era la clasica malla que habian visto lucir a mucha gente en el Dia de Difuntos: negra y con el esqueleto humano pintado con trazos blancos.

– ?Y dice que tiene para ninos?

– Para ninos de todas las medidas.

Dario la vio dudar. Era el momento de conseguir que salieran de aquel engorroso asunto. Se lanzo de modo animoso:

– Puede ser una idea estupenda. Los vestimos a todos de esqueletos y que bailen una danza macabra. A los ninos les encantara.

Manuela lo miro de traves:

– A los ninos puede que les guste, pero a las mamas, eso de la danza macabra…

– Despues de todo, estamos en Mexico y aqui estas cosas tienen mucha tradicion.

La dama sopeso las razones de su acompanante. Manoseo un rato el traje y luego, encarandose con el propietario, hizo un gesto de asentimiento.

– Esta bien. Manana le dire cuantos necesitamos, las tallas y la fecha de entrega. Espero que nos haga un buen precio. Los quiero nuevos, y no los alquilare, sino que los compro. ?De acuerdo?

– Si, senora, perfectamente la entendi.

Dario suspiro para sus adentros. Bien, primer escollo superado; aunque aquello era solo el principio. Se pregunto cuantas veces todavia tendria que preocuparse de la maldita fiesta infantil. ?Dios, nadie sabia hasta que punto aquel trabajo requeria paciencia, hubiera preferido mil veces trabajar en el campamento! Y encima aquella noche no tendria tiempo para acercarse a tomar una copa a El Cielito, y eso que necesitaba la visita como nunca en la vida. Los ninos de la colonia disfrazados de esqueletos… ?menuda cretinez! Aunque era una idea cojonuda, ?ojala todos aquellos enanos mal criados se largaran bailando hasta el otro mundo. Se afianzo en su mal humor dandole una patada a una piedra.

Le habia tomado un poco de miedo. Paula no iba de farol, o al menos llevaba el juego hasta el limite mismo. Y cualquier juego podia volverse extremadamente peligroso en aquel pais. San Miguel era un pueblo apacible, pero nadie sabia que guardaba en su trastienda, mas alla de donde las esposas de la colonia alcanzaban a ver. A menudo se preguntaba que guardaba a su vez la trastienda de Paula. Desde la excursion a Montalban habia estado observando sus movimientos por la colonia. Tenia una capacidad sorprendente para pasar de ser una furia provocadora a comportarse como una mujer normal. Salia poco de su casa, pero iba a veces al club o paseaba por el jardin. Saludaba a todo el mundo con gestos cordiales, incluso un tanto exagerados, pero no hablaba con nadie. Todos pensaban en su actividad de traductora de Tolstoi como el motivo que la mantenia un tanto alejada de las demas. Susy sentia curiosidad, pero la relacion que habia tenido con ella hasta el momento no la autorizaba a plantearle preguntas personales. Estaba segura de que le hubiera respondido mal. ?Que habia pasado la noche en que estuvieron bebiendo en aquel bar miserable, como fueron los hechos desde que ella se marcho? ?Habia regresado el guia hasta el bar despues de acompanarla? ?De verdad Paula lo habria contratado para que se mostrara desnudo, se habria atrevido a acostarse con el? Estaba convencida de que no, aquello habia sido una provocacion mas. Ni siquiera imaginaba que a Paula pudiera apetecerle tener intimidad con un tipo tan repulsivo como aquel. Claro que el tipo tenia el atractivo que proporciona justamente la repulsion. Acostarse con el guia significaba abjurar de todos los lazos culturales que te unen a la realidad, penso. Dejarse llevar por ese camino era peligroso. En cualquier caso, habia algo que no conseguia comprender: ?por que Paula nunca consentia en hablar con ella sobre todas aquellas cosas? Eso era justo lo que Susy hubiera deseado: hablar, extenderse en especulaciones, intercambiar pareceres y elaborar teorias. En ese campo estaba permitido ir tan lejos como se quisiera. Pero Paula no parecia dispuesta a compartir nada intimo con ella. Quiza pretendia convertirla en una especie de companera de correrias sin mas. Sin duda sentia hacia ella un acusado desprecio intelectual, pensaba que no se encontraba a su altura, que era una americana joven y simple. Hacer todas aquellas conjeturas acabo por soliviantarla. Se estaba infravalorando a si misma. Si le apetecia frecuentar a Paula, ?por que no lo hacia, a que tantas prevenciones? ?Acaso no era lo suficientemente madura como para largarse si Paula intentaba implicarla en alguna situacion embarazosa o desagradable? Pero si se largaba, eso concitaria el juicio negativo de Paula, y era su censura ironica lo que en realidad temia. Pero como se habia propuesto no estar pendiente jamas del juicio ajeno, algo que habia hecho en exceso toda su vida, se levanto del sillon en el que meditaba y marco el numero de Paula. Eran las cinco de la tarde, y en la colonia no se oia ni una mosca. Paula no tardo mucho en ponerse, y su voz parecia provenir de muy lejos:

– ?Como, que dices, un te?

– Si, ven a mi casa, Paula, hace una tarde tonta y tengo te autentico de Ceylan.

– ?Te autentico de Ceylan, pero que cono dices, te has vuelto loca?

Colgo bruscamente el auricular. Susy se quedo estupefacta. Sus temores se habian materializado. ?Como continuar el contacto con ella ignorando semejante humillacion? Pero el telefono sono en seguida y volvio a oir la voz de Paula, esta vez coloquial y tranquila:

– Oye, ?por que no nos tomamos mejor una cerveza en la cantina del club? Te espero dentro de diez minutos.

Era una buena hora para ir a la cantina. Hasta por lo menos las seis no acudian las mamas de la colonia para merendar con sus ninos.

Paula no habia bebido, tampoco parecia haber estado durmiendo cuando ella la llamo. No tenia idea de por que se habia mostrado tan desabrida, como si la hubieran arrancado de algun lugar apartado y personal. Ahora sonreia, pero del modo cinico que Susy ya habia aprendido a reconocer. Decidio atacarla sin preambulos:

– Paula, mas que para tomar un te, te habia llamado para que aclaremos algo. Siempre tengo la sensacion de que me menosprecias intelectualmente y, como comprenderas, eso no me hace ninguna gracia.

Paula se quedo mirandola con sorna, pero rapidamente vario de actitud, mostrandose seria e interesada.

– ?Vaya!, ?eso crees?, ?y que te ha llevado a semejante conclusion?

– No quieres hablar conmigo de cosas importantes.

– ?Importantes?

– Si, ya sabes, nuestra vida, sentimientos… las cosas que nos atanen personalmente.

– La verdad es que yo no tengo mucha fe en las palabras. Solo sirven para mentir y para autojustificarse.

– ?Y como te explicas ante la gente que te rodea?

– No siento esa necesidad. Pero te aseguro que, aunque no hablemos de cosas importantes, como tu las llamas, siento respeto intelectual por ti. Probablemente mucho mas que si hablaramos de esas cosas.

– No se como tomarme eso.

– Tomalo en toda la extension de su significado.

– Entonces, ?no hay nada de mi que te gustaria saber?

Paula miro una mosca que recorria cautelosamente el borde de la mesa. Penso un momento.

– Si, se me ocurren cosas que me gustaria saber.

– ?Por ejemplo?

– ?Has sido infiel a tu marido alguna vez?

Susy no se mostro sorprendida en ningun momento. Era una pregunta previsible.

– La respuesta es no. Mi vida de soltera fue bastante movida, al contrario de lo que pueda parecerte. Fue una etapa… conflictiva. Por eso cuando conoci a Henry y me enamore decidi que habia hecho una eleccion para siempre. No lo tome como una salvacion, sino como un nuevo camino en el que estaria bien acompanada.

Levanto la vista para comprobar si Paula estaba escuchandola con interes y descubrio su rostro atento, aunque impasible. Callo un momento para que pudiera intervenir, hacer algun comentario o pregunta, pero ante su silencio total, ella tambien dejo de hablar y se quedo mirandola. Paula asintio varias veces y dijo por fin:

– Segunda pregunta: ?te has sometido alguna vez a terapia psiquiatrica?

Susy se quedo desconcertada. No esperaba una pregunta desligada de la anterior como si estuviera sufriendo un test de personalidad. No tuvo tiempo de contestar, Paula levanto el brazo y solto una gran risotada en direccion a la puerta. Dario entraba en aquel momento en el club, y cuando advirtio el saludo desmedido del que era objeto, estuvo a punto de recular y marcharse.

– ?Mi querido Dario, que ganas tenia de verte por aqui! Ven, sientate con nosotras, somos dos mujeres solas que se aburren en este rincon del mundo. ?Otra cerveza, Jose!

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