hermano Magi en su informe.
– Exacto -respondi-. Alli ardio un convento durante la Semana Tragica.
– ?Y eso a que conclusion les hace llegar? -inquirio el comisario.
– A ninguna, de momento. Pero con su permiso vamos a convocar una reunion de sabios eclesiasticos.
– Me parece muy bien. Mantenganme informado.
En el pasillo, Garzon concluyo:
– Como la vio a usted remisa a darle carnaza a Villamagna, lo hace el directamente.
– Bueno, pues que se apanen. Si quieren convertir este caso en un festival, alla ellos. Yo hare todo lo posible por no cooperar.
– Me lo veo venir… la pata del san Asclepio este de los cojones en primera plana manana mismo. Claro que a lo mejor gracias a eso conseguimos echarle un vistazo a la pezuna.
– De eso nada. Ahora mismo vamos a la cientifica a verle el pie al santo. Digale a Yolanda y a Sonia que den una batida por la plaza de Sant Felip, por si hubo algun testigo.
– Demasiado tarde ya.
– Nunca se sabe.
– ?Y si Sonia se encuentra aun bajo los efectos del ataque de ansiedad?
– Me la manda a mi. Cuatro gritos y se pone en forma.
En los locales de la policia cientifica se estaban ocupando del pie. Una medica novata se oponia a dejarnos entrar porque no llevabamos orden expresa de ningun juez. Afortunadamente cuento con un amigo al mando de la seccion de balistica, y el intercedio. Entramos y al fin pudimos ver la reliquia mutilada. Estaba sobre una camilla. Garzon y yo nos acercamos con cierta prevencion, como si aquella cosa tuviera la facultad de saltarnos encima. Nos plantamos delante y pasamos al menos dos minutos observando el rebanado pie incorrupto. Era horrible, si bien parecia obvio que ejercia sobre nosotros un gran poder de fascinacion. Se trataba de un pie huesudo, con todos los dedos pegados unos a otros, sin unas y de color pergamino tirando hacia el marron. Se veia aprisionado por una sandalia o lo que de ella quedaba, formada por tiras de piel deteriorada y mordida por el tiempo. Estaba cortado, en apariencia limpiamente, a la altura del tobillo y en el lugar del corte solo se adivinaba un triste hueso de color marfil como unico elemento organico.
– ?Que asco! -exclamo de pronto Garzon, sobresaltandome-. Yo creo, inspectora, que no nos enfrentamos a un loco, sino a un simple capullo que busca notoriedad. ?A quien si no a un capullo se le puede ocurrir guardar la momia en su casa para ir cortandola a pedazos?
– Desde luego, no a un tio normal. Y creame que, por primera vez, pienso semejante cosa. Hasta ahora me hubiera decantado por una autoria mas racional, pero esto ya supera lo imaginable.
Garzon se puso las gafas y acerco los ojos a la reliquia.
– ?Puaf, como para echarlo en el cocido!
Adelanto un dedo curioso, pero una voz que llegaba desde atras hizo que lo apartara de un salto.
– No pensara tocarlo, ?verdad?
Era la medica novata, que nos miraba con franca censura.
– Aun estamos practicandole pruebas -dijo, y con un pincelito se puso a cepillarle los dedos al beato como si intentara hacerle cosquillas.
– ?Hay algo que pueda decirnos ya?
– Bueno, podemos afirmar que la amputacion se produjo con un arma blanca muy grande, muy afilada, algo asi como un cuchillo de carnicero, para que me entiendan, o incluso, por el tajo de limpieza absoluta, podriamos decir un machete. Los tejidos estan rasgunados en algun punto. Pero yo diria que es por la manipulacion a la que ha sido sometida el cuerpo, no por el hecho en si de la amputacion, que fue muy certera.
– ?Puede determinarse ya de que epoca es el cuerpo?
– Aun no tenemos seguridad absoluta, pero pueden estar seguros de que antiguo si es.
– Nuestro comisario ha pedido que se le practiquen pruebas de ADN.
– Ya lo se, pero tardaran unos dias. Tendran que esperar.
A la salida convinimos con el subinspector en que aquella chica seria probablemente una gran profesional, pero era antipatica a morir.
– ?Que le costaba dejar que tocara un poco el peuco del fraile?
– No creo que le hubiera servido de mucho, Fermin.
– Ya, pero me hacia ilusion.
Nunca perdia el humor, mi inefable companero, ni siquiera cuando nos enfrentabamos al absurdo. Yo no sentia lo mismo que el: cuando estabamos en un caso dificil, incluso si topabamos con innumerables contrariedades, solia sacar fuerzas de flaqueza, pero cuando los hechos violentaban mi sentido de la logica, el suelo se tambaleaba bajo mis pies.
– ?Y ahora? -pregunto Garzon como si un horizonte de posibilidades se extendiera frente a nosotros.
– Ahora nos vamos de entierro.
– ?No joda! ?De quien?
– Aunque tenemos donde escoger, en esta ocasion honraremos al fraile.
– ?Ya ha dado permiso el juez para inhumarlo?
– Asi es. El hermano Magi nos ha concedido el privilegio de asistir a las exequias en el monasterio de Poblet. Tengo la sensacion de que deberiamos ir. Ademas, voy a convocar al monje a una nueva reunion de expertos.
– ?Con la hermana Domitila?
– En efecto.
– Se picaran otra vez.
– Quiza de su pique saquemos algo en claro.
Al dia siguiente, mientras conduciamos por la atestada autopista rumbo al sur, ambos telefoneamos a nuestros conyuges para avisar de que llegariamos tarde aquella noche, una vez mas. Eran las cinco de la tarde y el dia empezaba a declinar. La puesta de sol invernal era bellisima. Garzon puso la radio y una suave musica de Saint-Saens inundo el cubiculo del coche. Mi companero iba al volante. Normalmente renegaba continuamente sobre las incidencias del trafico: camiones que se empenaban en adelantarse unos a otros, impidiendo el paso a los turismos, conductores demasiado rapidos o demasiado lentos… Como para muchos hombres, la carretera era una pista de competicion y su vehiculo el mismisimo carro de Ben-Hur, que debia llegar victorioso. Pero en aquella ocasion, la armonia de la sonata, unida a la hermosa luz del atardecer, hizo que se quedara pacifico y callado, disfrutando del momento magico que se creo. Yo, de modo imprevisto, sentia ganas de llorar, y como no discernia de donde manaba el flujo de mi emocion, lo atribui a los desastres del pais. ?Dios mio!, pensaba, esta Espana tan triste e imposible. Lugar de santos supliciados, cuerpos incorruptos, iglesias erigidas, quemadas y vueltas a erigir y vueltas a quemar. ?Vaya sitio para nacer! Siempre pendiendo sobre tu cabeza las afrentas de espanoles contra espanoles, la lucha del progreso y la reaccion… angeles violentos, reliquias escarnecidas, hostias consagradas, la catedral de Burgos y el sagrado copon. ?Como me hubiera gustado ser francesa!, conclui, y oler el pan y los cruasanes recien hechos de mi pueblo, teniendo como pasado aquella epica revolucion. Pero no, acababamos de ver un pie de momia sacra sobre una camilla. ?Tenia eso algun sentido? ?De verdad ibamos a investigar en el silencio de un convento con dos eclesiasticos, hombre y mujer, que nos hablarian sobre semanas tragicas, turbamultas guiadas por el odio al clero y capillas profanadas? Mire de reojo a Garzon, el era de carne y hueso, y todo aquello le parecia mas o menos normal. Habia crecido con los ultimos ecos de la guerra civil sonando en sus oidos. Yo solo tenia noticia de aquello a traves de los libros, y si acaso lo habia oido contar. En cualquier caso, a ninguno de los dos nos parecia inverosimil que una venganza llegada desde tiempo inmemorial siguiera viva aun. Espana era el pais mas triste del mundo, me parecio.
– Inspectora, ?esta dormida? Ya hemos llegado.
Abri los ojos, sobresaltada. Las sombras habian ganado a la luz, y los contornos del monasterio de Poblet se veian difusos. Garzon paro el motor, y enseguida llego hasta nuestros oidos el sonido de una campana tanendo.
– Vamos, la ceremonia debe haber empezado ya.
Nos dejaron pasar a la iglesia, donde solo hacia unos momentos se habia iniciado el funeral. Todo estaba en penumbra, excepto el altar mayor, que refulgia con una iluminacion intensa. Tres sacerdotes oficiaban la ceremonia y las primeras filas de bancos estaban ocupados por la comunidad cisterciense, con sus vistosos