era peligrosa, como si aquellos cuerpos esforzados fueran acumulando cansancio y sufrimiento calladamente y en un momento dado pudieran explotar. Una rebelion improbable, al fin y al cabo, eran hombres acostumbrados a la dureza de la vida, a no esperar mas de lo que tenian en las manos. Quiza solo se perdia en especulaciones, los obreros debian sentirse felices, privilegiados por haber sido contratados por una empresa que pagaba buenos sueldos. La mayor parte de ellos vivian en el campamento, pero algunos volvian a sus casas cercanas cuando acababa la jornada. Las suyas eran vidas muy simples, pautadas por las horas de sol. Trabajo y descanso. Santiago conocia bien sus viviendas, casitas perdidas en el campo, pequenas y pobres, pero todas cubiertas por una especie de bendicion biblica: ninos corriendo, gallinas que picoteaban el suelo, ropa tendida, arboles… Hacia anos que envidiaba a sus obreros en Espana, sus vidas sencillas, exentas de cualquier complicacion que no proviniera de la escasez de dinero o la incidencia de una enfermedad. A menudo, oia sus risotadas y bromas en el comedor. Los imaginaba regresando a casa el viernes, cansados. Sus esposas los aguardaban tras haber realizado un monton de tareas domesticas. Cenaban. Dormian juntos y hacian el amor. A veces se reian y otras se enfadaban. Veian television. No era la imagen de una vida apasionante, pero le hacia sentir deseos de seguir ese camino, vulgar aunque lleno de calma. Hubiera querido ser un campesino, tener una esposa alta y fuerte, de necesidades primarias, amante de la vida tal y como la vida es. Quince anos junto a Paula arrojaban aquel resultado: fantasias escapistas hacia mundos de serenidad. Se habia refugiado en el trabajo durante mucho tiempo, el trabajo es una salida idonea para muchos hombres infelices en su matrimonio. Lo habia sido tambien para el, pero las soluciones paliativas acaban siempre como simples parches temporales, con el tiempo se despegan y dejan de nuevo la llaga al aire, quiza mas purulenta y encapsulada de lo que estaba antes.
Paula. Un hombre debe tener la suficiente capacidad de autoproteccion como para sentirse enamorado de una mujer el mayor tiempo posible. Se habia casado por amor. Paula era fascinante, activa, inteligente, bonita. Penso que siempre los uniria un vinculo de complicidad. Pero la mente de Paula se habia revelado poco a poco como insondable. Habia una sima amarga en su interior, y nada ni nadie penetraba alli. Su mujer aspiraba a algo que estaba fuera de su comprension, fuera de la propia capacidad de ella para expresarlo. ?El talento literario? Habia planeado un monton de novelas que nunca escribio. ?Por que? Intentos fallidos, abandono definitivo del trabajo en medio de la historia. Jamas habia consentido que el leyera nada, que nadie juzgara si de verdad estaba fracasando, si valia algo lo que hacia. Nadie sabia que habia salido de su mente ni por que habia sido tan tempranamente desechado. Paula, siempre encrespada con la vida, siempre en transito hacia un estado de animo mas amargo que el anterior, siempre inquieta, vulnerable, hermetica, dura.
Habia intentado ayudarla, hacerse cargo de lo que pasaba en su mente, pero no se puede ayudar a quien rechaza tu mano, ni se puede poner remedio a lo que no se comprende. Pasado un tiempo, su esposa decidio dedicarse a la traduccion profesional. Dominaba el ruso y el ingles. Santiago penso que se trataba de una excelente solucion, un modo quiza rapido de acabar con aquella frustracion eterna que Paula parecia arrastrar tras de si. Pero no ocurrio de esa manera. La nueva situacion creativa genero en ella un nuevo sentimiento: el autodesprecio. Se volvio cinica, socarrona, inmisericorde consigo misma y con los demas. Comenzaron las discusiones, las escenas en las que el perdia la paciencia. Ella nunca gritaba, solo lo contemplaba con aire glacial, haciendolo soterradamente culpable de alguno de sus males, fueran los que fueran. Ni siquiera sabia ahora si los hechos que acontecieron tuvieron alguna explicacion. Daba igual, fuera una vocacion frustrada o cualquier otra cosa, el caso es que su vida se habia ido despenando poco a poco por la pendiente de la infelicidad. Decadencia consciente y lesiva. Dejaron de hablar. A Paula las palabras ya solo le servian para zaherir y zaherirse. Y alli estaba el, bajo un chaparron extrano que nadie le habia anunciado y que no podia comprender. Decidio desentenderse. Lo que su mujer pudiera decir o hacer ya no le importaba. Un modo de supervivencia natural. Funciono bien. Paula se dio cuenta de su renuncia y respeto su alejamiento. Pero las complicaciones renacieron porque por aquel entonces ella habia empezado a beber. Se vio obligado a capear el temporal de sus borracheras, a disculpar las consecuencias que estas pudieran tener. Pero la indiferencia se revelo como una arma potente, progresivamente util para Santiago. Claro que el parche seguia malamente pegado sobre la piel, y debajo la herida supuraba. Le parecio que se habia habituado a vivir en aquellas condiciones, pensando incluso que podia resistir asi toda la vida. Pero de repente aparecia un inesperado destello de esperanza: Victoria. La mujer de un companero. Absurdo. Habia tenido alguna aventura, pero siempre circunscrita al sexo puntual, mecanico. No era un hombre enamoradizo ni proclive a sentir ilusiones. Siempre se habia sentido autosuficiente. Y de repente la mirada de aquella mujer, una mirada de incierta esperanza. Una mujer que ya no era joven y que pertenecia a su mundo. Alguien a quien podria haber encontrado cien veces en su vida, una persona para nada novedosa: la mujer de un companero. Y, sin embargo, los dos paseos que habian dado juntos habian desencadenado en el la voluntad de dejarse ir, de permitir que los acontecimientos fluyeran sin analisis previos. Quiza deseaba la eclosion de lo que llevaba anos intentando evitar.
En los ultimos dias se habia fijado en Ramon, el marido de Victoria, con franca curiosidad. Era un hombre tranquilo, algo ensimismado, poco comunicativo. No tenia con respecto a el una opinion formada. Como companero de trabajo, se mostraba eficiente y colaborador. Parecia razonablemente feliz, bien integrado en el medio… ?tenia un matrimonio conflictivo, era en la intimidad un hombre grosero, infiel? ?Por que su esposa miraba a otro hombre con ojos dulces? Mientras pensaba todas esas cosas vio como Ramon levantaba la vista y, al descubrirlo, se dirigia hacia el. Eso lo hizo sobresaltarse hasta casi enrojecer.
– Santiago, si tienes un momento me gustaria que le echaramos una mirada a ese tajo. Hay algo que no va bien.
– Desde luego, vamos alla.
Se indigno consigo mismo. ?Por que se habia puesto tan nervioso? El sueno de la razon engendra monstruos, y el de la especulacion, esperpentos. No habia sucedido nada entre Victoria y el. Probablemente nunca sucediera. La mujer de un companero.
Se descubrio a si misma inspeccionando la decadencia de sus tetas. Un pequeno mapa de Polinesia: pecas y mas pecas. Los pezones aun hermosos, ligeramente desdibujados, conservando un aspecto infantil. Cuando se produjera la resurreccion de la carne, ese feliz momento de vuelta general a la materia, sus tetas no llamarian la atencion por ser especialmente monstruosas. Oyo musica proviniendo de algun lugar de la casa. Ya nunca emitian canciones tradicionales mexicanas, sino musica de jovenes cantantes latinos, profundamente hortera. Siguio el rastro armonico hasta la cocina. Alli estaba Clarita, su asistenta, machacando frijoles en un mortero, como si no se hubiera inventado la civilizacion.
– ?Que haces, Clarita?
– Le preparo de comer.
– ?Frijoles?
– Y un poco de pollo con salsa.
– No picara demasiado, ?verdad?
– No picara, estara al gusto de su pais.
– Clarita, ?tu estas casada?
La sirvienta se volvio para mirarla. Estaba sorprendida. En todo el tiempo que llevaba trabajando alli, Victoria nunca le habia hecho ninguna pregunta personal. Volvio de nuevo a su tarea y tardo un momento en responder:
– Mi marido hace anos que murio.
– Pero tu eres muy joven.
– Mi marido era tambien muy joven cuando murio.
El silencio que siguio daba a entender que quiza Clarita no pensaba dar ninguna explicacion. Victoria sopeso la posibilidad de preguntarle como murio, pero habia ido demasiado lejos, Clarita era una muchacha poco habladora. Decidio callar. Entonces la sirvienta anadio:
– Lo mato una bala perdida, una bala que no iba para el.
– ?Se interpuso en alguna disputa?
Clarita suspiro. Abandono lo que estaba haciendo y se volvio hacia su senora:
– Los guardias perseguian a un perro rabioso que habia mordido a dos ninos. Mi marido cruzaba la calle cuando ellos tiraban a dar y una bala perdida lo alcanzo en la cabeza.
Victoria trago saliva. ?Que debia decir ante algo tan absurdo, tan brutal?
– ?Eso es espantoso!
Clarita la miro sin comprender. Espantoso, ?por que? Los hechos de la vida se producian, sin mas. Victoria