– Pues mira esta – dijo Felipe poniendo la mano en la cabeza de Felisita -. Esta hoy se ha lucido. ?Pegadita a tus faldas, ahi la tienes! Se ha pasado un domingo que vaya. Pero a base de bien. Ahora que si a ella le gusta aburrirse, no la vas a obligar.

Felisita callaba, bajo la mano del padre, que continuo:

– Esta tambien es que calza el cuarenta y cuatro en cuestion de sosera.

– Lo que faltaba ahora es que me mortifiques a la chica. Eso es lo que faltaba. Tu di que no le hagas caso, hija mia. Tu ven aca.

La arrimo junto a si, pero ya Felisita sorbia con las narices y escondia silenciosos lagrimones contra el obeso brazo desnudo de la madre. Luego, de pronto, despego la cara, con un resorte violento de culebra, y le grito llorando a su padre, en un empellon de ira:

– ?Yo no te he hecho nada! ?Sabes? ?No te he hecho nada! ?Y si soy sosa, mejor! ?Si soy sosa, mejor! ?Ya esta! ?Mejor…!

Y volvia a ampararse contra el brazo materno, gimiendo a sacudidas.

– ?Lo ves tu? – dijo Petra con encono -. ??Lo ves como tenias que…?!

Felipe no dijo nada. Luego se levanto:

– Me voy un rato con Mauricio.

Paso por la cocina. Se detuvo. Puso las manos en las jambas de la puerta. Estaban la hija y la mujer de Mauricio. Les dijo:

– Voy alli un rato a ver a su marido, que me cuenta de nuevo.

– Me parece muy bien. El, ahora, ocupado con la parroquia. Por su gusto se estaria toda la tarde ahi con ustedes en el jardin.

– Ya, si por eso voy. Si la montana no viene a Mahoma, pues eso. Hasta ahora.

Manolo se habia marchado sin detenerse en el local y saludando apenas, de pasada.

– Alli va… – dijo Lucio.

Mauricio se habia encogido de hombros:

– Se conoce que ha habido tormenta – sonrio. Luego entraban el Chamaris y los dos carniceros, y Mauricio les preguntaba:

– ?Que?, ?hubo festejo?

– ?Festejo? ?Pero de que?

– Pues con el novio de mi chica, hombre. El carnicero alto ladeaba la cabeza:

– Ah, ?ya te quieres enterar? Algo parece ser que ha habido. ?Se marcho?

– Como gato por brasas, salia.

– Se que ha sido regular.

– ?Oisteis algo vosotros?

– Oir, nada. Fue una cosa discreta, todo por lo bajinis. Veiamos la cara de el, eso si, que ya era suficiente.

– Bueno – dijo Mauricio -, pero en resumidas cuentas, ?que?

– Hombre, de todo te quieres enterar; no se puede contigo – protestaba riendo el carnicero alto -. Pues, si, lo mando a freir monas, segun nos ha informado ella. ?Satisfecho?

Mauricio secaba los vasos:

– Por cursi. ?Que tomais?

Claudio le daba con el codo al otro carnicero y decia, senalando a Mauricio:

– Y se la esta gozando, ?mirarlo asi! En vez de disgustarse que su hija haya renido con el novio que tiene.

– Siempre fue poco partidario – decia el Chamaris -. No era ningun santo de su devocion. A saber cual sera su candidato.

– Candidato, ninguno – denegaba Mauricio -. Cualquiera que no sea este industrial, que se me planta en la boca del estomago cada vez que me comparece ante la fachada. Pues mira que tambien la profesion que practica…

– ?Y cual es ella? – preguntaba el chofer.

– ?Que cual es? Pues casi no lo digo de la verguenza que me da: ?viajante de botones! Representante de una casa de botones de pasta. ?A cualquiera que se le diga!

Se reian todos.

– Si, tomarselo a risa. ?Como para reirse!

– Pon vino, anda. Lo indignado que se pone – dijo Claudio -. Te esta amargando la vida o poco menos el fulano.

– ?Vamos, que no te creas…! – continuaba Mauricio, llenando los vasos -. ?Viajante de botones! Aqui se me presento, una tarde, el sujeto, con el muestrario debajo del brazo, que era digno de verse eso tambien; pues un cacho carton, una cosa asi como ese almanaque que esta ahi colgado, y con todos los botoncillos alli muy bien puestos, de todas las formas y tamanos, que habia para escoger, habia, lo creo. ?La cosa mas ridicula del mundo! De caersele a uno la cara, si mi hija se me casa con individuo semejante. ?Vamos, que un hombre ande con eso por la calle…! Senor, con tantas profesiones como hay, bonitas y feas, y me tenia que tocar esto a mi. ?Vivir para ver…!

Se reian a grandes carcajadas.

– Parece que hay buen humor – interrumpia Felipe Ocana, entrando.

– Hola, Ocana, ?que pasa?

Le abrian un poco el corro, para dejarle sitio junto al mostrador.

– Estan muy bien como estan. No se molesten.

– Acerquese a tomar algo – dijo Lucio.

– Gracias.

Callaron un momento; luego Lucio le abria la conversacion:

– ?Fuma usted? – le ofrecio la petaca.

– ?Que? – preguntaba Mauricio -. ?Te has aburrido ya de la familia?

– Bastante. Algo de eso hay.

– Pues mira, aqui te presento a estos senores. O sea, lo mas escogido de la parroquia, ?sabes?, lo mejorcito que alterna por aqui.

Ocana sonreia azorado.

– Pues mucho gusto; me alegro conocerlos.

– ?Como esta usted?

– Muy bien; muchas gracias.

No sabian si darse las manos. Y dijo el chofer de camion:

– Conque a pasarse el domingo en el campo, ?no es eso? Huyeron de los calores de Madrid.

– Ahi esta.

– A ver – continuaba el chofer -. Usted con el cochecito, ya puede desplazarse a donde sea, sin que le salga la broma por un rinon.

– Claro.

– Pues que bien deben de tirar los coches esos, con todo lo viejos que son; digo el modelo este de usted.

– No tengo queja del coche, desde luego. No se le puede pedir mas, en doce anos que lleva siendo mio.

– ?Ve usted? ?Diferencia con el Chevrolet de por esa misma epoca! ?Adonde va a parar?

– Toma; como que ese material esta ya casi todo retirado. Y del modelo posterior, la mitad por lo menos. Este mio, ya ve usted, todavia circulamos unos pocos. Y eso que ahora ya vienen apretando con los nuevos…

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