun rastro en el cuerpo, asi que nunca podre estar segura de si mi esposo intento envenenarme y yo cambie las copas envenenandole a el… o si murio de muerte natural.
Su muerte es tan misteriosa como la de su esposa anterior, Amy.
Christopher estaba deseoso de que nos casaramos, pero le recorde la historia de la Reina, Robert y Amy Robsart, y hube de reprimir su impetu juvenil. Por supuesto, yo no era la Reina, no tenia sobre mi la atencion de todo el mundo, pero era la viuda del hombre de quien mas se hablaba, no solo en toda Inglaterra sino en toda Europa.
—Dije que me casaria contigo —le explique—, pero mas tarde. Aun no.
Me hubiese gustado estar en la Corte para poder ver como recibia la noticia la Reina. Me contaron que no habia dicho nada, que se habia limitado a mirar fijamente al vacio. Luego se fue a su camara privada y cerro la puerta. No queria comer ni ver a nadie. Queria estar sola con su dolor.
Me imaginaba la profundidad de aquel dolor. En cierto modo, me avergonzaba. Me hacia entender la inmensa profundidad de su caracter. De su capacidad de amor y de odio vengativo.
No salia de la habitacion, y al cabo de dos dias, sus ministros se alarmaron y Lord Burleigh, llevando a otros consigo, ordeno abrir la puerta.
Podia imaginarme muy bien sus sentimientos. Le conocia desde hacia tanto tiempo… desde que era nina. Sabia que para ella era como si se hubiese apagado una luz en su vida. Me la imaginaba afrontando su espejo cruel y frio y viendo a la mujer vieja que se habia negado a mirar antes. Ella
Pero habia habido uno, se diria (Sus Ojos, su Dulce Robin, el unico en el mundo a quien ella realmente habia amado), y ya no estaba alli. Y, sin duda, pensaba en lo distinta que habria sido su vida si hubiese arriesgado la corona y se hubiese casado con el. ?Que gozos intimos habrian compartido! Quizas hubiese tenido hijos que ahora la consolarian. ?Cuantos celos se habria evitado, y que alegria le habria dado saber que yo jamas podria haber compartido la vida con el!
Las dos estabamos mas cerca que nunca. Su dolor era el mio. Me sorprendia lo mucho que me habia afectado, dado que en los ultimos anos me habia apartado de el. Pero lo habia hecho porque ella se habia interpuesto entre nosotros. Ahora que el se habia ido, habria en mi vida un profundo vacio… lo mismo que lo habria en la suya.
Pero, como siempre en epocas de tension, ella acabo recordando que era la Reina. Robert habia muerto, pero la vida continuaba. Su vida era Inglaterra, e Inglaterra jamas moriria, jamas la abandonaria.
Me hallaba en un estado de ansiedad, porque temia que Robert, tras descubrir mi aventura, hubiese alterado el testamento y expresado sus motivos para hacerlo asi.
Pero no. Habia tenido poco tiempo, y no habia cambiado nada.
Yo era la albacea, con la asistencia de su hermano, Warwick, de Christopher Hatton y de Lord Howard de Effingham. Descubri entonces lo endeudado que estaba. Siempre habia gastado prodigamente, y por la epoca en que murio tenia encargado un regalo para la Reina que consistia en un collar de seiscientas perlas con un colgante. El colgante contenia un gran diamante central y tres esmeraldas, rodeadas por un circulo de diamantes.
A la primera que nombraba en su testamento, era a ella, como si ella fuese su esposa; le agradecia su bondad para con el. Aun en su muerte, me precedia. Me entregue a una colera celosa. Me alivio la conciencia.
Habia hecho su testamento mientras estaba en los Paises Bajos y entonces creia que yo estaba enamorada de el. Habia escrito:
Despues de Su Majestad, volvere a mi querida esposa y establecere para ella lo que no puede ser tan bueno como desearia pero sera todo lo bueno que yo pueda, pues siempre ha sido una esposa fiel y muy amorosa y obediente y devota, y confio asi en que este testamento mio la encuentre no menos atenta a mi fallecimiento de lo que yo siempre estuve a su voluntad, cuando estaba vivo.
Ay, Robert, pense un poco triste, como habria llorado si fuese como tu creias entonces, y que diferente podria haber sido si no hubieses tenido una amante regia. Te ame en tiempos y te ame mucho, pero ella siempre estuvo entre los dos.
Me decepciono ver que trataba generosamente en el testamento a su bastardo, Robert Dudley. Tenia ahora trece anos y a mi muerte y a la del hermano de Robert, el conde de Warwick, heredaria una gran fortuna. Recibiria tambien ciertos beneficios al llegar a los veintiun anos, y estaria desahogadamente provisto hasta que llegase a esa edad.
Robert, por supuesto, jamas habia negado que aquel chico fuese suyo. Pero como tambien era de Lady Stafford, creia yo que podrian haberse cuidado de el sobradamente ella y su esposo.
A mi me dejaba Wanstead y tres pequenas mansiones rurales, entre ellas Drayton Basset, Staffordshire, que acabe convirtiendo en mi hogar. Leicester House era mia, incluyendo las vajillas y joyas que contenia, pero para mi pesar y mi secreta colera, Kenilworth pasaba a Warwick y a su muerte al bastardo Dudley.
Ademas, como ya he dicho, Robert estaba mucho mas endeudado de lo que habia imaginado yo. Debia a la corona veinticinco mil libras. Habia sido muy generoso con la Reina, y los regalos que le habia hecho a ella eran la causa de gran parte de sus deudas. Yo esperaba que se tendria en cuenta que habia muerto a su servicio. Normalmente en tales casos se tenia en cuenta.
Pero, desgraciadamente, ella no tenia intencion de ceder ni un apice respecto a mi. Era su venganza. Habia salido de su soledad decidida a que se le pagase hasta la ultima libra de la deuda. Su odio hacia mi no se habia aplacado por la muerte de el.
Declaro que lo que habia en Leicester House y en Kenilworth proporcionaria el medio de pagar sus deudas, y que deberian hacerse listas de lo que contenian las mansiones, y que debian hacerse de inmediato para poder sacar lo elegido para la venta.
Fue implacable respecto a mi y yo estaba furiosa; pero nada podia hacer.
Uno a uno, hubieron de venderse los tesoros, todas aquellas cosas que habian sido preciosas para mi gran parte de mi vida.
Llore furiosa por todo aquello y la maldije en voz baja… pero, como siempre, hube de plegarme a su voluntad.