– ?Bien observado, querida gringa! Somos las vasijas receptoras. Si vierte en ti un hombre que no es tu legitimo esposo: mujer adultera. Si vierte en ti toda la comunidad varonil: gran ramera de Babilonia. Parece ser una cuestion de caudal.
– Has tomado demasiado pulque o es que nunca hablas en serio.
– ?Al contrario, siempre hablo en serio! Es mas, he desterrado el humor de mi vida. Me parece una manera superficial de abordar las cosas. Contestame a una pregunta: ?le has sido infiel a tu marido alguna vez?
– ?Como se te ocurre hacerme esa pregunta ahora?
– Me la han sugerido los genitales del guia. ?No te has fijado en el abultamiento de su pantalon?
Oyo su risa alocada, que ya conocia.
– ?Paula, eres increible!
– ?Es imposible que no te hayas fijado, resultan muy llamativos! ?Has visto como se pavoneaba delante de nosotras?
– ?Te aseguro, que no me he dado cuenta!
– ?Que voy a hacer contigo si no eres capaz de fijarte en algo asi?
– Estas dejandote influir por este sitio tan extrano.
Aquel paisaje verde, silencioso, fantasmal, con ecos de antiguos gritos desgarradores. Sacrificios humanos. Vieron como Manuela, acompanada de dos esposas mas, las saludaba con la mano desde lejos. Todas iban confluyendo en el estadio del juego de pelota. Bajaban la escalera charlando. Piedras estigmatizadas por la sangre. ?Por que eso atraia a aquellas mujeres tranquilas? Los que ganan son los que en realidad estan destinados a perder. Una paradoja llena de sugerencias.
– Eso que ha dicho el guia sobre los guerreros aztecas que se tapaban con los cuerpos de sus enemigos muertos me hace pensar en aquel sueno terrible que describe Freud. ?Lo recuerdas? Una mujer tiene la pesadilla recurrente de que es enterrada en el interior del cadaver de un hombre -dijo de pronto Susy.
Paula la miro con extraneza. No podia comprender que pintaba Freud en aquellas montanas.
– ?Olvidate de Freud! No puedo dejar de pensar en como nos miraba ese guia chulo y fanfarron. ?Como castigarias su atrevimiento?
– Lo sacrificaria en el altar zapoteca.
– No, no, muy mal. Yo me lo follaria, simplemente me lo follaria.
– No creo que te resultara muy agradable.
– ?Y quien habla de agrado? Se trata de un castigo. Simplemente me lo follaria.
Susy la miro con curiosidad y simpatia, como si le aguardaran un monton de descubrimientos insolitos dentro de Paula. Esta miro el reloj:
– Me han dicho que ahora comeremos en un restaurante que hay cerca.
– Si, un restaurante precioso que habia sido en tiempos una mision.
– Todo en Mexico habia sido antes una mision. ?Crees que habra turistas americanos?
– Espero que no. Los odio. Me producen ganas de vomitar.
– Dicen que cuando hay un terremoto en Mexico salen todos pitando y no regresan de vacaciones hasta por lo menos un ano despues.
– Lo creo, lo creo. Son pateticos.
Estaba graciosa con su pelo muy corto y un voluminoso calzado deportivo. Paula la cogio por el brazo y empezo a zarandearla a modo de terremoto.
– ?Tiembla, gringa, tiembla, maldita imperialista, la tierra se ha enfurecido contra ti!
Susy grito festivamente. Las esposas miraron en su direccion y las saludaron de nuevo con el brazo. El guia las observo con menosprecio. Al chofer no le importaba nada, escuchaba la radio a traves de unos auriculares.
Dejaron el espiritu atormentado de los muertos perdido entre las nieblas que empezaban a ascender ladera arriba. Fueron en busca de su reconfortante autobus. Las damas reian y hacian bromas, sentian ya la camaraderia que causa el hambre cuando hay comida para todos.
El regreso estuvo lleno de comentarios entusiastas sobre lo que habian visto. Despues se perdieron en conversaciones inconcretas. Susy dejo vagar la vista por los montes:
– Apenas si es martes. Nuestros maridos tardaran aun tres dias en volver.
– ?Ah, nuestros esposos pasan penalidades en la selva mientras nosotras disfrutamos de pasatiempos y excursiones! ?La frivolidad de las mujeres!
– Estas loca, Paula.
– Nunca hay que caer en la molicie, Susy, nunca. Yo no lo hago jamas. Mi, cerebro da vueltas y mas vueltas hasta que consigue atormentarme a conciencia.
La americana le lanzo una rapida mirada de prevencion, como si intuyera que era preferible no preguntar.
Pararon para comer en una aldea. El restaurante era una casita blanca de aspecto feliz. No tenia la menor traza de haber sido alguna vez una mision. El aire de la montana habia abierto el apetito de las expedicionarias. Comieron encantadas la sopa de tortilla y el cerdo con frijoles. Desde donde estaban sentadas podia verse la cocina. Paula distinguio a la cocinera, gorda y sudorosa, los rizos oscuros saliendole de una cofia algo sucia. Las ollas instaladas en los fogones despedian vapores. Mientras se llevaba las cucharadas de sopa a la boca, se dio cuenta de que el guia, que estaba comiendo junto al chofer en una mesa aparte, la miraba con insistencia. Ella le devolvio la mirada directamente a los ojos y comenzo un reto mutuo que duro un tiempo impreciso. Advirtio que la camarera que estaba sirviendoles era la misma chica que las habia atendido en el quiosco de las ruinas.
– Ya estoy de vuelta en casa -le dijo sonriendole.
Susy se acerco al hombro de Paula para poder hablar con discrecion y le susurro:
– Esa chica me conto antes que es la mayor de cinco hermanos y que se levanta de madrugada para trabajar todo el dia.
– Tiene una gran suerte. Vivir asi debe de proporcionar una gran paz de espiritu.
La americana hizo un gesto de desagrado demostrando que reprobaba el cinismo de Paula; pero esta seguia mirando al guia y no pudo ser depositaria del mensaje.
Cuando volvian a la colonia hicieron una parada en San Miguel por si alguien queria bajar en el pueblo. Paula abandono el autobus cuando vio que el guia tambien lo hacia. Susy la siguio sin preguntar. Paula se volvio y la miro como si nunca la hubiera visto antes.
– Yo voy a beber algo -le espeto secamente.
– Te acompanare, si no te importa.
– Espero que no te importe a ti.
Apreto el paso y se dirigio al guia, que habia empezado a marcharse.
– ?Puede llevarnos a algun sitio donde se pueda beber buen tequila? Le pagare por el servicio de guia.
– Si, senora -respondio sin traslucir ninguna emocion. Habia cambiado su actitud retadora de macho poderoso. El trabajo continuaba, se mostraba servicial, pero con un punto de ironia endemoniada en los ojos y la sonrisa.
Paula deseo que el lugar adonde las llevara fuera lo suficientemente lobrego como para reponerse de tanta falsa felicidad en el dia de excursion. Susy no parecia tener intencion de dejarla en paz. No le importaba, se limitaria a no hacerle caso.
El bar adonde las condujo le parecio magnifico, una autentica joya. Algo parecido a morcillas secas pendia de un gancho sobre la barra de madera vieja. Botellas alineadas contra la pared, ennegrecidas por el tiempo, licores inidentificables, de colores antinaturales. El dueno llevaba un bigotazo espeso como un seto de cipreses. Varios clientes en mesitas rodeadas de taburetes. Miradas de desconfianza. Dos mujeres extranjeras. Paula dijo al oido de Susy:
– ?Te has fijado en el suelo? Es como un caldo de cultivo. Debe de haber bacterias aun no clasificadas por la ciencia.
Uno de los clientes era solo piel y huesos, parecia haber estado siempre sentado en aquella banqueta, desde que nacio. Penso que todo aquello debia de estar haciendo que Susy se estremeciera de horror. Estaba bien asi, que se horrorizara la pequena americana, y que se marchara despues.
El guia, para que no cupiera duda sobre su profesionalidad, se sento apartado de ellas. Empezo a charlar con un viejo que parecia un trapo sucio. Daba la impresion de que conocia a todo el mundo. Susy lo observaba todo, a