que tenian puesta entre sus paginas alguna senal. Antes de que empezara a hablar inquiri:
– ?Tenia ya preparado el tema, hermana?
Bajo la vista al suelo y se ruborizo.
– Pues… usted dira inspectora que soy una monja tonta que ando metiendome donde no me llaman, pero como ya le dije antes… me ha movido la curiosidad. Estando sola me pregunte una y cien veces que podia querer decir el cartel que aparecio y solo al final he encontrado una explicacion que quiza pudiera ser correcta.
– Vera, hermana, todo lo contrario. Lo que me gustaria es que todo lo que se le pueda ocurrir relacionado con este crimen me lo comunique usted, todo.
– Pero yo no tengo ni la menor idea de lo que ustedes hacen en la policia.
– Da igual. Es mas, si quiere puedo darle alguna informacion; pero es muy importante que usted nos haga participe de sus teorias porque estamos en una sequia total de pruebas. Me entiende, ?verdad?
– Pues claro, y estoy encantada. Le prometo que todo lo que se me ocurra se lo comunicare. Y ahora escuche, porque es interesante. Usted ya sabe que en la Edad Media se enterraba en las iglesias y conventos: a la nobleza, al clero destacado y hasta a los miembros de la realeza. Pero despues, ya en el siglo XVII, cuando los comerciantes y artesanos ricos pasaron a tener gran relevancia en las ciudades, no solo querian lucir sus riquezas en vida por medio de carruajes, hermosas casas y costosos ropajes, sino que se hizo imprescindible un uso suntuario de la muerte tambien. -Cambio de libro, lo abrio por la senal y, entusiasmada por su propio relato, continuo-. Los mercaderes dejaban en su testamento el numero de misas que debian decirles a su muerte, que era mas elevado cuanto mas poder economico tenian. Y no solo eso, tambien quedaba escrito cuantas personas debian acompanar su cuerpo en el sepelio. Si el fallecido pertenecia a una cofradia, debian acompanarle los cofrades y tambien algunos monjes y algunos ninos huerfanos y algunos pobres de solemnidad, aparte de los parientes, por supuesto.
– ?Que barbaridad! ?Se sabe de cuanta gente estaba formado un cortejo normalito?
– Mire, le leere algun pasaje: «Pedro de Villanueva solicito ser acompanado por veinte clerigos de orden sacro y los senores curas, a quienes se pague limosna y se de a cada uno una vela de cuatro onzas». Pero mercaderes muy ricos son capaces de pedir que vayan a su entierro todos los clerigos de la ciudad. Mire este caso: «Antonio Ferro, de origen portugues, dispuso para el entierro de su esposa la asistencia al velatorio de todos los religiosos de la ciudad, un funeral en el que sonara la musica de la catedral y un acompanamiento por la calle de veinticuatro pobres con hachones encendidos». ?Que le parece? -pregunto extasiada.
– Brutal. No quiero ni imaginar los embotellamientos que eso causaria ahora.
Sin hacer caso de mi estupido comentario, prosiguio, apasionada:
– Lo mas curioso de todo es que todo este acompanamiento estaba basado en una tradicion religiosa muy arraigada: como los cofrades, monjes, pobres y ninos eran personas agradables a los ojos de Dios, se suponia que intercederian por el alma del finado frente al Altisimo. Ya ve usted hasta que punto la religion autentica estaba traspasada por un sesgo de supercheria. Y a veces la Iglesia de la epoca contribuyo a esta mezcla, debemos reconocerlo. Por ejemplo, se creia que si eras amortajado con el habito de una orden religiosa, eso te granjeaba el perdon de los pecados. Mire lo que dice aqui: «Los frailes de la orden franciscana lograron asi multitud de dadivas y limosnas ya que todo el mundo queria pasar a la otra vida vestido con el habito de dicha comunidad. Eso era debido a que se consideraba que se iba a la ultima morada demostrando la humildad del propio San Francisco, aunque tambien cabe destacar la gran cantidad de indulgencias que los papas habian concedido a ese habito».
Me miro, excitada y sonriente. Le sonrei:
– No cabe duda de que la historia la apasiona, hermana.
Enrojecio visiblemente hasta la raiz del pelo que asomaba bajo su toca.
– Apasionar no es un verbo que una monja pueda utilizar; pero si es verdad que he dado a la historia y a Dios mi vida entera. Ahi estan las claves de los comportamientos humanos, ahi los ejemplos de los errores que no debemos repetir. Estoy muy orgullosa de nuestra biblioteca y me gustaria que las corazonianas fuera una orden que llegara a destacar en el estudio historico. Y todo eso lo digo con la mayor humildad y deseo de servicio. La madre superiora lo sabe muy bien.
– La comprendo. Sin embargo, con respecto al caso…
– Espere, aun no he terminado. Deme tiempo, por favor.
Volvio a su actitud de exaltacion maxima. Tomo un tercer volumen en sus manos, lo abrio por la marca y leyo una vez mas.
– «La sepultura, para la Iglesia catolica y para la sociedad en general, conferia al difunto dignidad y rango, ratificando el estatus de una vida plena. El sepulcro se convierte asi en el indicador del deseo de perpetuidad, de pervivencia de la identidad personal. La predileccion por los enterramientos en iglesias y conventos indica la voluntad de sostener una estrecha conexion entre los vivos y los muertos, estos reposan rodeados de la colectividad a la que pertenecian. Los pobres eran enterrados en cementerios, pero tambien participaban en la union entre vivos y muertos ya que los cementerios estan ubicados en el interior de la ciudad.»
Me miro triunfante, como si aquello nos acercara al meollo de una importante cuestion. Le devolvi la mirada y, como me sentia incomoda con todo aquel tinglado historico, realice un nuevo comentario prescindible y vulgar:
– Personalmente, deseo ser incinerada.
No me hizo ni caso, sumergiendose en las paginas de otro libraco. Parecia obvio que la preparacion de la hipotesis criminal realizada por su cuenta le habia llenado horas de estudio y dedicacion.
– «La cercania maxima a Dios podia ser comprada por los pudientes mediante un sepulcro en la iglesia, ya que esta era la mas tangible morada de la Divinidad. El lugar del enterramiento dependia una vez mas de la situacion economica del difunto. Durante el siglo XVIII la mayoria de las sepulturas se hacian en las iglesias, pero no toda la poblacion podia permitirse semejante lujo. Los artesanos sederos pobres no tendrian mas remedio que ser sepultados en el cementerio, pero los artesanos y comerciantes acaudalados podian elegir entre el cementerio (nunca lo hacian), la parroquia o algun convento. La inhumacion en iglesia o convento era mucho mas costosa. Solo en epocas de epidemias como en 1648 y de 1677 a 1678, y tambien en epoca de inundaciones catastroficas, como en 1651, el campo actuaria de fosa comun realizandose extramuros los entierros colectivos.» Ahora fijense en el dato final que les voy a brindar y que extraeremos de este otro texto:
»'Solo en 1787 Carlos III comprendio que los enterramientos en iglesias, conventos y cementerios urbanos era insalubre; de modo que mando cavar las tumbas en el extrarradio. Por aquella epoca las ciudades nuevas que se fundaban al sur de la Peninsula incorporaban cementerios extramuros. Sin embargo, estas ordenes no fueron acatadas de modo general, encontraron muchas reticencias y no fue hasta la guerra de la independencia, desde 1808 a 1812 y bajo el influjo de Napoleon, cuando se empezaron a construir camposantos de modo masivo'.
Concluyo con aire triunfal. Cerro todos los libros consultados, los aparto a un lado de la mesa. Me observo sonriente, esperando que yo resolviera por mi misma aquel acertijo de muertos ricos y muertos pobres. Abri los brazos como pidiendo una tregua.
– Lo siento, pero sigo sin ver la relacion de todo esto con el crimen del hermano Cristobal.
– Inspectora, el beato ya no puede estar enterrado en un lugar santo, por lo que el hombre que lo robo debe de haberlo depositado en otra iglesia, pero sin culto.
– Pero hermana, ?y por que alguien iba a hacer una cosa asi?
– Un loco, un loco lo haria. El psiquiatra que han contratado parece estar convencido de que el culpable es un loco.
– Veo que sigue las informaciones de los medios de comunicacion.
– Todas las monjas lo hacemos, inspectora, es natural. Todas estamos conmocionadas, todas queremos saber. Lo que ocurre es que a mi, encima, me da por pensar.
– ?Y ese loco hipotetico sabe tanta historia como usted?
– Sin ninguna duda. He estudiado muy detenidamente la fotocopia del cartel que tiene la madre superiora y le aseguro que quien lo ha dibujado conoce a la perfeccion la grafia gotica y la imita con la pericia de un experto.
– Si, eso dice tambien el informe pericial que tenemos.
Estaba ilusionada como una nina jugando a detectives. Yo, por el contrario, me encontraba en las estribaciones de un cabreo monumental. Todo aquel galimatias de tumbas y muertos historicos seguia pareciendome un absurdo, pero si encima lo combinaba con la hipotesis del loco culto, entonces me precipitaba