– Esta en Sant Pere mes Baix.
– He venido aqui para conocer antes sus ordenes.
– Como le digo, no hay tiempo para ninguna reunion. Empiecen interrogando a los duenos del negocio y mientras tanto veremos si los hombres que he mandado en su busca dan con el sospechoso. Solo digame por que creyo que ese hombre esta implicado.
– El paraiso que lleva escrito esa furgoneta en los laterales, es el paraiso del que hablaba Eulalia Hermosilla cuando la perseguian. Estoy segura, senor. Era raro que una mujer nada religiosa se refiriera tantas veces al paraiso. De esa furgoneta bajaron los dos hombres que la mataron. Fue quiza esa furgoneta, convenientemente tapado el letrero publicitario, la que cargo el cuerpo del beato la noche del asesinato del hermano Cristobal. La fuga de su conductor y la agresion a Sonia indican que estamos en la pista correcta.
El comisario bajo los ojos en senal de levisimo pero firme asentimiento. Nosotros nos movilizamos como una pareja de baile bien entrenada. Cuando teniamos un pie en el quicio de la puerta, anadio:
– Senores, mi confianza sigue depositada en ustedes. Vayan, no pierdan tiempo.
Sonrei de modo desvaido, y lo mismo hizo Garzon. Ocupamos nuestros lugares en el coche sin dirigirnos la palabra. Conducia yo, y no apartaba la vista del trafico. El subinspector parecia sonambulo. De pronto oi su voz como emanando de un cuerpo celeste.
– ?Solo leyendo el letrero ya ato usted los cabos?
– No podia ser de otro modo, Fermin, el miedo que la mendiga tenia del paraiso no puede venir sino de ahi. Ademas, ?como se explica si no la reaccion del tipo?
– ?Que aspecto fisico tenia?
– No pude fijarme bien, pero era lo suficientemente corpulento como para ser el asesino.
– El asesino… -musito como en trance.
– A no ser que con la mala pata que tenemos el tipo huyera porque es drogadicto, tiene cuentas pendientes con la justicia o algo asi. Aunque no, seguro que nos conocia, sabia que Sonia y yo eramos policias; es posible que incluso nos haya estado espiando todo este tiempo.
– ?Es significativo que lo encontraran cerca del domicilio del Caldana que andaban investigando?
– He descartado eso.
– ?Por que?
– El hijo de los Caldana en cuestion tiene sindrome de Down. Trabaja en uno de esos talleres de terapias educacionales.
– ?Y entonces?
– No es la primera vez que yo veia esa furgoneta, Fermin. Usted tambien la ha visto.
Atisbe de soslayo que Garzon me observaba como una lechuza.
– No caigo -acerto a pronunciar.
– Era la que llevaba vegetales a la cocina del convento. Estaba en una ocasion aparcada junto a la puerta, y llegamos a cruzarnos con su conductor, ?recuerda?
Aquel dia lucia una elegante corbata gris que se desanudo como si fuera un obstaculo que le impidiera comprender.
– No se si recuerdo o no; lo malo es que no entiendo nada, inspectora.
– Tampoco lo entiendo yo; pero de repente alguien ha puesto una flecha que senala al convento.
– ?Al convento?
– El hombre que llevaba las frutas alli, que ha golpeado a Sonia y huido despues, es quien asesino a Eulalia Hermosilla.
– ?Y eso…?
– No pregunte mas, Fermin, porque le dire una y mil veces lo mismo: no lo se.
El siguio en sus meditaciones y yo evite meditar mas. Anticipar cualquier hipotesis no es que fuera arriesgado, era imposible; pero por primera vez tenia el estomago revuelto y sentia algo parecido a lo que deben sentir los perros de caza cuando han olfateado de cerca la presa.
El Paraiso era un almacen de mayorista grande y nuevo. Todo presentaba un aspecto tan aseptico, tan organizado que tenias la impresion de encontrarte en las salas de una clinica. Habia un par de hombres acarreando cajas llenas de hermosas verduras de un lado al otro. Paseando por la nave central, mientras hablaba enloquecidamente por el movil, vimos a un hombre mayor con una bata blanca que parecia ser el dueno. Se dirigio hacia nosotros con extraneza.
– Lo siento, senores, pero no vendemos a particulares.
– ?Es usted el propietario de este negocio? -pregunto Garzon en el tono inequivoco de un policia.
– Si -respondio el hombre, dubitativo.
– Mi nombre es Fermin Garzon, subinspector de policia, y aqui la inspectora…
Abrio los ojos desmesuradamente y se llevo una mano al pecho como si sintiera dificultades al respirar.
– Mis hijos, ?que ha pasado?, ?son ustedes de trafico?
Note que le flaqueaban las piernas. Uno de los trabajadores vino en su ayuda. Le echamos una mano para sostenerlo y yo le dije enseguida, recalcando las palabras:
– No se preocupe, senor, no se preocupe. No somos de trafico; sus hijos estan bien.
Pasamos a un pequeno despacho que habia al fondo y alli el hombre se sento, fue recuperando el control de si mismo, se sereno. Debia de tener mas de setenta anos y parecia debil; debiamos interrogarle haciendo gala de exquisita diplomacia.
– Perdonen, pero me han dado un susto de muerte. Llevo mas de una hora intentando contactar con mis hijos por telefono y no ha habido manera. Y al llegar ustedes y decirme que son policias lo primero que he pensado es que…
– Un hijo suyo se ha dado a la fuga al darle el alto la policia y ha atacado a una de nuestras jovenes agentes, que esta ahora en el hospital -solto el subinspector echando por tierra todos mis planes de sutileza.
– ?Como ha dicho? Eso no puede ser. ?Que hijo era?
– Juanito -conteste.
Se quedo quieto, pensando, como si alguien le hubiera golpeado en la cara e intentara recomponerse.
– Pero… ?de que me esta hablando?
Haciendo gala de un dominio del eufemismo que a mi misma me sorprendio, intente contarle todo cuanto habia sucedido. Claro que al llegar al golpe que el tal Juanito le habia propinado a Sonia en la cara, las dulcificaciones se hacian dificiles. Me di cuenta de que si su hijo tenia una vertiente canallesca, aquel hombre la desconocia por completo. Pensar que estaba fingiendo era improcedente, ni el propio Sir John Gielgud teatralizaba con tanta perfeccion. De cualquier modo, ahora que habiamos evitado que sufriera un infarto en nuestra presencia, teniamos que componernoslas para que nos procurara una minima informacion, como por ejemplo su nombre.
– Agustin Lledo.
– Vera, senor Lledo, el caso es que su hijo podria estar involucrado en un asunto sucio.
La pregunta no se hizo esperar.
– ?Que asunto?
– No lo sabemos con certeza, pero…
Recuperado de su reaccion emocional, su cerebro parecia funcionar a las mil maravillas.
– ?No saben con certeza si esta metido en un asunto y quieren detenerlo? ?Ah, no!, primero sere yo quien les haga preguntas, luego pregunten ustedes.
– Le recuerdo que su hijo sera acusado de haber agredido a una agente policial.
– Quiero llamar a mi abogado.
– De acuerdo, llamelo.
Saco su movil, busco un numero y lo marco. Luego nos dio la espalda y hablo en catalan durante un breve espacio de tiempo.
– Viene hacia aqui.
– De acuerdo; pero mientras tanto, por que no nos dice donde vive su hijo. Es un dato que podemos averiguar por nosotros mismos con un poco mas de tiempo; pero no querra que lo acusen a usted de obstaculizar la labor de la policia, ?verdad?
– Solo hablare en presencia de mi abogado -exclamo, y note en el incluso una cierta satisfaccion por haber