inmoviles, por cima de los arboles. Chillaban ajenos.
– ?Como se llaman? – dijo Mely.
– Abejarucos.
– Vaya color que tienen tan bonito.
– Son muy vistosos, si. Yo he tenido uno vivo en la mano – decia Miguel-. ?No te acuerdas, Alicia? Se habia partido un ala contra los cables del telegrafo. En Los Molinos fue, otro dia de jira. Estaba inutil el animalito.
– De cerca tienen que ser divinos – dijo Mely.
– Y tanto. Como que esta se empenaba en traernoslo a casa y que lo criasemos. Pero esa marca de pajaros, en jaula, se te mueren de todas todas. Y mas, invalido de un ala, como aquel.
– ?Que hora vamos teniendo, tu?
– Las seis menos cuarto.
– ?Tan pronto todavia? – dijo Mely. Alli, en el sol, contra el color de herrumbe de las aguas, estaba una senora, en combinacion de seda negra, fregando con arena cacerolas de esmalte y platos de aluminio, a la orilla del rio. Los platos emitian instantaneos destellos, como disparos de flash, cuando cogian el angulo del sol.
– ?Bailar, a este tampoco lo dejo yo que baile! – decia Paulina.
Aparto a Sebastian de su regazo.
– Bueno, tu; ya esta bien.
– Chico, me gustaria tener diez espaldas para que me las estuviesen rascando de continuo. No te creas que es de broma. Y cuando terminaran con la que hace diez, pues ya me estaria picando nuevamente la numero uno…
– Es decir – continuaba Paulina -, no lo dejo que baile, pero entiendeme, si veo que va a hacer el ridiculo en una boda que yo no vaya, pongo el caso, o en algun compromiso, el que sea, pues antes que tenga que quedar en mal lugar por causa mia, le consiento que se eche un par de bailes o tres, ?no me entiendes?
– Ah, pues ahi yo no veo que nadie haga el ridiculo por quedarse sentado en una silla – le contestaba Carmen -. A eso no le encuentro yo ningun motivo de verguenza, por donde quiera que se mire.
– Hija, en un hombre – dijo Paulina -, tendras que reconocer que es un plan un poquito desairado. Comprenderas que vaya un papel, que mientras todos se divierten, tu te tengas que estar sentadito en una triste silla. Diran que la novia, que es que sera tonta, o algo por el estilo.
– Pues mira, sobre eso, ya ves, somos distintos pareceres. El que tenga una novia formal, pues que se sujete a hacer lo mismo que la ha exigido a ella. Y ya no es por ellos ni por nada; es porque creo que hay derecho de establecerlo de esa forma. Eso que vayan a tener mas libertades que nosotras es una cosa que tampoco no le veo la explicacion.
– Mira ellas, como hacen y deshacen – dijo Sebas -. Vamonos, Santos, que aqui estamos de mas. Vamos a darnos un garbeo, mientras tanto, a ver si hay suerte y nos sale algun apano por ahi.
Se reia. Santos puso una voz relajada:
– Mira, por no moverme yo ahora, segun estoy, ni aunque pasara Marilyn Monroe; como lo oyes.
Se volcaba de espaldas y estiraba ambos brazos contra el cielo.
– Bueno. Eso quisiera verlo yo. Como pasara esa rubiala, ya me lo ibas a decir, si pasara de veras por aqui delante. Te espabilabas relampago; ?el bote que pegabas!
– Vaya, muy bien, esta eso muy bonito – dijo Paulina -; hacernos aqui de menos a las demas.
– Eh, bueno, eso si; mejorando lo presente, chatina – se reia Sebastian -, mejorando lo presente. Ya se sabe. Le hacia una carantona y ella se retiraba.
– ?Quita, antipatico! Con la boca chica.
– Ah, oye, y por cierto – dijo Sebas -; una cosa divertida. A proposito ahora de la Marilyn Monroe. ?A que no sabeis lo que ha dicho en los periodicos?
– No. A ver. ?El que?
– Pues salta ella en una de esas intervius que le hacen a los artistas, se pone: «Me gustaria ser rubia por todas partes.» No esta mal, ?eh?
– Yo no le veo la chispa, la verdad – dijo Paulina.
– Que no, hombre – protestaba Santos-; eso no lo ha dicho, no me fastidies.
– En America, bobo. Que si. ?Entonces es que yo me lo he inventado?
– No se, no se; puede ser que lo haya dicho…
– Gracia no tiene mucha, desde luego – insistia Paulina.
Levantaron los ojos. Venia muy bajo un avion. Pasaba justamente por encima y parecia que iba a podar con sus alas las puntas de los arboles. El ruido habia cubierto el murmullo de toda la arboleda.
– ?Que cerca pasan! – dijo Mely.
– Es un cuatrimotor.
– Es que ahora aterriza asimismo, segun viene – explicaba Fernando-. Cogen ahi en seguida la pista de Barajas, nada mas que pasar la carretera.
– ?Quien fuera en el!
– En este no, mujer; en uno que despegue.
– ?Te gustaria ir a Rio de Janeiro?
– Creo que arman unos Carnavales…
– Los Carnavales de Rio.
– Alli no queman nada.
– Bueno, pero hay follon.
– ?Y aqui por que no te dejaran ponerte una careta?
– Pues por la cosa de los carteristas, hombre. ?No comprendes que es darles la gran oportunidad?
– ?Y en Rio no los hay?
– ?Alli hay mucho dinero! Figurate, Brasil, con el cafe que vende a todas las naciones.
– Ya ves, y un vicio.
– Cuba con el tabaco. Pues igual. Los vicios dan dinero siempre.
– En cambio produces trigo, y lo de aqui.
– Pues vamos a sembrar cafe nosotros y a ver si de aqui a un par de anos nos dejan ya que saquemos las caretas.
– ?Las carotas!
– Esas ya las sacamos a diario por la calle – dijo Sebastian.
– Luego dicen de Rio. ?Mas carnaval?
– Perpetuo. Ya lo sabes, Mely, Rio de Janeiro, nada.
– ?Nada, verdad? Ya guardarias hasta cola para ir.
– ?Yo? Si; la curiosidad…
– Pues todo. Ver Rio de Janeiro y ver los Carnavales de Rio de Janeiro.
– Hombre, yo creo que con alguna cosita mas ya escapariamos. No iba a ser sola y exclusivamente a base de racion de visita.
– Si, algun pito de madera que nos tocase en una tombola.
– ?Que menos!, ?verdad?