– Hemos suprimido los comedores religiosos. En el albergue donde solia dormir Eulalia nos dijeron que es muy anticlerical, que siempre renegaba contra curas y monjas.
– Me parece bien.
– Tambien hemos suprimido un tugurio donde van indigentes por su condicion sexual.
– ?Y eso que quiere decir?
– Que van maricones -solto Sonia a bocajarro.
– ?Pero, tia! -exclamo Yolanda viendo estropeada su eufemistica denominacion.
– ?Es para que la inspectora lo entienda!
– En efecto, lo he entendido. Yolanda, ve a pedirle al comisario la lista de hombres con los que vamos a contar y convocalos a todos esta tarde a las cuatro. Para entonces es preciso que tengan perfectamente claro las zonas que deben controlar.
– ?Aprueba usted el mapa que hemos preparado?
–
Salieron del despacho como dos legionarias inflamadas de sentido del deber. Garzon me miraba con cara de pitorreo.
– ?
– Vamonos, subinspector. La familia del finado nos espera, y vive a casi doscientos kilometros de aqui.
La familia del padre Cristobal vivia en Sant Carles de la Rapita, un pequeno y prospero pueblo casi colindante con la Comunidad Valenciana. Los padres nos esperaban en su casa de planta comoda y amplia, donde la sencillez no significaba ningun tipo de penuria economica. Nos contaron que regentaban la panaderia mas grande y concurrida de la localidad y que tenian cinco hijos, todos ya con sus propios nucleos familiares formados. Estaban destrozados por la muerte del que habia sido el primogenito.
– Ya nunca nos levantaremos de este golpe -sentencio el padre, sereno y tragico. Mire al suelo. No habia nada que nosotros pudieramos decir en aquellos casos, solo guardar un silencio respetuoso. Garzon encontro sin embargo la formula correcta dentro del mas puro formalismo:
– Les acompanamos en el sentimiento.
Ambos agradecieron la frase, callaron de un modo grave que helaba la sangre. No habia lagrimas ni lamentos, solo la dignidad del que acepta un destino terrible sin comprenderlo. Tuve que tomar la iniciativa, pero mis palabras empezaron a parecerme absurdas en cuanto empece a pronunciarlas.
– Senores, ya se que todo esto es muy duro para ustedes y que seguramente las preguntas que voy a hacerles les sonaran a sacrilegio, pero tenemos que descartar muchos puntos para llegar al meollo de este horrible asesinato. Diganme, ?su hijo tenia algun enemigo?
Se miraron entre ellos como si no fueran capaces de discernir el sentido ultimo de lo que les planteaba. La madre respondio:
– Mi hijo era muy bueno, hace mas de veinte anos que ingreso en los frailes. Aqui no dejo mas que amigos.
– ?No hay en su familia ninguna enemistad con nadie?, quiero decir una de esas enemistades que duran anos por cuestiones de tierras, de herencias.
Ahora fue el padre quien se adelanto.
– No, inspectora; los pueblos de esta zona son pueblos modernos, sitios tranquilos donde la gente trabaja y convive. No pasan cosas como las que se ven a veces por la tele de gente atrasada que se venga de otros vecinos con golpes de hacha o usando las escopetas de caza.
Supe que me habia entendido perfectamente. Continue.
– ?Cuando fue la ultima vez que vieron a su hijo?
– Hace tres meses el abad le dio permiso para visitarnos y vino a comer.
– ?Les comento algo que pudiera parecer extrano, algo que saliera de la normalidad?
– No, estaba muy alegre, como siempre. En el convento tenia su vida y su trabajo. Cuando de jovencito nos dijo que queria profesar nos disgustamos mucho. Es normal, era el
Ahi si se quebro su fortaleza y se echo a llorar con desconsuelo, calladamente. El marido le paso el brazo por los hombros.
– Tanto llorar -dijo-. Tanto llorar. ?Quien puede querer matar a un fraile que es un santo, quien?
Nos miro con gesto desesperado. Garzon hizo su segunda y acertada intervencion.
– Nosotros no podemos darles consuelo, pero por lo menos quiero que sepan que quien ha matado a su hijo lo va a pagar. Caera sobre el todo el peso de la ley, se lo aseguramos.
El hombre parecio reconfortado, la mujer seguia llorando.
– ?Quieren hablar con mis hijos? -pregunto el.
– No creo que sea necesario. Preguntenles ustedes si vieron algo raro en su hermano o si les hizo alguna confidencia y si hay algo, por pequeno que sea, llamenos.
Le pase mi tarjeta e iniciamos una triste retirada. La voz del padre la interrumpio.
– Senores, no dejen que los periodistas digan barbaridades, aunque solo sea por la memoria de Cristobal.
– No depende de nosotros, pero lo intentaremos -contesto Garzon, y luego anadio con una naturalidad que me dejo perpleja:
– ?Hay algun sitio por aqui que nos recomiende para comer?
El hombre, lejos de sorprenderse por un cambio tan radical, nos informo con identico desparpajo.
– Vayan a El Peix. Se encuentra en el paseo maritimo, aunque cualquier restaurante de este pueblo esta bien.
La madre se seco las lagrimas para anadir:
– Todo el pescado y el marisco es fresco de verdad.
Al subir al coche le dije a Garzon:
– Es usted la pera, subinspector. Los ha reconfortado con cuatro frases hechas, pero le ha salido genial.
– Naturalmente, la gente sencilla aprecia el uso de la frase hecha. Saben entonces que los tratas con educacion, ademas de condolerte, alegrarte o lo que toque.
– Nunca lo hubiera pensado. Tambien ha estado muy bien el capitulo de los restaurantes. Cuando lo oi preguntar me dio la sensacion de que era poco oportuno, despues de haber hablado de su hijo muerto, pero he visto que les ha parecido normal.
– Claro, inspectora, los que somos de pueblo sabemos que comer es capitulo aparte en cualquier situacion, es lo basico, lo mas importante, lo que nos une a todos. Y si les pides una recomendacion demuestras que los tomas por conocedores de su tierra y que la valoras tu al mismo tiempo.
– Increible. No le conocia toda esa sabiduria antropologica.
– Es que usted desconoce al pueblo llano; es un poco pija, como si dijeramos.
– No se pase ni un pelo o comemos un simple bocata.
No se paso, de modo que paramos en un restaurante del paseo maritimo con la sana intencion de tomar un arroz de la zona. Sant Carles de la Rapita era un lugar pequeno y coqueto, tranquilo, con un aire vagamente colonial. La cantidad de restaurantes que se alineaban en el paseo y que surgian en muchas de sus calles interiores hacia pensar en una autentica ciudad-gastronomica. La fama del emplazamiento era tal que muchos viajeros que pasaban por la cercana autopista del Mediterraneo hacian alli una parada para comer.
Mientras dabamos cuenta de una deliciosa paella de pescado, me senti lo suficientemente inspirada como para afirmar:
– Creo que ha llegado el momento de descartar cualquier motivo personal en esta muerte, subinspector. El hermano Cristobal no tenia enemigos en el convento ni fuera de el, y su personalidad no iba mas alla de su trabajo y su fe religiosa.
– Si lo hubieran matado en Poblet hubieramos tenido que pensar en su posible homosexualidad, lo cual hubiera sido muy violento. ?Se imagina?