– Vaya a su celda y procure dormir. Confiemos en Dios, que todo lo decide. -Las palabras de la madre Guillermina, a pesar de su dulzura intrinseca, habian sido pronunciadas con la firmeza de una orden sumaria. Aproveche para marcharme yo tambien.

Marcos me esperaba despierto en la cama e hicimos el amor sin hablar. Tuvo la suficiente delicadeza como para no hacerme ninguna pregunta sobre el trabajo. Pero ni siquiera con esa precaucion pude quitarme el caso de la cabeza. Las imagenes de las dos monjas hablando conmigo, sus palabras, sus expresiones, me ocupaban la mente impidiendome dormir. Aparte de lo que hubiera podido decirles para serenarlas, era evidente que la ausencia de la hermana Pilar no era un hecho tranquilizador, aunque no tuviera nada que ver con el caso. La hermana Domitila estaba destrozada. Curiosamente, entre las pocas cosas que sabia sobre las ordenes religiosas, crei recordar que existia una especie de prohibicion sobre los afectos entre los religiosos de la misma comunidad. Teoricamente se llegaba incluso a cambiarlos a otro convento de vez en cuando para que no desarrollaran carino hacia ningun companero. Era algo que tenia que ver con la negacion de las condiciones familiares o de amistad en un entorno en el que debia primar el amor divino, la concentracion en los asuntos del alma. Al menos eso era lo que siempre habia creido. Y sin embargo, aquella monja demostraba a las claras su devocion hacia su joven pupila intelectual. Quiza estaba equivocada y esas reglas pertenecian al pasado o quiza eran una de tantas leyendas de las innumerables que se habian creado en torno al mundo opaco de la religion.

A la manana siguiente me acompano Yolanda a la facultad de historia. Habiamos preguntado por telefono a la hermana Domitila cuales eran las asignaturas y horarios del dia que debia cumplir la hermana Pilar. Los conocia perfectamente y nos informo. De modo que tuvimos que ir, profesor tras profesor, indagando si habian visto a su alumna monja asistiendo a sus clases el dia anterior. Nuestra presencia no causo curiosidad. Yolanda pasaba por una estudiante y yo me guarde mucho de sacar y exhibir mi placa en los lugares transitados. La respuesta unanime fue que la hermana Pilar no habia pisado ningun aula. Lo decian con bastante seguridad, puesto que el habito singularizaba a la alumna sobre el resto. Ademas, comprobe que todos los docentes conocian bastante bien a sus estudiantes, cosa impensable en mi epoca universitaria, cuando la masificacion impedia un trato detallado.

Mientras yo me movia por los despachos, Yolanda se encargo de patear las aulas, interrogando a los companeros de Pilar. Tuvo suerte, o seria mas oportuno decir que, como siempre, lo hizo bien. Cuando hube acabado mi ronda, me esperaba junto a una joven mas o menos de su edad, que lucia un panuelo palestino alrededor del cuello. Repitio para mi como habia visto a Pilar marcharse del edificio con un chico a primera hora de la manana. El corazon me palpito con fuerza. Yolanda me miraba intensamente.

– ?Como era ese chico?

– Bueno, era un hombre, pero joven. Era fuerte, alto, con pinta de bruto. Me sorprendio que Pilar se fuera con el. La conozco un poco, alguna vez hablabamos, y me parecia que era una monja muy monja, muy a su rollo, muy anticuada quiero decir. Se comunicaba poco con la gente y no la habia visto mirar a un chico jamas. Asi que pense que era su hermano; pero me choco que se marchara con el en el momento de empezar las clases. No faltaba a una jamas y ademas teniamos examen.

– ?En que actitud se fueron?

– No se, normal.

– ?El hombre la esperaba?

– Solo los vi saliendo del edificio y ya esta, nada mas.

– ?El la llevaba cogida, la intimidaba?

– Caminaban el uno al lado del otro, con tranquilidad. Solo me fije en que estaban muy serios.

– ?Serios quiere decir tensos, preocupados?

– Serios quiere decir que no se reian. Como me llamo la atencion que se fuera con un tio quise mirar si iban de buen rollo. Pero no, iban serios y callados.

La chica vino con nosotros a comisaria. Alli debia determinar si el tipo del que hablaba era Juanito Lledo. Para ello le presentamos una foto reciente proporcionada por su padre. La miro con atencion. Se encogio de hombros.

– No se, no estoy segura. Como lo vi desde lejos lo que mas me choco no fue la cara, sino el cuerpo. El tio era un giganton.

– Aparta la vista y despues mira la foto de nuevo. -le pedi. Miro al techo y tras una pausa, regreso al rostro de Juanito. Su expresion cambio.

– Si, era el. Quiza podria equivocarme, pero no, era el mismo hombre, era este.

Aquello variaba por completo el curso de la investigacion, o quiza no. ?Juanito Lledo habia tomado a la hermana Pilar como rehen por si dabamos con el? Imposible, absurdo, no tenia sentido. ?Se conocian? Nadie en el convento habia dicho que se conocieran, incluso comentaron que era imposible que se hubieran visto nunca debido a sus horarios. ?Dios mio, aquello si que era un autentico follon! Debia comunicarselo a Coronas inmediatamente, aquel secuestro o lo que fuera no podia trascender a la opinion publica. Ni siquiera las corazonianas podian saberlo.

– Imposible, Petra, imposible -repetia el comisario-. Las monjas deben saberlo. En ausencia de familia, ellas son las depositarias de la responsabilidad.

Garzon, que asistia al encuentro, intento echarme una mano.

– La inspectora tiene indicios de que en el convento se cuece algo, senor.

– No hay caso, ni pensarlo, ni hablar. Si ustedes no se lo comunican a las monjas, lo hare yo.

Naturalmente tuve la suerte indeseada de regresar al convento. Le pedi a Garzon que me acompanara, era un modo de que la madre Guillermina no se liara a hablar mas de lo necesario. Ademas, traspasar aquella puerta habia empezado a ser una pesadilla para mi y acompanada me seria mas leve. En el coche, el subinspector hacia cabalas como un loco.

– Veamos, Petra, intentemos ser logicos por una vez en este jodido caso. Planteemos las preguntas pertinentes: ?el hermano Cristobal sabia algo que tiene relacion con el convento? ?La hermana Pilar esta involucrada de alguna manera? ?Juanito Lledo y su hermano mataron a las dos victimas? ?Y que pinta el robo de la momia en todo este entuerto, se la llevaron para despistar sobre el movil del asesinato? ?Y Caldana y la familia Pinol?

– Me esta poniendo nerviosa, Fermin. Lo unico que consiguen sus preguntas es dejar en evidencia que hemos dado palos de ciego desde el principio.

– Cierto, porque tenemos los mismos interrogantes que teniamos. ?Y que hemos hecho durante todo este tiempo?: seguir pistas que no han hecho sino desviarnos de los puntos neuralgicos de la investigacion. Psiquiatras, expertos en historia eclesiastica, estudios contables… pues bien, nada parece haber contribuido a generar cierta claridad. Al contrario, nos hemos ido por los cerros de Ubeda: que si un fanatico religioso, que si venganzas por la Semana Tragica, que si familias benefactoras del convento… nada, no hemos dado ni una. Es como si alguien nos hubiera dirigido por los caminos equivocados a proposito.

– Todos esos informes los hemos pedido nosotros.

– Es verdad, pero guiados por deducciones logicas. Los carteles en letra gotica parecian senalar hacia un contexto historico o a un loco de remate. Luego, la posible relacion de la familia benefactora y la Semana Tragica puso la guinda final. Era una teoria buena, elaborada, de ley. Todo cuadraba bien.

– Demasiado bien. Pero no olvide que las teorias siempre cuadran bien, de lo contrario se convierten en especulaciones. Y eran dos teoricos quienes las ponian en pie. Busca y hallaras, dice la frase; solo que lo que encontraron nuestros expertos no parece tener nada que ver con el caso.

– Eso no nos quita ni un apice de culpabilidad. Ahi estabamos nosotros para descartar todo lo que quedara fuera del nucleo de interes.

– Subinspector: si pronuncia una sola palabra mas parare el coche y le hare bajar.

– Eso seria una medida injusta y caprichosa.

– Lo se, pero de ella depende en este momento mi integridad emocional.

– En ese caso, me callare.

A la madre Guillermina no le hizo gracia la presencia de Garzon. Parecia seguir creyendo que todo aquel proceso era una especie de divertimento que le permitia intimar con gente ajena al convento, como yo. Fui taxativa y un pelo brutal:

– Madre, no es necesario que nos lleve a su despacho ni nos invite a cafe. En la sala de visitas estamos perfectamente. Nuestra estancia sera breve. Solo venimos a decirle que la posibilidad que apunto la hermana

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