quemando las hojas y fusca en las proximidades. El humo no se veia; solo sentian el olor.
– ?Y a ti quien te manda quitarle cigarrillos a esa? – dijo Carmen -, sabiendo como es. Se da ella cuenta, y ?para que queremos mas! No veas la que te arma, si se entera.
– Mujer, si no lo echa de menos. No va a tenerlos contados.
– Capaz seria.
– Vamos, ahora tampoco hay que exagerar. Tu ya es que la tienes cogida con la pobre chica. ?Como comprendes que va a ponerse a contar los cigarrillos? Eso ya es mala fe, pensar semejante cosa. ?No sera que ahora te entran celos de la Mely, tambien?
Ella cogia la cabeza de Santos por las sienes y se la sacudia a un lado y a otro, le murmuraba contra el pelo:
– Siempre piensas que tengo celos de todo el mundo; ?pues y quien te has creido tu que eres?, bobo.
Le rozaba la sien con los labios y le echaba el aliento por detras de la oreja. Se oian largos silbidos en el rio. Miguel y Alicia se habian levantado y se trasladaron junto a Paulina y Sebastian.
– ?No os molesta que nos vengamos aqui junto a vosotros? Es que alli en nuestro sitio pega ya el sol. No estorbamos, ?verdad?
– Pero hombre, de ninguna manera. Todo lo contrario. Se os agradece la visita – les dijo Sebastian levantando un momento la cabeza.
Ellos se acomodaron. Daniel habia mirado hacia las tres parejas y se volvio hacia Tito y Lucita:
– Chicos, aqui hay que divertirse – les decia -. Se va la tarde como agua, y hay que enredar un poco. No tenemos mas alternativa, hijos mios, esta bien visto. Conque venga ese vino, ya le estais dando para aca.
Alberto lo miraba con desgana; le paso la botella.
– ?Y que clase de trio es el que vamos a formar ahora? Digo si no seremos el trio de los colistas de liga, con descenso automatico a segunda division. No se que otro iba a ser.
– Mira, Tito; no las pies, ahora. Lo primero eso. ?Eh, Luci?, como se ponga burro lo expulsamos, ?que te parece? Lucita los miro a ambos a la cara; dijo:
– Pues yo creo que estamos muy a gusto aqui los tres… Podemos pasarnoslo soberbio.
Sostenia los ojos en el rostro de Tito, como esperando verlo animarse, y anadia:
– Tito, levanta esa cara, Tito.
– Que no se diga, hombre; ?no estas oyendo como te lo dicen? Que no tengamos que repetirselo otra vez.
– Pero que si, chico. Si a mi no me pasa nada. ?Que estais ahora tan pendientes de mi? Si yo me encuentro estupendamente.
– Pues a ver si es verdad – dijo Daniel -. Aqui piantes no los queremos, ya lo sabes. Despues se volvio a Lucita:
– Vamos a ver, Lucita, ?como andamos de vino? Eso en primer lugar.
Luci echo una mirada en torno suyo y luego respondia:
– Ese poquito y otras dos enteras – agitaba en el aire la botella casi vacia, sacudiendo el fondillo de vino que quedaba.
– ?Somos ricos! – dijo Daniel -; ?millonarios casi! Con eso se puede llegar bastante lejos. Bastante lejos. Trae.
– Si, ya veremos a ver – dijo Tito. Daniel habia cogido la botella, y despues de quitarle el corcho, se la ofrecia a Lucita:
– ?Bebe!
– Tu primero.
– No, tu. Inaugura la tarde.
Lucita pego los labios a la botella, y Daniel la tocaba en el brazo:
– Eh, nina, pero sin chupar.
– Toma, aprensivo; que estoy T. P.
– Los beneficios del campo – dijo Ocana -; ahi lo tienes. Del gallinero a la sarten. Su mujer asentia:
– Asi es como te salen bien las cosas.
– Pues claro. Sin tantos intermediarios, que no hacen mas que liar el asunto y encarecerlo todo, sin reportarte provecho alguno.
– Que para cuando llega a tus manos un huevo – continuaba Petra -, las dos terceras partes de la substancia se las ha ido dejando por el camino.
– Bueno, esta bien – protesto sonriendo el cunado -, esta bien; asi que los demas, los pobrecillos que tenemos que vivir del cambalache, no tenemos derecho a la vida, ?no es eso?
– Esa es la cosa. Vosotros, vosotros sois los que infestais los precios; la madre de todos los arrechuchos que nos cogemos las infelices mujeres que tenemos la condena de bajar a la plaza todos los dias del ano. Vosotros.
– Pero una esquinita siquiera, mujer. Deja que todos vivamos.
– Si, bien dejados estais. ?Ya que vamos a hacerle? En viendo esto de aqui es como unicamente se percata una, y lo echa de menos.
– Si llevas razon,
– Ah, ?ves? En vez de criar canarios – intervenia su mujer-, mas valia que tuvieras en casa nuestra nueve o diez aves de corral.
Decia unas uves muy marcadas.
– ?En casa! ?Encima del armario? ?Que entenderas tu de lo dificil y lo costoso que es tener gallinas y que te pongan!
– Bien, si es por esto que lo dices, las jaulas bien de trabajo que te dedican… ?Y nos dan algo estos pajaros tan monos? ?Que cosa nos dan estos canarios?
– Cantar.
Petra distribuia los pasteles a sus hijos, por orden de edad, de menor a mayor. La pequenita habia cogido el suyo y ahora miraba a los que recibian sus hermanos.
– ?A ver? – le decia Juanito-. Te lo cambio.
– No quiero – denegaba la nina sacudiendo la melena y se apartaba celosamente, con su pastel entre las manos. Luego tardo mucho tiempo en empezarselo a comer.
– Gusta tener animalitos en casa – decia Felipe -. De la clase que sean. Dan buena compania y siempre son una cosa que uno se encarina y se entretiene con ellos.
– Si, pues lo que es nosotros – dijo Petra -, con estos cuatro, no se yo para que ibamos a querer mas. Creo que entretenimiento tenemos ya para regalarle un par de sacos a todo el que lo desee. Es lo que estaba haciendo falta, ?sabes?
– Ah, mira; esto no quiere decir nada. Tengo una amiga casada en Barcelona, la cual tiene tres hijos, y no obstante le gusta tener gatos, y tiene cinco en la casa.
– Pues que asquito. ?Y cinco nada mas!
– Bien; es el punto de vista de cada cual. Mira, si tu no los amas, harias mal en