insistio:

– Es espantoso morir de un modo tan casual.

– Todo es casual o todo es la voluntad del Senor, segun como se mire.

Victoria no sabia como una muerte tan estupida era mas dificil de soportar, si como fruto de un azar impensable o como designio cruel de un ser superior.

– Lo siento mucho -musito.

– Ahora ya no vale la pena, senora, hace demasiado tiempo.

Clarita agito vigorosamente un salero sobre la masa oscura que habian formado los frijoles.

– ?Tienes algun hijo?

– No.

– Y no has vuelto a casarte.

– No.

– ?No piensas hacerlo?

Clarita rompio a reir.

– ?De que sirve pensar? Las cosas pasan o no pasan.

Llevaba una blusa blanca con flores rojas que se le reflejaban en los ojos burlones.

– ?Usted piensa en lo que quiere que le pase, senora?

– A mi me pasan muy pocas cosas.

– A todo el mundo le pasa algo.

Nunca acabarian de entenderse, aunque hablaran durante horas. Clarita pertenecia al mundo de los hechos consumados; Victoria, al mundo de los proyectos. Clarita se movia en el campo de las consecuencias. Victoria, en el campo de las decisiones. ?Era asi en realidad?, se pregunto. Creia haber tenido la capacidad de escoger su vida. Aunque acaso eso era solo una ilusion, incluso una simple frase. Nunca se habia visto obligada a dudar sobre las decisiones tomadas. Su vida habia sido siempre placida: un cuerpo sano, ningun enemigo declarado, un marido comprensivo y civilizado, hijos que nunca le habian dado problemas, su propia carrera profesional, algunos viajes maravillosos, un excelente nivel economico… Cuando pensaba en el futuro se refugiaba en la reconfortante certeza de una hermosa casa de campo, agradables tazas de te consumidas frente a la chimenea invernal. Aun asi, en ocasiones tenia la sensacion de que le faltaban cosas por vivir, cosas excitantes y novedosas. Pero esa sensacion se unia a la seguridad de que ya era demasiado tarde para casi todo. ?Por que se perdia en aquellos pensamientos baldios? ?Por que, desde unos dias atras, reflexionaba tanto sobre su propia vida, cosa que nunca se le habia ocurrido hacer antes?

– Si esta preocupada por el futuro, puedo llevarla a una adivina que le leera el suyo solo por la voluntad -dijo de pronto Clarita.

– ?Una adivina?

– Vive cerquita de San Miguel. Mucha gente va alli para que le diga que va a pasarle. Una amiga mia fue.

– ?Y que te conto?

– La adivina le dijo que las grandes desgracias la respetarian, que comeria pan de una boda, que tendria muchos hijos, que nadie le echaria nunca mal de ojo y que se moriria muy viejita y en paz. Mi amiga le dio cinco pesos.

– Por cinco pesos no se puede pedir mas.

– Pero cuando ya iba a marcharse le dijo que tuviera mucho cuidado con el agua.

– ?Con el agua, por que?

– No le dijo nada mas; pero mi amiga, que es prudente, ni siquiera se acercaba a las charcas ni al rio. ?Y entonces sabe que paso? Pues que un dia, despues de trabajar en el campo, con el cuerpo sudado, tomo un vaso de agua muy frio y se le corto la digestion. Hasta tuvieron que llevarla al hospital. La adivina llevaba razon.

Ambas quedaron en silencio. Clarita miro a su senora con curiosidad:

– ?No me dice que le parecio la historia?

– Soy profesora de quimica, Clarita. La quimica nos dice de que estan hechas las cosas materiales. ?Como puedo creer en adivinas?

– Yo solo le conte lo que paso. Y mi amiga no es una mentirosa. Si quiere puedo acompanarla a ver a esa mujer. Justamente, si no cree en sus poderes, no tiene nada que perder.

Se echo a reir ante aquella interpretacion.

– Esta bien, de acuerdo, iremos.

– Cuando yo salga de aqui. Hoy mismo al anochecer.

Sentia curiosidad. Seria como una visita antropologica. Quiza si se lo comentaba a alguna de sus amigas de la colonia se apuntaran a la visita tambien. Claro que entonces todo se convertiria en una especie de excursion. No, iria sola, y le pediria a Clarita que lo mantuviera en secreto. Aunque muy pocos secretos debian de mantener entre si las sirvientas de la colonia.

De no haber seguido a Clarita hasta aquel lugar, nunca hubiera conocido las afueras de San Miguel. Antes de llegar a Mexico sabia que iba a encontrarse con ninos pobres, gentes incultas y miseros vendedores callejeros. Se habia propuesto sentir solo la piedad abstracta para comprender, en ningun caso, la pequena compasion individual, que solo consigue sentimientos de culpa. Pero el grupo de esposas habia sido preservado de ver la realidad. Lo comprendia ahora, entre aquellas calles sin asfaltar, con regueros de agua corriendo por el suelo terroso, ninos descalzos que jugaban en medio de la suciedad, tiendas almacen con sacos de frijoles en la puerta.

La casa adonde se dirigian ocupaba una esquina un tanto aislada del bullicio general. Estaba bien pintada con cal y el interior era fresco y oscuro. Victoria comprendio en aquel momento por que estaba alli. Tenia necesidad de dejar entrar lo irracional en su vida. No existia otra explicacion para que una mujer como ella estuviera entrando en aquel lugar. Necesitaba que una corriente sin sentido moviera algo a su alrededor. Las preguntas razonables estaban todas contestadas.

La adivina era una mujer mayor de cara arrugada, pero exhibia una serena dignidad. Tenia las manos feas y gastadas, manchadas de amarillo. La lectora de su porvenir era alguien que manipulaba azafran.

– ?Que quiere saber de su futuro? -le pregunto.

– No se, nada en concreto, lo que usted pueda ver.

– Asi que no tiene urgencias.

Aquella mujer estaba acostumbrada a la angustia ajena, a la necesidad que tenian sus humildes consultantes de ser calmados o estimulados desde lo oculto. En eso no debian de ser muy diferentes de toda la fauna psicoanalitica de cualquier ciudad. Le entraron ganas de reir, y si no hubiera sido porque temia herir los sentimientos de la adivina, se hubiera marchado en aquel mismo momento.

La vieja lanzo unos huesos mondos sobre la alfombra a modo de dados y despues los observo largamente, con los ojos adormecidos por la penumbra. Habia algo en el ambiente que hizo que Victoria se sobrecogiera. Contuvo la respiracion.

– Tu vida ha sido un camino tranquilo, pero ahora estas llegando a una selva, enorme, verde, llena de animales y plantas. Tendras esa selva para ti si la quieres, pero es tan brava y tan peligrosa y tan espesa que a lo mejor te espantara.

Victoria casi no podia hablar. Lo que habia oido era tan hermoso, tan poetico, tan irreal… ?Quien quiere circular por un camino cuando tiene la mas bella de las selvas a su alcance?, ?quien puede conformarse siguiendo siempre la misma estrecha direccion si frente a el se extiende la inmensidad? Se sintio extranamente feliz. Deseo no oir ni una sola palabra mas, y asi sucedio.

– Usted me pidio que le dijera solo lo que yo veia, y no veo nada mas.

– Esta bien asi, es suficiente.

Dejo diez pesos sobre el suelo y salio a la calle. Aun habia mucha luz. Clarita la aguardaba charlando con algunas mujeres. Le sonrio. Se pusieron en camino sin hablar. Al cabo de un rato, la sirvienta pregunto:

– ?Como le fue?

– Bien, muy bien.

– Entonces es que ella le ha dicho lo que usted queria oir.

Victoria asintio, mirando las piedras del suelo para no lastimarse al caminar. Sonrio para sus adentros. Se sentia duena de una extraordinaria clarividencia. Dejar entrar la irracionalidad en su vida era la unica alternativa.

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