– No lo dudo.
– ?Y sabe por que he dicho que solo queria hablar con una mujer? ?Porque los hombres no respetan la edad! Como lo unico que les interesa es la fuerza y el poder, cuando uno se hace viejo piensan que es un cero a la izquierda. ?Me comprende?
– Le comprendo a la perfeccion. ?Tambien sabe por que estoy aqui?
– ?Por supuesto que lo se! Veo la television y si no tengo la vista muy cansada, tambien leo los periodicos. Por cierto, nunca habia oido mas tonterias juntas que las que estan diciendo sobre este caso.
– Comparto esa impresion con usted.
– ?Un fanatico religioso, un asesino paranoico… como si estuvieramos en Estados Unidos! Aqui todos los fanaticos religiosos estan en la Conferencia Episcopal, y de momento aun no se han cargado a nadie, aunque tampoco me extranaria!
Me eche a reir con ganas. El, sorprendido, me observo.
– Tiene usted una risa bonita, inspectora, en eso tambien les gana a los que se han quedado fuera.
?Estaba coqueteando conmigo? Sin duda, los hombres coquetean siempre, eternamente, siempre se lanzan a la conquista femenina, hasta despues de muertos, como el Cid.
– ?Tiene usted una teoria propia sobre lo que ha podido suceder, senor Pinol?
– Para hablarle de eso necesito hacerme una idea de hasta donde sabe usted, sin ocultarme nada.
– La Semana Tragica. La profanacion del convento de la corazonianas. La posible reclamacion de uno de sus antepasados que ocasiono una represalia policial contra el profanador. Eso es todo.
Su mente, lucida pero quiza lenta, tardo un momento en procesar mi sintesis. Luego, su cabeza asintio con gravedad.
– Exactamente. ?No saben nada de Caldana?
Saque mi pequeno bloc de notas y al hacerlo, sobresalio un poco mi pistola. A Pinol le llamo enseguida la atencion.
– ?Puede ensenarme la pistola?
La observo en mi mano, como si fuera un nino, e hizo un gesto de desagrado.
– No me gustan las armas, ni tampoco las guerras. En Espana ha habido demasiadas guerras.
Temerosa de que se descentrara, lo conmine a continuar:
– ?Quien es Caldana?
– El hombre a quien mi familia denuncio tras la profanacion de las corazonianas se llamaba Diego Caldana. Paso anos en la carcel por aquella denuncia. Fue una sentencia desproporcionada que siempre se recordo con dolor entre nosotros los Pinol. Se trataba de un obrero textil sin la menor cualificacion que tenia la friolera de siete hijos. Supongo que aquel encarcelamiento hizo que la economia familiar se resintiera extraordinariamente, ya conoce usted la dureza de aquellos tiempos. Sabemos que la esposa de mi abuelo, una buena samaritana, intento compensar a aquellos desgraciados en plan caritativo, pero su ofrecimiento nunca fue aceptado, los Caldana eran pobres, pero orgullosos. Esta historia ignominiosa no se oculto en el nucleo familiar, y mi padre se encargo de contarmela tal como hicieron con el y tal como yo hice con mis hijos. Supongo que, en el fondo, se trata de una manera de hacer penitencia por los errores del pasado.
No sabia que preguntarle ni por donde abordar las aclaraciones, pero antes de que pudiera tomar la palabra, el prosiguio:
– Durante la guerra civil yo era joven aun. Como catalanista mis simpatias estaban en el bando republicano, aunque mi actividad en la guerra se limito a estar destinado en unas oficinas militares. Uno de mis cometidos consistia en conducir un coche oficial para hacer los recados que me mandaban mis superiores. Un dia, en verano del ano 38, el coche en el que viajaba sufrio un atentado en cuanto lo cogi. Iba solo y me salve de milagro de la carga explosiva que revento casi debajo de mis pies. Todo se saldo con un par de dias en el hospital, pero al salir, alguien me habia dirigido una carta sin firmar. En ella podia leerse: «Las canalladas nunca se olvidan». Siempre pense que algun descendiente de los Caldana habia tenido algo que ver en aquel intento de quitarme de en medio.
Se callo de improviso.
– ?Y que hizo usted?
– Nada, destruir la carta y callar.
– ?Por que?
– Pensara que fue por miedo a una nueva venganza, o por no dar a la luz publica el episodio pasado de la familia, pero le aseguro, se lo aseguro, que si no dije nada fue por un extrano sentido de la justicia. Me sentia liberado, como si aquella deuda afrentosa de los Pinol con los Caldana (fueran quienes fuesen) se hubiera saldado en mi persona. Ya no les debia nada, estabamos en paz.
– ?Y despues?
– Despues… nada.
– ?No tuvo noticias del autor de la carta, no investigo…?
– No hice nada. Tampoco hubo ninguna autoridad que quisiera investigar. Los tiempos eran lo suficientemente revueltos como para que un atentado se considerara una rutina habitual. Siempre he pensado que aquello era un asunto cerrado y no he querido pensar mas en el.
– Comprendo.
– De modo que si ahora quiere pasar este dato a los medios de comunicacion, me da exactamente igual. ?A quien le importan las historias pasadas?
– Senor Pinol, ?usted piensa que nuestro caso puede tratarse de una venganza tardia contra su reputacion?
– ?Que me aspen si lo se! A lo mejor cada tiempo lleva aparejado un tipo de venganza. En la guerra civil, atentados con bomba. Hoy en dia… revuelo de periodistas tras la momia perdida hasta que vuelva a salir el tema del pasado y todo el mundo sepa que los Pinol i Riudepera fueron delatores. ?Que se yo, cada vez entiendo menos lo que pasa, inspectora! Es por eso por lo que me doy cuenta de que me he hecho viejo.
Le sonrei.
– Usted no tiene nada de viejo, se lo aseguro. Si no fuera por lo que es, me lo llevaria de ayudante en esta investigacion.
Rio con pequenos impulsos que hicieron moverse todo su cuerpo enjuto.
– Digaselo a mi hijo mayor, vera como no esta de acuerdo con usted.
– Senor Pinol, si se siente usted un poco… perdone la expresion y tomela con todo tipo de salvedades, pero si se siente usted un poco secuestrado por su familia y cree que yo puedo hacer algo de tipo legal le aseguro que…
Sonrio tristemente, elevo una mano sarmentosa y llena de venas prominentes.
– Todo esta bien como esta. Puede parecerle otra cosa, pero si yo hubiera seguido al mando de las empresas familiares, hace tiempo que estariamos en la ruina. El tiempo no pasa en balde, ya lo vera. De todas maneras, me encanta que una mujer venga a liberarme en un caballo blanco. Antes era al reves. Es usted encantadora, Petra. En otros tiempos le hubiera tirado los tejos. ?Le parece ridiculo?
– No.
– Me basta con eso. ?Puedo pedirle un favor antes de que se vaya? Me gustaria que nos hicieran una foto a los dos, usted llevando en la mano la pistola.
– Eso esta hecho.
Llamo a sus adlateres y le trajeron la camara digital que pidio. La cara de todos ellos, incluido Garzon, cuando nos vieron posar adoptando diferentes posturas siempre cercanas a la parafernalia del agente 007 resulto un verdadero poema. Luego nos despedimos como autenticos amigos, lanzandonos mutuos requiebros que nadie acababa de comprender.
A la salida, Pinol junior parecia mucho mas cabreado que cuando entre. Me amenazo sin sutilezas.
– Tenga mucho cuidado con lo que comunica a los periodistas sobre este asunto o le juro que removere cielo y tierra para que se quede sin trabajo.
Lo mire como suelo hacer con las moscas estivales que zumban a mi alrededor y, a falta de insecticida, le solte:
– Yo en su lugar seria mas amable, cualquier dia de estos igual me convierto en su madrastra.
El subinspector reia de buena gana cuando ganamos la calle.