Se habian apartado de los otros. Mauricio interrumpia.

– ?Que quieres, tu?

– ?Eh…? Pues conac. Oye; y aqui tambien.,

– No, gracias. Yo estoy con vino.

– ?No quiere una copita? De verdad.

– Agradecido, pero no. Ademas, no se crea que me caen muy bien los licores. Pues, dice usted, estos nuevos; ahora lo que pasa es que se fabrica mucho, pero en peor. En bastante peor, ?eh? Muy bonitos, una linea, el detallito de una guarnicion, de una virgueria; bien presentado o sea. Pero nada mas. De duracion… de duracion, que es lo que importa al fin y al cabo, de eso nada. Ni pun. Hay que desenganarse. A la postre, no es mas que bazofia lo que hoy se fabrica.

– Claro. Pero eso, ?que le va usted a hacer? Eso no es mas que el criterio de la industria de ahora. Que a las casas les interesa que lo que sale tenga la menos posible duracion; que los modelos que sacan a la calle se agoten en equis tiempo, ?no me comprende? Y asi seguir vendiendo cada vez mas. Eso se explica facil.

El Chamaris y los dos carniceros se habian retirado junto a Lucio, dejando a Ocana con el otro chofer.

– ?Y el perro? – preguntaba el Chamaris.

– Se salio antes afuera, con la gente menuda. Los chavalines de este senor.

– Si hay ninos se pone loco. No atiende a razones.

– Se aburrira contigo. Mientras que no salga la veda y lo saques de caza otra vez…

Se oian sonar las fichas sobre el marmol. El otro chofer asentia a las palabras de Ocana; comentaba:

– Hasta que llegue un dia en que se compre uno el coche, ?eh…? Pues nuevecito. Y nada: ponerlo en marcha y a Puerta de Hierro, pongo por caso. Un paseito corto. Ir y volver y ?fuera!, a la basura el coche. A la tarde, a la tienda a por otro. Pues bueno, otro caso: nada, que hay que certificar esta carta. Coges tu coche, y a Correos. A la vuelta, lo mismo. Fuera con el. ?Al cubo! Y asi; nada mas un servicio y tirarlo. ?No me comprende? Como una servilleta de papel. Pues lo mismo. Asi pasara algun dia con los coches, al paso que vamos…

– Si, si, no me extranaria. Desde luego. Pues en cambio este mio, sonando todo el como una tartana, que ya no hay forma de tenerlo callado, de holgura que tiene, ahi esta, sin embargo. Y que no es un kilometro ni dos, los que se lleva corridos.

Ahora el alguacil puso una ficha y miraba sonriendo a los otros, que fueron pasando sucesivamente. La mano volvio a el.

– ?Miralo que gracioso! – protesto don Marcial -. Cachondeito… Si la tienes la pones y no nos hagas dudar y perder el tiempo.

Coca-Cona se divertia:

– Nada, Carmelo. ?Asi! ?Que rabien!

– Poco noble – decia Schneider -. No burla del adversario. Cosa fea. Muy feo este broma en el juego. No vuelve a hacerlo mas.

– No queria molestar, senor Esnaider…

– No molestado. Solo quiere que juega seriamente.

– ?Tu, nada! No hagas caso. ?Dales!

– Bien, usted Herr Coca enfadaria. No gustaria este broma contra usted.

– ?Le sento mal? Pues si es una broma inocente. Ya ve usted la malicia que va a tener Carmelo. Si es mas infeliz que un cubo.

Don Marcial meneaba las fichas.

– Yo se, yo se – paliaba Schneider-. Carmelo bueno como este cubo. Esto yo ya se; pero no es debido la burla al contrario de juego.

– Bueno. Usted sale – cortaba don Marcial, sonriendo. Llegaban dos hombres. Uno de ellos decia desde el umbral:

– Mirar a ver unos chavales ahi fuera, que le han echado mano al carricoche de aqui – senalaba a Coca-Cona -; y se van a despenar por esos desmontes. Como no se lo quiten pronto, lo destrozan. Impepinable.

Todos miraron al que hablaba. Era tuerto.

– Pues esos son los tuyos, Ocana – dijo Mauricio -. Mira a ver.

Ocana se acordo de repente:

– ?Tienes razon! Van a ser ellos, seguro. ?Por donde andaban, diga usted?

El tuerto le indico desde la puerta:

– Ahi, en el rastrojo, aqui delante, mire, por ahi traspusieron ahora mismo, empujandolo a toda marcha, con una nina montada.

– ?Ay Dios mio! – dijo Ocana-. ?Me la estrellan…! – y salia corriendo en busca de sus hijos.

– ?Por alli, por alli!, ?detras de esa lomita!-le seguia senalando el tuerto desde el umbral.

Habian salido a la puerta los dos carniceros y Mauricio y el Chamaris. El chofer dijo:

– ?Entonces esos chavales que pasaron hace un rato son hijos del taxista?

Mauricio decia que si con la cabeza, sin dejar de mirar hacia el rastrojo. Ocana habia desaparecido por detras de un pequeno declive, entre las tierras de labor.

– Por lo menos – decia Coca-Cona en el local -, por lo menos hay alguien que disfruta con el dichoso artefacto.

La sillita de ruedas se les habia atascado en el hondon de unos desmontes, junto a la puerta de un antiguo refugio, donde hoy habia una vivienda.

– ?Amadeo!

Los tres ninos se volvian de sobresalto hacia la voz del padre.

– ?Locos estais vosotros! ?Locos! – les decia jadeando. Petrita se apeaba. Sus hermanos aguardaban, inmoviles. El padre los alcanzo.

– ?Conque esto es todo lo que se os ha ido a ocurrir? ?Maleantes, piratas!

Miro a un lado, donde algo se movia. De la arpillera que tapaba la entrada del refugio, habia salido una mujer vestida de negro; los miraba en silencio, con los brazos cruzados.

– Buenas tardes – le dijo Ocana. No contesto.

– ?Que verguenza! – continuaba Felipe hacia sus hijos-. ?No lo sabeis que esto son las piernas de un pobre desgraciado que no puede ni andar? ? Hay que aprender a respetar las cosas! Tu ya eres mayorcito, Amadeo, para tener edad de discenir. ?Y a pique de estrellar a vuestra hermana! ?Mira que la ocurrencia…! Venga, ayudarme a sacar esto de aqui.

Se movieron rapidamente. Ocana empujaba la silla por el respaldo y los dos ninos facilitaban el paso de las ruedas. Pasaron por delante del refugio; la mujer no se habia movido y los miraba fijamente.

– Los crios… – le dijo Ocana -. No puede uno descuidarse ni un minuto.

La otra apenas movio la cabeza. Treparon el pequeno desnivel y dieron de nuevo a la casa de Mauricio.

– Vaya un papel que me haceis hacer ahora con ese hombre. ?Y que le digo yo ahora? ?Veis la que habeis armado? Hala, os vais al jardin con vuestra madre y de alli no os moveis hasta la hora de marchar. ?Entendido?

– Si, papa – contestaba Amadeo. Ocana reflexionaba unos instantes:

– O si no, mira, quedaros por aqui, si quereis. Pero cuidado con hacer tonterias, ?estamos?

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