– ?Como se atreve a insinuar que solo me importa perder la aportacion de la familia Pinol i Riudepera? Ha de saber que lo unico que me mueve es que se preserve su buen nombre y su honor. De modo que si usted se atreve a importunarlos o a dar su nombre a los periodistas yo…
La interrumpi, loca de rabia.
– Usted no hara nada, reverenda madre, y no lo hara porque fuera de este convento carece de la mas minima autoridad.
Garzon, que siempre se habia mostrado pasivo en presencia de la priora, se puso de repente en pie.
– ?Senoras, por favor, un poco de calma!
– ?Yo no soy una senora, soy una monja!
– ?Yo tampoco soy una senora, soy una policia!
– Les suplico que se tranquilicen. Esto no nos lleva a ninguna parte. Madre priora, ?por que no ordena que nos traigan un te?
Aquella propuesta tuvo la virtud de desconcertarnos a ambas contendientes. La superiora, incapaz de negar su hospitalidad, se sento de nuevo y pulso un timbre interior. Yo me sente tambien. Luego la oimos decir al interfono:
– Hermana, traiga un te para tres personas, por favor.
Ante mi sorpresa, Garzon preciso:
– Y quiza unas pastitas para picar.
Quedamos en un silencio incomodo, prenado de reproches, incluso ante nosotras mismas por la impulsividad demostrada. Luego entro la espantosa hermana portera y dejo el servicio de te sobre la mesa. En cuanto dio la espalda, Garzon se abalanzo sobre las pastas. Perdone su gula porque sabia que estaba muerto de hambre y porque su mediacion habia sido lo mas razonable ante aquel mutuo encrespamiento. El primer sorbo de te caliente acabo de templar mis nervios.
– Madre Guillermina, todo esto no se esta haciendo de modo frivolo ni por capricho. De todas maneras, le doy mi palabra de que no pasaremos ningun dato a la prensa hasta que las cosas esten suficientemente contrastadas. El asunto se llevara con la maxima discrecion. Sin embargo, no tenemos mas remedio que visitar al senor Pinol; si usted quiere llamarlo y ponerlo en antecedentes, me parecera bien.
– De acuerdo, inspectora, se hara como usted dice.
Enterrada el hacha de guerra sin que hubiera habido danos irreversibles, el subinspector comento lo deliciosas que estaban las pastas, agasajo que le vino al pelo para comer unas cuantas mas.
Habia quedado con Marcos para tomar una cerveza cuando saliera de trabajar. Lo encontre fascinado tras haber visto a Villamagna y Beltran por la television. Me dejo anonadada comprobarlo, pero era asi. Las explicaciones que habia dado el psiquiatra sobre los seres solitarios que buscan en la religion un acomodo mental y que dicen haber sido llamados a delinquir por imperativo divino, le parecieron interesantes y divulgativas en grado sumo.
– ?Y Villamagna que decia?
– Acompanaba al experto en la rueda de prensa, lo presentaba, daba entrada a los periodistas que querian preguntar… tiene mucha soltura.
– ?Una rueda de prensa?
– Si, yo lo he visto un momento en television mientras comia, pero doy por supuesto que ira apareciendo en otros medios de comunicacion.
– ?Todo esto es demencial! ?Por que no cobran entrada en beneficio de los huerfanos de la poli?
– Pues te aseguro que lo que decian era interesante.
– Me lo imagino; de todos modos, te recuerdo que, teoricamente, esa informacion trata sobre el devenir de una investigacion, no es un programa de divulgacion psicologica.
Ver a mi propio marido comportandose como un ciudadano normal y corriente en cuanto a la labor policial me puso de mal humor. Aunque quiza no era mala cosa que sucediera asi, con el tendria una pista fiable de como reaccionaba la gente. Me di un masaje en las sienes. El se quedo callado.
– Perdona, soy muy torpe -dijo por fin-. Tu acabas hasta las narices de un caso que te mantiene todo el dia trabajando como una negra y a mi no se me ocurre nada mas que comentarte lo que he visto de el en television.
– No, al contrario. Me ha venido bien saberlo.
Nos miramos a los ojos. Marcos elevo su copa.
– Salud. ?Hablamos de otra cosa?
– Si. ?Has visto a Marina hoy?
– La he recogido del colegio y hemos merendado en una cafeteria, luego la lleve a casa de su madre. Por cierto, esta determinada a convertirse en policia contra viento y marea. Me ha pedido que no te lo cuente a ti. Ella no piensa confesarselo a su madre ni a sus hermanos.
– No te preocupes, ya se le pasara.
– Y si no se le pasa da lo mismo. Tendre a dos mujeres que velaran por mi seguridad.
Sonrei con cansancio. Marcos me tomo una mano, se inclino hacia mi.
– Petra, ?tu estas bien? Quiero decir, aparte de todas las complicaciones del caso, ?eres feliz, estas tranquila, crees que ha sido un buen negocio casarte conmigo?
Me rei en tono bajo.
– No lo dudes. Pero si hasta este caso me parece providencial.
– ??Por que?!
– Porque esta siendo tan duro que me ha servido para comprobar hasta que punto puedo confiar en tu apoyo.
Se mostro muy turbado, no tenia el habito de oirme decir palabras de aprecio. En esos momentos, aunque me sentia desanimada y llena de una inmovilizante lasitud, desee llegar a saber como animarlo a el cuando se presentara la ocasion. Aunque quiza no se presentara nunca, habia encontrado un puerto firme en el que amarrar mi barca cada vez que hubiera mala mar.
Al dia siguiente, yendo hacia Escornalbou con el subinspector, le comente la rueda de prensa de Beltran.
– Si, me conto Beatriz que la habia oido por la radio. Dice que fue muy instructiva.
– Lo mismo opino mi marido. ?Que desastre!, ?no?
– Eso es justo lo que usted queria. La opinion publica esta distraida y no crece la presion social. Jugada perfecta.
– Ya veremos hasta cuando dura. ?Cuantas casas nos quedan por visitar?
– Tres. Tres vecinos mas que vieron merodeando a Eulalia.
– Son injustos los verbos: los soldados marchan, los ninos corretean, los viejos renquean y los mendigos… merodean. Podriamos brindarle la nota linguistica a Villamagna por si quiere anadirle un capitulo cultural al culebron mediatico.
– Inspectora. No se desanime, por favor.
Era un hecho que todo el mundo pretendia apuntalar mi animo en aquellos momentos de fracaso profesional. Eso me parecio maravilloso, si bien mi frustracion continuaba brillando con toda luminosidad.
En la segunda casa que visitamos, el testimonio fue tan pobre como en las demas. Nadie anadia un dato ni un pequeno matiz a lo que habia recordado la primera vez. Se trataba de una pareja de hermanas que vivian solas, estaban ya en sus setenta, y se limitaron a contar lo que ya sabiamos. Sin embargo, cuando nos disponiamos a salir con el rabo entre piernas, una de ellas lanzo al aire el tipico lamento politicamente correcto que la gente sencilla suele proferir.
– ?Es increible, haber matado a una pobre mujer indefensa, a una infeliz!
– Y los que pudieron haberlo evitado se quedan tan frescos -dijo la otra sin mas explicacion.
Di media vuelta sobre mi misma y me encare con las dos senoras.
– ?Puede decirme que significa eso? -pregunte, convencida de que la frase encerraba una reprobacion contra la labor policial.
– Bueno, pues ya lo saben ustedes -anadio en tono tranquilo y casual.
– No entiendo lo que insinua.
– Pues lo que murmura todo el mundo en el barrio: que si el hermano de esa mujer le hubiera dado cobijo cuando se lo pidio, a lo mejor ahora estaba viva aun. Claro que nunca se sabe, pero…