– No es necesario, ya lo ha hecho el comisario Coronas. Me lo comunico hace un rato para que la informara a usted.
– No entiendo nada.
– Pues se lo puede imaginar solita: el cachorro de los Pinol ha llamado hecho una furia, Coronas ha tomado cartas directas en el asunto saltandonos a nosotros alegremente y… ?el sumario ya es secreto!
– ?Toma con el novato! ?No era tan oficialista el tal Manacor?
– No ha resistido los bufidos de nuestro amado jefe.
– Si, esto esta tomando el cariz que mas le jode a Coronas: implicacion policial de una familia importante. ?Sera cabron, por que se ha saltado nuestra autoridad?
– El es el patron y nosotros los marineros. Claro que me lo ha contado todo a mi porque a usted le tiene miedo.
– ?A mi, por culpa de esa puta momia ya no me tiene nadie ni respeto!
– Se esta poniendo usted a la altura de Villamagna.
– Y espere a ver la camiseta que voy a comprarme. Tendra una leyenda que diga: «Yo tambien quemo conventos».
– ?Ve? ?Eso me ha gustado! Compre otra para mi.
– No creo que lo apruebe el estilismo de su mujer. Llame a las chicas, reunion en mi despacho dentro de una hora.
Sobre mi mesa tenia una lista de llamadas y mensajes. Me sorprendio ver en uno de ellos el nombre de la hermana Domitila. ?No sabia mi numero de movil? Marque el del convento a toda velocidad, pero cualquier aceleracion se estrellaba siempre contra las paredes conventuales. Diez minutos despues y, probablemente rescatada de algun rezo comunitario, la voz de la hermana Domitila sono imperiosa en mi oido a traves del auricular.
– Digame, inspectora.
– Perdone que sea inoportuna, pero he visto su mensaje en comisaria y no comprendia por que no me habia llamado a mi movil.
– Nunca he tenido su numero.
– ?Como puede ser! Usted que es como una detective mas en plantilla.
La oi reir complacida y luego su voz animada y energica me informo llena de entusiasmo.
– Inspectora, no es que el hermano Magi y yo hayamos encontrado nada especial en el caso; pero por lo menos en el archivo diocesano nos han orientado hacia el lugar al que debemos ir.
– No la entiendo.
– Hemos sabido que existe una biblioteca eclesial, llamada la Balmesiana, especialista en todos los acontecimientos de la Semana Tragica. No le dire mas que una cosa para que se haga cargo de la importancia del dato: ?el director tiene acceso al Archivo Secreto Vaticano!
– ?Vaya! -exclame aparentando una sorpresa valorativa de las grandes.
– ?Y es tambien archivero mayor del archivo general de los capuchinos!
– ?No me diga mas! -reincidi en la exclamacion empezando a ponerme nerviosa-. ?Y eso que quiere decir?
– Inspectora, eso significa que podremos consultar un monton de documentos especialmente seleccionados sobre la epoca que nos interesa. Quiza de ahi si podremos extraer detalles sobre la personalidad de Caldana, donde vivia, de donde era originaria su familia, que sucedio exactamente durante el proceso…
– ?Y que han hecho al respecto?
– Tenemos concertada una visita para manana, ?y nos recibira el propio director!
– Magnifico. En cuanto averiguen algo, hagamelo saber.
– ?Por supuesto, inspectora. A la orden! -dijo en tono festivo, y se echo a reir.
Quiza los policias estabamos pasando por un mal trago, pero era evidente que eramos los unicos. Nuestros colaboradores se divertian como chavales. El doctor Beltran se lo pasaba bomba haciendo especulaciones cercanas a lo literario y aquel par de monjes veian el cielo abrirse con tanto aporte intelectual y salida de la rutina. Me imaginaba perfectamente a la alta y fuerte Domitila abandonado el habito y vestida de Sherlock Holmes. Al final, las caracteristicas mistico folcloricas de la maldita momia medieval estaban haciendo olvidar a todo el mundo que nos enfrentabamos a un hecho tragico: dos muertos reales y recientes. Todo aquello se estaba convirtiendo en una entretenida pantomima.
Garzon puso cara de poker cuando le conte la al parecer magnifica noticia del archivo balmesiano. Para que comprendiera que era algo muy estimulante lo conmine a que reaccionara de algun modo.
– ?No me dice nada, no hace preguntas?
– ?Y yo que voy a decir! Ellos son sabios, ellos sabran; pero para mi que por un fraile y una mendiga no van a abrir los archivos secretos del Vaticano ni de cona.
– Nadie ha mencionado que tengan que hacerlo. Lo que buscamos es…
De repente me acometio un verdadero extasis de cansancio, de absurdo, de impotencia y desesperacion. Me interrumpi, busque un cigarrillo y, tras encenderlo, exhale una nube de humo que era como una senal de socorro.
– ?Le ocurre algo? -se dio cuenta enseguida de algo raro el subinspector.
– Estoy hasta el mono de todo esto, Fermin. Lo cambiaria por cualquier crimen pasional, por una reyerta callejera con resultado de muerte por navajazo, por un atropello accidental con huida posterior del conductor, por…
– ?Quiere que vayamos a tomarnos una copa?
– Dudo de que sea una buena solucion, sobre todo porque Yolanda y Sonia estan esperando fuera.
– Vale, pero cuando acabemos con ellas nos emborrachamos, ?que le parece? A la salud de la Iglesia, del papa y de los capuchinos calzados con alpargatas.
Le sonrei. Siempre valoraba sus gestos de amistad, sobre todo los que consistian en proponer una ingesta etilica que nos dejara fuera de juego.
– No le digo que no -murmure, e hice pasar a nuestras jovenes agentes.
Estaba segura de que habian llegado a un acuerdo entre las dos conforme siempre hablaria Yolanda. Debia de ser el ultimo sistema que les quedaba por ensayar para que no me subiera por las paredes con solo oir una palabra de Sonia.
– Vamos con los Caldanas que habeis visitado ya -intente sintetizar desde el principio.
– Son cuatro y todos familias normales que no parecen tener nada que ocultar. -Saco un bloc de notas y leyo-: Gerardo Caldana Ortiz, cuarenta anos, tiene una parada de pescado en el mercado de la Concepcion. El dia de autos…
– Un momento -la detuve-. ?Tiene hijos jovenes?
– ?Como? -pregunto desorientada.
– Es preciso que reinicieis la investigacion teniendo en cuenta este informe -alargue hacia ellas los papeles del psiquiatra.
– ?Otra vez el psiquiatra? -casi exhalo la pregunta Yolanda.
– Averiguad si esas familias tienen hijos jovenes, si pueden estar en un contexto marginal, donde viven estos, en que se ocupan… y si hay algo que os llama especialmente la atencion nos lo comunicais a nosotros, pero tambien al doctor Beltran.
Sonia emitio un sonido, antesala de una frase, que Yolanda se apresuro a interceptar con una mirada fulminante. Como no aprobaba ese tipo de censura previa, le dije a la primera de modo circunspecto:
– Ibas a decir algo, ?se puede saber que?
– Pues, yo me preguntaba, bueno, le queria preguntar a usted si ahora cuando el doctor Beltran nos diga algo, ?hemos de tomarlo en serio?
Yolanda apreto los punos como senalando una fatalidad y solo relajo la musculatura cuando, no percibiendo ningun grito estruendoso, me oyo bien al contrario bisbisear contenidamente:
– Si, hija mia, si.
Cuando salieron del despacho me volvi hacia Garzon y afirme, categorica:
– ?Esa copa, Fermin!, me hace falta.
La Jarra de Oro estaba a rebosar. Los clientes, euforicos Dios sabe por que, brindaban y pegaban berridos