patas de santo.
– En eso lleva muchisima razon -dije, y me eche a reir.
La directora del albergue no parecia contenta teniendo que recibir a la policia por enesima vez. Me puse en su lugar, habia hablado con los Mossos d'Esquadra al principio del caso, con nosotros despues, y varias veces con componentes del operativo que busco a la testigo. Sin enfadarse, pero apelando a nuestra prudencia, se abrio de brazos para afirmar:
– Senores, de verdad, ya no se que esperan encontrar aqui. En el albergue no se ha presentado nada nuevo con respecto a la pobre Eulalia. Nadie ha reclamado el cadaver, y si tiene algun familiar que se haya enterado de su muerte, se ha hecho el sueco para no tener que cargar con los gastos e incomodidades del entierro.
– ?Van a enterrarla ya?
– El juez dio ayer la autorizacion.
– Este juez va por libre -sople en la oreja de Garzon. Luego pregunte-: ?Se celebrara alguna ceremonia?
– Como Eulalia no figuraba como practicante de ninguna religion, la incineraran en Collserola, leyendo un texto laico que tenemos escrito para esas ocasiones. Suelo ir yo, o alguien de Servicios Sociales, y hacemos un pequeno acto de despedida. Puede asistir la gente del albergue que lo desee, aunque no son muchos generalmente. En el caso de Eulalia no se, vendra su amiga Lolita, quiza los que cenaban en su misma mesa…
– Asistiremos nosotros tambien -prometi en un arranque solidario.
– Pues de verdad que se lo agradezco. En algunos momentos, viendo las reacciones de las personas en general, parece que piensen que nuestro trabajo de ayudar a los sin techo es mas bien un crimen que un bien social.
– ?A Lolita ya la han interrogado?
– Varias veces, y la pobre no ha sabido decir nada coherente.
– Si, recuerdo haberlo leido en los informes. ?Que tipo de mujer es?
Su boca dibujo una sonrisa amarga. Cabeceo y dijo con voz desencantada:
– ?Y usted que cree, inspectora? Pues como todos los que vienen aqui, una ruina. Ha sido alcoholica durante casi toda la vida, ahora hemos controlado que no beba con un tratamiento medico, pero tiene el cerebro y el higado deshechos, y casi sesenta anos. Es decir: ningun futuro.
Me choco su dureza, pero era simplemente una profesional que se expresaba con rigor.
– ?Esta hoy aqui?
– No, un dia a la semana pasea unos perros de la protectora. Ya ve, aun puede ayudar a los que son mas desgraciados que ella. Pero manana puede verla despues de la incineracion, estoy segura de que vendra; aunque no espere mucho de la conversacion, su capacidad de comunicacion esta muy danada.
– ?Podriamos llevarnos una copia del expediente de Eulalia Hermosilla?
– Si, esperen un momento.
Garzon y yo nos miramos al quedarnos solos.
– ?De verdad vamos a ir al entierro de esta senora?
– No venga si no quiere, Fermin. Yo si asistire.
– Yo voy donde usted vaya; pero le advierto de que sera triste, sobre todo en contraste con el funeral del hermano Cristobal. Ya ve, ambos victimas del mismo hijoputa, pero sus exequias seran tan diferentes como fueron sus vidas.
– No estoy tan segura. Los dos llegaron por vias distintas a la maxima simplicidad existencial, que es donde se supone que esta Dios.
– Me veo incapaz de captar lo que quiere decir.
– Olvidese, son cosas mias.
Regresamos con el expediente a comisaria y pasamos la tarde revisandolo al igual que los informes sobre los interrogatorios sucesivos practicados en el entorno de Eulalia Hermosilla. Al dia siguiente acudimos al crematorio de Collserola.
El subinspector estaba en lo cierto, el ambiente de aquel acto funebre nada tenia que ver con las cohortes angelicas de cantantes que habian actuado en loor del fraile de Poblet. Sin embargo, la directora del albergue hizo lo que pudo. Leyo un texto, el mismo que siempre leia en caso de defuncion de alguien solitario, y lo hizo de modo sobrio y digno. En el hablaba de la dureza de la vida, del merecido descanso final en el que todos acabaremos, y glosaba las virtudes de la finada, que eran todas de indole muy general: resignacion, solidaridad y valentia. Luego sono una musica enlatada, probablemente de Bach, y se guardo un minuto de silencio. Casi no asistio nadie: la directora, uno de sus ayudantes, un par de vejetes con pinta de despiste y la que debia de ser Lolita, que lloraba con gran sentimiento.
A la salida, Garzon me dijo en voz baja:
– Mire, yo no soy creyente y los curas me caen fatal; pero hay que reconocer que la Iglesia catolica esto del estiramiento de pata lo tiene muy ensayado: musica, promesas de otra vida mejor, rituales con vestimenta y copon… estoy por poner en el testamento que quiero convertirme despues de muerto para que me dediquen todo ese boato. No se puede comparar con esta cosa tan desustanciada.
– Dese prisa, Lolita se nos esta escapando.
Saludamos brevemente a la directora y salimos pitando tras la mujer, que caminaba a toda velocidad, ya en la calle. Era alta y enjuta, con el pelo muy corto y tenido de un imposible color limon. Tenia la cara devastada por unas arrugas profundas que no correspondian a sus apenas sesenta anos y, con toda seguridad, en algun momento del pasado habia sido hermosa. Al llamarla por su nombre se volvio y nos dejo ver sus ojos abotargados por el llanto.
– Lolita, espere un momento. Somos de la policia y queremos hablar un rato con usted.
– La policia, la policia, pero Eulalia se murio.
La diccion de sus palabras era confusa y la mirada se le perdia levemente en el vacio. Intente que me prestara atencion.
– No se murio, la mataron; y nosotros queremos saber quien fue.
– Dejenme en paz, quiero ir a dar un paseo.
Nos volvio la espalda y empezo a caminar. La seguimos. Entonces le dije:
– ?Es verdad que usted cuida de unos perros, Lolita?
Se paro en seco. Algo parecido a una sonrisa se instalo en su boca mustia.
– Me quieren y esperan a que llegue y, cuando me ven, mueven el rabo como unos locos.
– ?Por que no viene con nosotros y tomamos un cafe?, asi nos cuenta como se llaman los perros, por que sitios los lleva a caminar…
Acepto tras una minima hesitacion. Garzon me miro, felizmente sorprendido, habiamos encontrado una pequena puerta por donde entrar. Subio a nuestro coche y conduje hasta la primera cafeteria, grande e impersonal, sin hacer ningun comentario. Una vez alli, me di cuenta de que, incluso en la discretisima Barcelona, la gente miraba a nuestra invitada con curiosidad. Tenia un aire lo suficientemente ausente como para resultar llamativo. Sentados a la mesa, pude observar con mas detenimiento hasta que punto Lolita era una mujer zurrada por la vida. Pedimos cafe y ella pregunto si podia beber un capuchino. Senti piedad al verla abrir los ojos con felicidad ante la taza espumeante y olorosa. Como no queria correr el riesgo de que se sintiera utilizada y huyera con la misma facilidad con la que habia aceptado venir hasta alli, la previne.
– Le haremos preguntas sobre Eulalia, no se vaya a creer; pero antes me gustaria de verdad que nos contara todo eso de los perros. A veces yo tambien he pensado que deberia prestar mi ayuda a una protectora.
– Puedes ir a la misma que yo. Tratan a los perros muy bien, estan sueltos y tienen mucho espacio para jugar. Yo voy dos veces a la semana y me llevo un grupito a pasear.
– ?Es una idea magnifica! ?Y no se pelean entre ellos?
– No, son amigos. Los perros son mejores que las personas.
– Sin duda. No hacen dano sin motivo y nunca se les ocurriria asesinar a nadie.
– Eulalia era mi unica amiga y la asesinaron dos hombres; ahora ya solo tengo a los perros.
La senal de alarma repercutio en el ritmo de mi respiracion. Mire a Garzon, como pidiendole que fuera cauteloso y me dejara hacer.
– ?Fueron dos hombres, tu los viste?
– No. Un dia ella me dijo que se iba a largar porque dos hombres la buscaban.