– Juanito Lledo esta en busca y captura. Cuando una de nuestras policias fue a darle el alto la ataco. Creemos que puede estar implicado en el caso. Quiza el mato a Eulalia Hermosilla, que declaro haber visto a dos hombres persiguiendola.

– ?Dos hombres?

– El segundo puede ser Miguel, el hermano de Juanito.

Bebia mis palabras como si fueran agua fresca para su sed de saber mas, intentaba colocar cada cosa en un lugar del entramado que le permitiera comprender, y era rapida, precisa.

– ?Como supo usted eso?

– La mendiga, dentro de su confusion, dijo varias veces temer al paraiso. Al principio interpretamos esa locucion como simple miedo a morir, pero despues vi el cartel de El Paraiso en la furgoneta, e hice una rapida deduccion. Nos acercamos y el chico que conducia tuvo la reaccion de huir. Finalmente agredio a una de mis policias, que intentaba impedirlo.

– ?Y como esta la chica?

– Esta bien.

Los ojos de la superiora enrojecieron debido a la concentracion a la que estaba sometida. Entonces no lo dudo un instante, llego a sus conclusiones.

– Ustedes creen que ese chico tiene algo que ver en el caso, pero ?no puede ser casualidad?

– ?Que tipo de casualidad?

– Ha cometido algun delito que nada tiene que ver con la muerte del padre Cristobal, pero ustedes le dan el alto, se asusta y…

– No, madre, no, la experiencia nos ha demostrado que las casualidades se prodigan poco en el entorno de un crimen. Ese chico tiene algo que ver en el caso. Tenemos sus huellas marcadas en unos guantes de latex que se utilizaron en la muerte de la mendiga. En la furgoneta hay fibras del cuerpo del beato. ?Quiere mas casualidades? Lo malo es que tampoco debe ser casual que se tratara del repartidor de verduras del convento. Lo cual nos lleva a concluir que quiza los motivos por los que mato tienen algo que ver con esta comunidad.

– ?Quiere decir con mis monjas?

– No lo descarto. Por eso quiero hablar con todas las que tuvieron algun contacto con el.

– Pero ?no se da cuenta de que eso carece de todo sentido? ?Es absurdo, inspectora, absurdo! Deme una sola hipotesis de lo que hubiera podido pasar, una sola.

– No la tengo.

– ?Entonces?

– Investigar sirve para crear hipotesis, raramente se hace al reves. Claro que a lo mejor usted no quiere que me interne en el mundo de sus monjas.

– Tonterias, inspectora, tonterias. Puede hacer lo que considere necesario, yo la ayudare. Y por cierto, ?que pasara con todo el duro trabajo de la hermana Domitila y el hermano Magi? ?Lo han dejado de lado como posibilidad?

– Les hemos dicho que interrumpan las pesquisas, pero lo que han averiguado hasta ahora sigue pendiente de consideracion.

– ?Con toda la publicidad negativa que han creado en torno a don Heribert, nuestro benefactor! ?y ahora…?

– ?Quiere dejar de presionarme? ?Es usted mucho peor que mi comisario!

Se quedo un tanto perpleja, se sonrojo.

– Perdone, pero no consigo entender nada de todo este galimatias.

– ?Tampoco yo! De entenderlo el culpable estaria ya frente al juez. La pregunta es: ?piensa ayudarme o no?

– ?Por supuesto que pienso ayudarla, se lo he dicho diez veces! Hable usted con todas las monjas si lo desea, sometalas a interrogatorios extenuantes, ?a torturas! Haga lo que le parezca, tiene mi consentimiento sin dudar. Pero le advierto de que va a perder mas tiempo del que ha perdido hasta el momento. Buscar culpabilidad entre las hermanas es como buscar agua en el centro del desierto, se lo aseguro.

La mire, ya sin animos de contestar. De momento, la unica extenuada era yo. Si pensaba ayudarme con aquel estilo entre peleon y teatral, preferia mil veces tenerla en contra. Aun asi, temple mi paciencia y respondi:

– ?Sera tan amable de disponer que vengan las hermanas que trabajan en la cocina, por favor?

Asintio y se fue. Quiza aquel caso quedara sin resolver, pero todo indicaba que, gracias a la paciencia que invertia en el, alli se iniciaria mi proceso de beatificacion. Tome aire, respire profundamente, me levante y di unos paseitos por la sala de visitas. Para colmo, no podia fumar un cigarrillo ni tomar una copa a fin de rebajar tensiones. Y que haria a continuacion, ?pedirle a la superiora que estuviera presente en todos los interrogatorios? Me sentia poco proclive a ello, pero si no lo hacia, podia encontrarme con el laconismo exacerbado de las monjas presidiendo cualquier contestacion. Adelante pues; si bien la advertiria de que ningun comentario que interrumpiera el dialogo seria bienvenido.

No recordaba los rostros de la cocinera y su pinche. De hecho, el dia que interrogamos a todas las monjas en union, me parecieron basicamente iguales entre si. Las salude y respondieron con una sonrisa. Debia reconocer que la presencia de la superiora resultaba positiva, porque las dos testigos estaban bastante relajadas. Una era de cierta edad, fuerte e incluso rechoncha, imagine que se trataba sin duda de la cocinera. La otra no debia tener muchas luces, porque me dio la impresion de que le costaba comprender cual era la situacion ya que su sonrisa se eternizaba bobamente en su rostro.

– ?Ustedes veian con frecuencia a Juanito?

La cocinera miraba a la superiora en busqueda de permiso. Una inclinacion de cabeza se lo concedio.

– Siempre venia el a traer los pedidos, desde hace tres anos o mas.

– ?Que caracter tiene ese chico?

– Bueno, un chico formal y poco hablador.

– ?Como llego a ser su abastecedor, alguien lo recomendo?

– Antes venia un senor que se llamaba Jose, pero cuando se jubilo nos aconsejo Frutas El Paraiso. Dijo que eran serios y tenian buenos precios. La madre superiora lo autorizo y asi empezamos.

– Aparte de ustedes, ?veia a alguien mas en el convento?

– La hermana contable le pagaba.

– ?Alguna vez, por alguna razon, vio o se entrevisto con otras hermanas?

– No creo. Podia ver a alguien por pura casualidad en los pasillos. Como ya teniamos confianza con el, no le haciamos esperar a que estuvieran despejados de hermanas; pero de eso a hablar con alguna de ellas… no creo, francamente.

– ?Cabe la posibilidad de que en alguna ocasion Juanito coincidiera con el hermano Cristobal? Tome su tiempo para pensarlo.

Clavo su mirada bonachona en el techo, se esforzo en hacer memoria. Luego dijo con un poco de miedo:

– No se como contestar. Yo, desde luego, no lo vi hablando con el, pero es que yo tampoco veia nunca al hermano. Solo al principio de venir por aqui a trabajar en el archivo, se presento en la cocina una vez para pedirnos que nunca le dieramos bacalao para comer, ni siquiera en Cuaresma. Decia que era el unico alimento del mundo que no podia tragar, le daba grima. Aparte de eso…

– Tampoco le gustaban las sardinas fritas -se arranco de pronto la pinche. Luego puso cara de gran sagacidad, como si estuviera convencida de que aquel era un dato decisivo para la investigacion.

– Muy bien, pueden marcharse.

Tras mirar una vez mas a su superiora en demanda de aquiescencia, salieron, yo diria que felices por ser protagonistas una vez en la vida de algo inusual. La madre Guillermina indago en mis ojos con los suyos.

– ?Que le han parecido?

Me divirtio su tono profesional, absolutamente complice de mi actividad detectivesca.

– Nada especial.

– No, claro. Pero si ya se lo digo yo, inspectora; entre las monjas de este convento no va a encontrar usted pista ninguna. ?Pero si vivimos apartadas del mundo!, cada una a lo suyo, metidas en nuestra actividad: el quehacer del dia a dia y los rezos. ?Que quiere que sepamos nosotras?

– Que las interrogue no presupone que sepan nada. Pero algun detalle que pase inadvertido a primera vista puede servir. Haga venir a la contable, por favor.

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