Obrando con prudencia y de modo razonable, nunca haria lo que ahora estaba decidida a hacer. Obrando con prudencia y de modo razonable nunca sucedia nada. En la vida de las mujeres como ella, todo estaba sutilmente programado para verse libre de cualquier contingencia. Nunca habia perros rabiosos ni balas perdidas, pero tampoco hermosas selvas que explorar.
– Solo queremos ver el futuro cuando deseamos que cambie -dijo Clarita de pronto.
Victoria la miro con inquietud. Se encogio de hombros intentando disimular.
– Yo tengo que irme ya, senora.
– Muy bien. Volvere a casa dando un paseo.
– ?Podra apagar usted el fuego dentro de una hora? No quiero que su guiso se queme.
– No te preocupes, lo hare.
– ?Se acordara?
– Si, me acordare.
Se alejo envuelta en un chal demasiado negro para su edad. Dejo tras de si un suave olorcillo de especias. Ella siguio su camino, ligera y excitada como si algo importante la aguardara. De pronto vio a Susy frente a una tienda de granos. No le apetecia hablar con nadie, pero no pudo zafarse. Susy la saludo con la mano. Se acerco:
– ?Estas comprando?
– Si, simientes para flores. Las plantare yo misma enfrente de mi casa. Estoy harta de que los jardineros de la colonia planten lo que les de la gana. Piensan que somos tan inutiles que no podemos siquiera trabajar un poco en el jardin.
Miro a la americana con sorpresa, como si hubiera venido de otro planeta.
– No lo habia pensado -murmuro.
Susy se permitia ese tipo de preocupaciones, queria escoger sus propias flores. Ella tambien se habia preocupado por esas cosas, quiza dos dias antes la preocupaban aun.
– Si, dona Manuela -contesto poniendo cara de circunstancias.
– ?Ay, hijo, por Dios, deja de llamarme dona Manuela, me da una impresion rara. Llamame Manuela y en paz!
– Es que no me sale.
– Pues entonces llamame senora Romero. Pero dona Manuela, no. Suena a sainete, no me gusta.
Iban los dos por una calle de San Miguel. Formaban una pareja extrana con su diferencia de edad y de aspecto. Ella, exuberante y corpulenta. El, delgado y aturdido.
– ?Estas seguro de que ese almacen esta por aqui, Dario?
– Si, ya estamos llegando.
– Tiene que ser una fiesta infantil como Dios manda, nada de improvisaciones. En estos tres anos nunca hemos hecho una fiesta infantil en la colonia y, claro, la gente que tiene ninos puede sentirse discriminada.
– Ya.
Lo miro de reojo. ?De donde habia sacado la empresa de su marido a un chico tan pasmado? No hacia las cosas mal, pero siempre parecia estar en Babia, en un perenne duermevela. Si hubiera sido hijo suyo, lo hubiera zarandeado un poco, le hubiera preguntado a que aspiraba en esta vida, si era incapaz de vibrar con nada. El trabajo que desempenaba podia calificarse como tranquilo y agradable, no tenia que estar en la obra haciendo duras labores. Era el unico varon en la colonia, de modo que no se veia obligado a obedecer ordenes ni a rodearse de gente tan ruda como los obreros. Contaba con una casita privada, donde estaba su despacho y una gran habitacion. ?Que mas podia desear? Pues bien, no habia manera, cuando se le pedia que organizara alguna fiesta, Dario siempre ponia cara de santo supliciado, de martir a punto de ser martirizado. ?Tendria algun problema personal, anoraria mucho a su novia? Lo comentaria con Adolfo cuando este llegara el fin de semana desde la obra. A lo mejor aquel chico necesitaba un poco de ayuda, o simplemente se trataba del tipico joven incapaz de darse cuenta de sus privilegios. Ella se inclinaba por esta ultima posibilidad. Nadie tiene problemas graves siendo tan joven. Ademas, ningun muchacho de hoy en dia esta tan enamorado como para languidecer si no ve a su novia durante un tiempo. Eso era cosa de otros tiempos, los chicos modernos eran practicos y desencantados a mas no poder.
Pararon frente a un almacen bastante ruinoso. Ella lo contemplo con escepticismo:
– ?Tu crees que aqui vamos a encontrar lo que venimos buscando?
– Bueno, senora Romero, aqui es donde surten de vestuario a todos los mariachis de la ciudad.
– Mariachis, mariachis, es lo unico que saben hacer en este dichoso pais. ?No pensaras que vamos a vestir a todos los ninos de mariachis?
– Pero si tienen ese tipo de ropa, digo yo que tendran algun que otro disfraz.
– Espero que lleves razon.
– ?Entonces entramos, senora Romero?
– ?Pues claro, ya podriamos estar dentro!
Era un gran almacen donde no solo se alquilaba ropa, sino tambien televisores, bicicletas y hasta muebles. Los atendio un hombre mayor, paciente y serio como todos los mexicanos. De repente, Manuela se dio cuenta de que la cosa no se presentaba nada facil. No sabia por donde empezar, porque no sabia en realidad lo que queria. ?Como demonios se organizaba una fiesta infantil? Sus hijos ya eran muy mayores, no podia recordar lo que hacia en el pasado. El dueno del negocio la miraba y ella miraba al dueno sin que nadie se decidiera a dar el primer paso. Por fin Manuela se lanzo:
– ?Por que no nos lleva usted adonde tenga la ropa y asi nos orientamos?
Los condujo a una especie de sotano que se abria a un fresco patio interior. Manuela se limpio el sudor y aspiro el aire reconfortante.
– Aqui se esta bien.
Miro con un poco de desanimo los trajes que se alineaban, colgados, en una larga barra metalica. La mayoria eran, en efecto, trajes de mariachi. Habia tambien vestidos folcloricos de mujer.
– ?Y para representaciones teatrales, no tiene usted ropa de teatro?
El hombre tardo en comprender que le estaba pidiendo. Manuela intento explicarse mejor:
– Ya sabe, payasos, brujas, duendes… algo para que podamos disfrazarnos y entretener a los ninos. O algo con lo que podamos disfrazarlos a ellos.
Se alejo cansinamente hacia un rincon de la sala donde se veia un armario desvencijado y lo abrio. Manuela se planto en cuatro pasos a su lado y se adelanto a meter la mano en el armario. Saco con energia un par de perchas.
– ?Que es esto?
– Son trajes de angeles y demonios, senora, para cuando se hace un auto sacramental. Los hay pequenos para ninos.
– Un auto sacramental. Eso lo trajimos los espanoles. Aunque ahora no creo que nos sirva de mucho.
Dario intervino por primera vez:
– ?Usted que idea llevaba, senora Romero? Porque a lo mejor no esta mal que los chavales se vistan de angeles y demonios.
– No se, esos crios son capaces de organizar una batalla. Ademas, lo encuentro un poco anticuado. Yo habia pensado vestirlos a todos como en
Dario se rasco el cuero cabelludo con la actitud perpleja de quien desearia que la logica imperara sobre un mundo de absurdos y despropositos.
– Pues no se, la verdad, elfos… no creo que aqui vayamos a encontrar muchos.
Manuela se volvio hacia el dueno haciendole llegar su desespero:
– ?Y de verdad no tiene nada mas?
– Tengo los esqueletos.
– ?Los esqueletos?
– Hay tamanos para ninos. Vengan, se los mostrare.
Los llevo a lo largo de un corredor y fueron a dar a una habitacion donde una joven cosia, mientras escuchaba la radio. El hombre se acerco a una estanteria que cubria y saco una bolsa de plastico, la abrio. Lo que les enseno