direccion a la ciudad con paso normal. El testigo se habia fijado porque le parecio relativamente infrecuente que una furgoneta comercial se estacionara alli. Garzon estaba de un humor infernal.

– ?Ahora llegaran los de la Cientifica y se llevaran el cacharro! ?Ya me dira usted para que cono teniamos nosotros que venir!

– Le recuerdo que nos ocupamos de este caso.

– Pero hay mas gente en la policia, ?o no? Yo tengo una familia, cosas personales a las que atender, me asiste el derecho de cenar con mi esposa, de descansar.

– No me venga usted ahora con el sindrome del policia recien casado. ?Todos tenemos otras cosas en que pensar!

Me miro con rencor. Pero casi inmediatamente se arrepintio de su reaccion y me dijo:

– Perdone, Petra; lo siento. Ahi abajo, en las primeras calles de Poble Sec, hay un bar donde hacen unos montaditos que no estan mal.

– Pero usted ya ha cenado, y tenia mucha prisa por volver.

– No hay que perder las formas -mascullo-. Ademas, la sopa de verduras que estabamos comiendo era una bazofia. Lo siento por Beatriz, pero es la verdad. No me sentaran nada mal unas tapas sabrosas y una buena cerveza.

– Me parece bien.

– ?El que le parece bien?

– Que no perdamos las formas.

El local en el que acabamos carecia por completo de personalidad; era uno de esos sitios donde cuatro o cinco individuos que no son sino restos del naufragio social toman una cana antes de hundirse en el profundo anonimato de la noche. Garzon se excuso.

– No era este el bar al que me referia, pero no puedo recordar donde esta.

– Ni se inmute, Fermin, este garito me parece estupendo. Y fijese, sirven una tortilla de patatas pleistocenica que con el hambre que tengo, me va a saber a gloria.

– Yo me inclino por aquellos choricitos, dentro de lo que cabe quiza no esten mal.

Cominos con avidez y bebimos cerveza directamente escanciada del barril. Me senti mejor tras alojar algo en el estomago. El subinspector me miro con gravedad.

– ?Hacia donde nos dirigimos, Petra?

– ?Es una pregunta filosofica?

– Meramente profesional. ?Adonde nos lleva Juanito?

– Le hablare con el corazon en la mano: no lo se. En este caso todo el tiempo he tenido la sensacion de estar meando fuera del tiesto, si me permite la vulgaridad.

– Se la permito.

– Bien. Pero ahora, despues de esta liebre que ha saltado de improviso al camino, me siento desconcertada.

– Digamos que usted no cree que esto tenga nada que ver con los Caldana ni con la historia de este pais.

– Digamos que la liebre nos lleva al convento y no tengo ni idea de lo que podemos encontrar alli. Porque digame, ?es fruto de la casualidad que un repartidor que lleva la fruta a las monjas huya de esa manera y desaparezca?

– ?Estaba siguiendonos?

– Quiza.

– Intuyo que manana sera un largo dia de trabajo.

– Intuye a la perfeccion. Hay que ver que encuentran en el interior de esa furgoneta, hablar con las monjas, con el cura del centro excursionista que frecuentaba Juanito Lledo…

– ?Nos pasamos la vida entre curas, monjas y frailes!

– Ya ve; en el fondo, somos espanoles.

– ?No le parece frustrante que al final un temible asesino y ladron de reliquias sea un repartidor de alcachofas y platanos que se llama Juanito?

– ?Que le vamos a hacer!; tal y como le digo: somos espanoles.

Aquella noche dormi con una profundidad que no pudieron alterar las novedades del caso ni la intriga que provocaba en mi. Ni siquiera la posibilidad de que el asesino se llamara Juanito logro impedir que durmiera como un leno. Me desperte como un animal lozano que recupera la vida cuando abre los ojos. Descubri a Marcos a mi lado, me acerque a el en busca del calor de su cuerpo, lo abrace. De repente, la racionalidad se instalo en mi feliz mundo organico y tuve la fatalidad de recordar: el beato Asercio, el paraiso de las frutas y verduras, el asesinato y el mal, todo cuestiones tipicamente humanas. Antes de caer en cualquier tentacion, me levante de un salto y entre en la ducha. Oi como Marcos, medio en suenos, emitia un suspiro de decepcion.

Por telefono me informaron de que ninguno de los hermanos Lledo habia aparecido aun, si bien a instancias del comisario, un operativo especial los buscaba ya. Despues, un orden de prioridades no consultado con nadie me hizo decirle al subinspector que nos encaminaramos a la parroquia del cura excursionista, como habiamos dado en llamarle. Y alli lo encontramos, afable y madrugador, un hombre de unos cuarenta y tantos, que se mostro muy inclinado a colaborar con la policia en general. Otra cosa es que se quedara sin habla cuando le preguntamos por Juanito Lledo.

– ?Por que lo buscan, que ha hecho? Es un muchacho muy bueno y trabajador, no me lo imagino metido en ninguna fechoria.

– Creemos que puede estar implicado en el asesinato del cisterciense hermano Cristobal del Espiritu Santo, no se si ha oido hablar de el.

– ?Por supuesto que si, la prensa ha informado cumplidamente! Pero no estaran hablando en serio.

– Tenemos que charlar un buen rato con usted.

– Adelante.

Nos metio en un despacho un tanto destartalado y nos invito a tomar asiento en un desvencijado sofa.

– Ustedes diran.

Se habia puesto muy serio.

– Necesitamos saber cosas sobre Juanito Lledo, cualquier cosa que usted sepa: que vida lleva, los amigos que tiene, cual es su personalidad.

– No me parece que sea buena idea contarles cosas privadas de un buen muchacho sin saber por que razon lo buscan.

Me disponia a decirle cuatro lugares comunes sobre la obligacion de colaborar con la policia, pero el subinspector se me adelanto:

– Oiga, hermano…

– Padre.

– Padre o lo que sea. Estamos investigando un asesinato del que ese hombre es sospechoso; de manera que deje de hacerse el cura progre o le pediremos al juez que lo impute como encubridor. Esto no es una pelicula americana de chicos buenos del Bronx. ?Lo ha entendido?

Me quede estupefacta, el cura tambien. De cualquier modo, no me parecio mal la interpelacion, el tiempo era demasiado precioso como para perderlo en largas explicaciones diplomaticas. El interpelado carraspeo, puso cara de ofrecer todos aquellos sacrificios al buen Dios y empezo a hablar con voz beatifica.

– Juanito es un hombre un poco especial: solitario, sensible, con poca capacidad para hacer amigos y relacionarse con los demas. Le falto su madre muy pronto, y asi como su hermano supo espabilarse, el acuso mucho mas el golpe de la orfandad. Sin embargo, nadie puede decir que no sea totalmente normal, lo es. Solo que resulta un tanto inmaduro para su edad: trabaja con su padre en un puesto que no le exige demasiada responsabilidad, viene aqui los fines de semana para ayudarme con los chicos mas jovenes y los domingos salimos todos de excursion.

– ?En que le ayuda?

– Bueno, trabajamos con adolescentes de familias sin muchos recursos. Organizamos liguillas de futbol, cineforum, bailes… actividades para que esos chicos tengan algo sano que hacer en vez de dejarse atrapar por malos ambientes o drogas. Juanito me secunda en toda esa organizacion, y lo hace muy bien.

– ?Entonces no tiene amigos?

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