Solo Luci chupaba todavia el ultimo resto de mantecado.

– Yo siempre tengo prisa de que se pase el tiempo – dijo Mely-. Lo que gusta es variar. Me aburro cuando una cosa viene durando demasiado – se echaba, con las manos por detras de la nuca.

Tenia las axilas depiladas.

– Lo que es a usted y a mi, a cada uno en su concepto, nos ha tocado el seis doble en esta vida – le decia a Lucio el hombre de los z. b. -. Pero anda, que eso tambien tiene lo suyo. Eso de tener cuatro hijos, debe de ser un quebradero bueno.

Lucio asentia:

– Por lo menos nosotros – dijo -, si nos morimos, sabemos que no le hacemos a nadie la pascua. Lo que hacemos, si acaso, es quitar un estorbo.

– Yo, por mi parte, a los mios ya se lo tengo bien quitado. Hace mas de quince anos que ni asomarme por alli. Ni pienso. Una postal por Navidades, a nombre de mi hermana, y eso los anos que me acuerdo de ponerla, y ahi se nos acabo la relacion; el unico estorbo que les doy, si es que siquiera la llegan a leer.

– ?Que tiene usted? ?Los padres?

– Madre y hermanos. El padre ya murio. Mi madre se caso de segundas.

– Hara mucho tiempo, entonces, que perdio usted a su padre.

– Mucho. En el treinta y cinco. Yo tenia diecisiete y soy el mayor. A los diecinueve me toco de incorporarme. Cuando volvi del frente, me encuentro con que la casa ya tenia otro amo.

Lucio bebio un sorbo de vino; dijo:

– Eso no puede hacerle gracia a nadie.

– Ni chispa. Me recibieron con mucho remilgo, para ver si tragaba la pildora. Pero yo no trague. ?Le parece? Una mujer de treinta y nueve anos, con tres hijos en casa, ya mayores, sin estrecheces de dinero ni nada. Y que ande pensando en casarse otra vez.

Lucio asentia con un gesto de comprension.

– Ni a salir a la calle me atrevia; ni a alternar por el pueblo, fijese usted, de la pura verguenza que me daba. Escapado me lo conocieron todos. Y ninguno, ni el mas amigo, se atrevia a mentarme la cencerrada que los habian dado. Fue mi hermana pequena la que me lo conto, al cabo quince dias de mi regreso. Se me cayo la cara de verguenza. ?Pues sabe usted lo que hice entonces? Me levante al dia siguiente bien temprano; me hago la maleta, y una vez que lo tengo todo listo, voy a la cuadra y le quito el cencerro a uno de los bueyes que teniamos – respiraba profundo, con una cara amarga; miro a la puerta, pasandose la mano por la boca -. Aun estaban acostados. Conque me planto en la misma puerta de la alcoba, con la maleta en la mano ya, y en la otra el cencerro, y me lio a sonar y a sonar y alli se las sone todas juntas a la pareja feliz. Mi despedida. Buena la que se armo. Se despertaron. Mis hermanos no se metian porque yo era el mayor. A fin de cuentas debian de estar conmigo, aunque no lo quisieran decir. Sale y quiere pegarme, el tio. Me decia: «?A tu madre le haces esto!» «No que no se lo hago a mi madre», le contesto. «Va por usted, mas que por ella.» Se me puso como un animal. Pero no lo deje que me tocase. Y le sigo sonando el cencerro en todas las narices. Mi madre me chillaba desde la alcoba y me decia ciento y pico de barbaridades y cosas de mi padre muerto y comparandome con el. No llego a levantarse de la cama. Y entonces cojo y le tiro el cencerro adentro de la alcoba y me marcho. Solo mi hermana salio llorando al coche, la pobrecita. Ya casi lo sabian todos en el pueblo. Calcule usted el mal rato que ella pasaria, con solos quince anos cumplidos, por entonces.

Lucio miraba al suelo, escarbando en el piso con un pie.

– Son cosas tristes las de las familias. ?Luego que tal se apano?

– Pues ya con lo corrido que estaba de la guerra y la edad que tenia, no me podia asustar el mundo. Habia aprendido en el frente el oficio de barbero; conque si un dia afeitas a este yel otro dia al de mas alla y acabas siendo el barbero de tu compania. Y tal que me fui hasta Burgos, donde tenia un brigada, el cual se habia portado muy bien conmigo en el frente. Y ese me coloco. Alli aprendi a cortar el pelo; pero acabe encontrandome a disgusto y me marche tambien. Y dando vueltas hasta hoy, de una parte a la otra. Soy culo de mal asiento. Aqui en Coslada es el primer sitio donde me he establecido por mi cuenta. Y ya ve usted, ni aun asi deja uno de luchar ni de tener disgustos. Por eso es por lo que digo que me ha tocado el seis doble en esta vida. ?Que le parece? ?Es asi o no es asi?

– Desde luego. Asi es. Cuando uno sale torcido de su casa, con culpa o sin ella, torcido andara ya siempre por el mundo. Ya nada puede enderezarte. Basta que salgas con mal pie, que ya no rectificas en la vida. Si se portaron mal los tuyos, o fuiste tu el que te portaste mal con ellos, eso es igual. La cosa es que lo llevas dentro y no hay quien te lo saque, por muchos anos y por mucha tierra que se pongan por medio.

– Si que puede que sea como usted dice…

– Pues no le quepa duda. ? Cual es la condicion de uno, sino el trato y el roce que has tenido en tu casa? Pues asi como eres, arreglado a los disgustos o a los remordimientos que te lleves a rastras, asi te rodaran todas las cosas en la vida. Y eso no se desmiente, ni por mucho emperrarse y romperse los cuernos por triunfar. Lo que sacas de casa, sea lo que sea, eso es lo tuyo para siempre.

– El seis doble o la blanca doble, como yo digo.

– O la ficha que sea; de las veintiocho, la que te toque. Pero esa no te la quitas de encima. Es un juego donde no caben trampas. Eso bien lo se yo; la mia tambien, si no es el seis doble es otra tirando a negra, desde luego.

– Si; antes le oi referir lo de la tahona.

– Y como esa, todas. Todas en el mismo carrillo me las han propinado. Ahora, yo, a diferencia de usted, tengo que confesar que tengo menos derechos de quejarme. No fueron ellos, no, sino mas bien fui yo mismo el que se porto mal con los mios. A lo menos, asi me lo parece. Conque a callar se ha dicho y apechugar con lo que sea. Con todo lo que ha venido y lo que falte por venir.

El hombre de los z. b., se pasaba las manos por la cara. Hubo un silencio. Luego dijo:

– Asi es que a uno ni de casarse le queda humor. Hace dos anos estuve a punto. A tiempo me volvi para atras. Eso me creo que he salido ganando y eso me creo que ganaron ella y los que hubiesen venido. ?No le parece a usted?

Petra apartaba con la mano ramas de madreselva y de vid americana que se descolgaban de arriba.

– ?De primera! – dijo Ocana, sentandose.

Justi regaba el suelo a mano de cubo. Hacia la izquierda de la mesa donde se habian sentado, se veia un gallinero con su pequeno corral, limitado portela metalica. Un conejo muy gordo miraba, con las orejas enhiestas, a los recien venidos. Los tres pequenos pegaron cara y manos a los hexagonos de alambre, para mirar al conejo.

– ?Que blanco es! – dijo la nina.

El conejo se acercaba una cuarta y movia, olfateando, la nariz. Comentaba Juanito:

– No le hace ningun caso a las gallinas.

– ?Claro! Es que no se entienden; ?no ves que son de otra raza?

– ?Mirarlo como mueve las narices!

– ?Vaya una cosa! – dijo el mayor -. Conozco a un chico del barrio que te las mueve igual.

– ?Tiene los ojos rojos! – exclamaba la nina con excitada admiracion.

Amadeo, el mayor, se retiraba un poco.

– No os recosteis, que se hunde la alambrada – advirtio a sus hermanos.

Sono una voz detras de ellos. Solo Amadeo se movio.

– Vamos, esta llamando mama.

El conejo se habia asustado al ver moverse a Amadeo. Juanito dijo:

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