– Yo me cruce con el alguna vez en el pasillo.
– ?Le hablo?
– Noooo -exclamo con el mismo escandalo que si le hubiera preguntado si le practico una felacion.
– ?Se fijo en algun detalle del muchacho? -retome yo las preguntas.
– No lo mire.
– ?Y entonces como lo vio?
– Lo vi desde lejos, pero baje los ojos cuando estuve cerca de el: es lo decoroso en una monja.
– Comprendo.
– ?Alguien mas lo vio del mismo modo, es decir solo pasando por su lado y sin hablar con el?
Algunas monjas, incluida la madre Guillermina, levantaron una mano timidamente.
– ?Alguien en alguna ocasion hablo con el, aunque solo fuera del tiempo?
Ni una mano se destaco entre los habitos negros.
– ?Alguien lo vio en alguna oportunidad haciendo o diciendo algo que le llamara la atencion?
Silencio e inmovilidad en el grupo. Me di cuenta de que era inutil intentar nada mas. Mire a la priora y le dije en voz baja:
– Digales que pueden retirarse.
Sali al corredor y por el rabillo del ojo pude observar como todas regresaban a sus celdas sin hablar entre ellas. Quedamos solas la superiora y yo.
– Madre Guillermina -empece, pero inmediatamente me interrumpio:
– Cualquier cosa que quiera decirme, en mi despacho.
Fue tan imperativa que la segui sin dudar, preguntandome si en su despacho me diria algo interesante. Pero no, enseguida comprendi la premura por llegar a su pequeno rincon. Inmediatamente despues de haber cruzado el umbral, saco de un lugar oculto de su habito una cajetilla de tabaco, tomo un cigarrillo y se puso a fumar con la vehemencia de una drogadicta.
– Disculpeme… -acerto a decir, reconfortada por el humo.-…pero nuestra conversacion anterior fue tan tensa que sentia absoluta necesidad de un cigarrillo.
La observe con simpatia, como siempre que me mostraba sus debilidades de ser humano. Yo tambien busque mi paquete para fumar.
– Lo siento, madre, se lo aseguro. Mi intencion no es nunca la de pelear con usted, pero debe comprender que este caso esta durando demasiado, y eso genera un enorme nerviosismo general. Hemos cometido demasiados errores y quiero estar convencida de que no cometemos mas.
Asintio gravemente, exhalo el humo, cerro los ojos.
– Yo tambien le pido perdon. Piense que quiero ayudarla, conseguir que estos crimenes execrables queden aclarados de una vez y que al convento regrese un poco de la paz de la que antes disfrutabamos. Todo esto es cansado para mi tambien, inspectora. Ha sido excesivo, ha sido… como una terrible maldicion. ?De verdad cree que seran ustedes capaces de encontrar pronto al culpable?
– Sin duda ninguna, presiento que nunca habiamos estado mas cerca.
– Rezare intensamente porque lo consigan.
– Se lo agradezco.
Deje cansinamente el despacho y por primera vez en todo aquel desgraciado caso, me di cuenta de que circulaba por los corredores del convento yo sola, sin que nadie me acompanara. Tal ausencia de vigilancia me provoco una sensacion extrana. Aquel era un reducto imposible de franquear, un circulo cerrado al que resultaba francamente dificil arrancar sus secretos, si es que existian.
Solo a mediodia reuni fuerzas y serenidad suficientes como para telefonear a Marcos. Respondio desabridamente al comprobar que era yo.
– ?Aun estas enfadado conmigo?
– Fuiste muy injusta ayer.
– Si, ya lo se -conteste imbuida aun del espiritu de santa convivencia que me habia transmitido la superiora horas atras.
– Saberlo no cambia mucho las cosas.
– Lo se y te pido disculpas.
– Bien -dijo en un susurro.
– Si quieres puedo someterme a duras penitencias.
– ?Como por ejemplo?
– Puedo ir contigo a comer
Se echo a reir.
– Te recojo en comisaria dentro de veinte minutos.
Comimos felices y tranquilos en un restaurante japones lleno de ciudadanos barceloneses devotos del pescado crudo. Sin duda ninguna el amor era una planta muy delicada que necesitaba cuidados permanentes, todo lo contrario de lo que siempre se nos ha hecho creer: «El amor verdadero aguanta ciclones». Puede que si, pero se mustia si alguien no derrama sobre el un poco de lluvia remansada.
– Creo que esta noche podre llegar pronto a casa -prometi de modo suicida a los postres.
– Seria genial, porque hoy estan los chicos y no paran de preguntarme por ti.
– ?Estas seguro de que es por mi, no sera por la momia o el asesino psicopata?
– Bueno, por ellos tambien.
– Entonces no se si quedarme trabajando, tengo pocas novedades que presentarles y me machacaran.
– Es un riesgo al que debes enfrentarte.
Despues de la comida me sentia mas en paz con el mundo, sentimiento que se esfumo en cuanto tuve delante a Garzon.
– ?Cono, inspectora, me preguntaba donde se habia metido!
– Pues siga preguntandoselo porque no pienso decirselo. ?Ha pasado algo interesante?
– La plana mayor ha dado luz verde a la comparecencia de Villamagna frente a los medios. En media hora estaran todos aqui para la rueda de prensa.
– ?Sabe algo el juez?
– Creo que ni mu. Los jefes se han portado.
– Se han portado, pero como Manacor se ponga chungo nadie dara la cara por nosotros y nos la cargaremos usted y yo. ?Es consciente de eso?
– No he nacido ayer. ?Acaso ve panales en mi entrepierna?
– No veo en su entrepierna nada que me llame la atencion.
– Aprecio su sentido del humor, lastima que el sentido del deber no este a la altura.
– ?Toda esta gresca porque he llegado media hora tarde!
– ?Esta segura de que Villamagna sabe lo que debe decir?
Como en una escena vodevilesca, el propio Villamagna aparecio por la puerta. Llevaba puesto el precioso uniforme negro de la Policia Nacional, que le sentaba muy bien a su fisico. A su espiritu no parecia cuadrarle de igual manera, porque enseguida se puso a despotricar en su habitual
– ?La madre que me pario! Al tio que diseno este uniforme deberian caerle veinte anos y sin posibilidad de provisional.
– Estas muy guapo, Villamagna.
– ?Guapo?, mirame el cuello: rojo como el culo de un mandril. ?Y todo por esta camisa de los cojones!
– ?Los jefes te han dicho que te pusieras de gala?
– Si, para dar mas empaque a la declaracion. Por lo visto se trata de cargar las tintas sobre la culpabilidad de los huidos, ?no?
– Sobre todo de uno de ellos, queremos que se acojone y se entregue. Es probable que no sea tan culpable como su hermano.
– ?Y por lo menos hay algun fundamento en lo que voy a decir?
– Tenemos pruebas.
– Bueno, me lo creere. De todas maneras no vais a contarmelas, ?verdadero o falso?
– Tu suelta lo de los hermanos, carga las tintas y no contestes ni a una pregunta.
– ?Joder, como odio ser portavoz!