– ?Que chavala! – decia Fernando -. Tienes unos ojos, hija mia, que son una pelicula cada uno. Un programa doble, y ademas de sesion continua. ?Bailamos?

Mariyayo asentia riendo.

– Dejanos paso, tu.

Zacarias aparto la silla, y los otros salieron por detras, restregando sus espaldas contra el follaje de la madreselva. Aparecio Mauricio con el vino.

– Ponga usted aqui, haga el favor.

– Vaya – dijo Mauricio-, esta vez si que han venido bien preparados.

Cogia de la bandeja los vasos, cuatro a cuatro, con los dedos, y los dejaba encima de la mesa.

– ?Lo dice usted?

– El aparato – levanto la barbilla, senalando hacia la gramola.

– Ah, ya – contesto Samuel-. Diga, ?lleva usted algo por bailar aqui?

Mauricio lo miro, con la bandeja colgando de la mano, ya casi vuelto hacia la entrada de la casa.

– ?Llevar…? – les decia -. ?Vamos! ?Que quieren que les lleve? ?El polvo que me desgastan arrastrando los pies? ?No seria mal negocio, mira tu!

Se metio hacia la casa.

– Pues no era una pregunta tan absurda – dijo Samuel, mirando hacia los otros-. Si vas a ver…

– Desde luego.

Se le oia reir a Mariyayo en el centro del jardin. Miguel se habia llenado un vaso y lo apuro de un sorbo y salia con su novia a bailar. El amo de la gramola continuaba de pie junto a la silla.

– Deja ya eso, Lucas – le dijo una de las chicas -. Ya marcha solito.

El levanto la cabeza y se acerco. Zacarias llenaba con cuidado los vasos.

– ?Que? ?No te fias del armatoste? – dijo.

– Hay veces que se para. Juani, ?quieres bailar?

– No debe quedar mucho. Pero bueno, saldre.

Samuel y la rubia habian cruzado los brazos, el uno por la espalda del otro, y se mecian en sus sillas. La chica murmuraba el pasodoble, acompanando a la gramola. Mariyayo volvia a reir. Zacarias le dio a Mely con el codo.

– Ahi tienes – senalaba hacia el baile con su afilada barbilla -, ya me quitaron la pareja que traia yo hoy.

– ?La Mariyayo? Asintio.

– Te la has dejado quitar – dijo Mely-. ?Te importa? Zacarias apuraba su vaso.

– Prefiero la suplente.

– ?Que suplente?

Zacarias se recostaba de nuevo con la silla y hundia la nuca entre las madreselvas.

– Vas a tirar la silla y te vas a caer, Zacarias. Di, ?que suplente?

– Pues tu, ?cual va a ser?

– ?Yo? – se volvia hacia el-. ?Vaya, hijo! Pues ahora me entero. ?Y si vuelve?

El otro sonreia, poniendose las manos por detras de la nuca.

– Perdio la colocacion.

Atravesaron los ninos de Ocana por entremedias de los que bailaban. Juanito tropezo con Mariyayo.

– ?Pero, nino…!

– Podias dar un rodeo, en vez de estar molestando a las personas – los renia su madre – Venir, venir aca. ?Que caras!

Cogio a Petrita y le sono los mocos. Luego mojaba el panuelo con saliva y le frotaba la cara con el. La nina se quejaba, porque lo hacia muy fuerte. Al fin la madre le enseno la parte ennegrecida en el panuelo blanco:

– ?Mira!, ?lo ves?

Cuando pasaban junto a la gramola, Fernando y Mariyayo habian dejado un momento de bailar, y el alargo la mano y retraso la aguja, casi otra vez al comienzo del disco. Lucas miro en seguida, al oir el sobresalto de la musica.

– ?Deja eso, tu! ?No le andes!

– ?Pues y que pasa? ?Es que hace falta un tecnico? Lucas habia acudido junto a la gramola.

– Es delicado. Se chafa por menos de un pitillo. Observo unos instantes la marcha del gramofono y volvieron a bailar. Fernando le decia a Mariyayo.

– Asi nos cunde mas, ?no te parece? Y bailamos el doble con la misma pieza.

– ?Y te crees que por eso no corre el tiempo igual? Petra decia:

– ?Que hace vuestro padre?

– Esta con unos alli.

– Porque si dice que no tiene los faros de cruce en condiciones, seria conveniente llegar a Madrid con luz de dia, no siendo nos arreen una multa los del casco de material, que ya seria lo que faltaba.

Vio a Mauricio junto a la mesa de los cinco; les habia venido a traer otra botella.

– ?Oiga, Mauricio! Mi marido esta ahi con ustedes, ?no es eso?

– ?Felipe? Ahi adentro en el mostrador. No se ha movido.

– Si, porque va usted a decirle de mi parte, si me hace usted el favor, que a ver que es lo que hace, si se va dando cuenta de la hora que es.

– ?Ya quieren escaparse?

Fernando recogia un vaso de vino al pasar por la mesa, sin dejar de bailar.

– ?Viejos! – grito a los que estaban sentados.

– ?Deja que salga la rumba!, ?veras tu! – replicaba Samuel-. Este no me conoce a mi bailando, ?eh, Zacar? ?Te acuerdas en las Palmeras, hace dos inviernos?

– ?Ibais a las Palmeras? – dijo Mely.

– Con este pajaro. Cuatro o cinco veces iriamos.

– Mas, mas – dijo Samuel -. Mas veces.

– ?Y le dejabas tu? – le pregunto Mely a la rubia.

– No andaba conmigo todavia. Que lo supiera yo ahora – amago con la mano-. Se iba a enterar.

– Te atan corto, ?eh, Samuel? – sonrio Zacarias-. No lo niegues.

– ?Esta? ?Bo!

– Haz el experimento y lo veras – dijo la rubia. Cogio la mano de Samuel y anadia, dirigiendose a Mely:

– Pero es buen chico, ?sabes?

– Fiate tu – dijo Mely.

Pasaba Fernando nuevamente y dejaba en la mesa su vaso vacio. Zacarias volvia a llenar los de ellos.

– Pues alli en las Palmeras, el amo – comento -. Estaba hecho un bracito de mar. ?Lo que este no ha bajado desde aquel entonces!

– ?Y tu lo sabes? – dijo la rubia -. ?Que sabras tu? – se pegaba a Samuel, con

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