en aquella ventana, detras de la cabeza de la rubia. Ya casi no podia conocerles la expresion a los que estaban en penumbra, debajo de la enramada. Andaba el gato a los acechos por los rincones del jardin.

«?Y siempre molestandolos a ustedes! ?Siempre agobiando el pobre invalido al alma generosa! ?Que no les falten nunca los remos en la vida! ?Una moneda para el hombre que no puede valerse! ?Cristianos! ?Una chapita de aluminio para el pan del invalido que no se lo puede ganar!»

Estaban bajando las barras del paso a nivel. Caian las monedas encima del periodico, junto a los muslos amputados.

– Por cierto – decia el pastor -. Tengo yo aqui un cachito queso que me sobro este mediodia de la merienda.

Revolvia en el zurron, entre papeles. Del pequeno envoltorio salia un triangulo de queso sonrosado.

– ?Vaya, ovejuno! Esto esta bien. Menos mal que te acuerdas de apartarles alguna golosina a los amigos, a la hora la comida.

Proseguia la partida, encerrada en su encono, entre largos silencios, con palabras breves y los flechazos implacables del tullido. Al fin de cada juego rompian las voces y los comentarios.

– Tiene uno poca gana en el campo a mediodia, en toda la fuerza del sol.

Habia puesto el queso sobre las tablas del mostrador y lo hacia pedacitos con una cabritera:

– Ahi tienen – dijo cerrando la navaja -. Piquen. Es poco…, pero es todo.

– Pues ya quisieran ponerlo de tapa un quesito como este en muchos bares y locales postineros de Madrid.

– No cabe duda – asentia el alcarreno-. ?Y usted no coge?

– Voy a pasar, muchas gracias. El pastor se volvio:

– ?No quiere queso? Hombre, siquiera esta presilla, aunque nada mas sea decir que lo ha probado – mecia la cabeza -. Ay, ay, senor Lucio, que se me hace a mi que esta hecho usted un intelectual. ?Si no, a ver!

Azufre habia olido el queso y meneaba la cola, esperando las cortezas.

– Eso debe de ser – dijo Mauricio -. Hoy no almorzo en todavia…

– Pues eso no puede ser bueno.

– ?Lagarto! – gritaba Coca-Cona -. ?Que bien contadas las tenias! ?Buen cerrojazo, si senor! ?La tira les hemos cogido en las manos esta vez! ?Eh, Marcial! ?Que te parece? Cuenta, cuenta…

– Cuentalas tu, que son tuyas – replico don Marcial. Azufre cogia en el aire las cortecillas de queso que le tiraba el Chamaris.

– ?Se acordara de que hay que hacer la cena? ?Se acordara de que sus hijos tienen que acostarse?

Doblaba y desdoblaba la servilleta una y otra vez.

– Y por lo visto sin faros, que dice que esta. La luz que hay…

Miraba hacia el cielo.

– Comiamos un bocado en Alba de Tormes, y pitando. A las seis en Zamora. ?Una bala, los puertos arriba! ?Que mas le daba bajar que subir? Todo era llano para el. Apure, que viene mas.

Ocana obedecia automaticamente.

Paulina miraba hacia el llano, a la via en lo alto del talud. Ya venia corriendo por la recta el correo de Guadalajara. Sebastian levantaba la muneca y miraba el reloj. Se cambio de postura, con un suspiro perezoso. Al fondo, en las mesetas de Levante, la luz del sol habia abandonado las ultimas alturas.

«?Vivan los buenos corazones! ?Y que Dios se lo premie a la joven pareja! ?Que alcancen la dicha que el pobrecito invalido no pudo alcanzar! ?Siempre agobiando al alma generosa! ?Siempre molestandoles a ustedes! ?Cristianos! ?Una moneda de cinco centimos para el hijo de la desventura…!».

Habian cerrado el paso a nivel. Corrian unas mujeres.

– ?Y si nos vamos por Vicalvaro?

Carmen no le escuchaba; atendia hacia el ruido del tren que venia creciendo por el puente. Tenia los antebrazos apoyados en la barra pintada de blanco y de rojo del paso a nivel. «?Da tiempo, da tiempo, no corrais…!», se gritaban las mujeres sin dejar de correr. El suelo retumbaba. Santos sostenia la bicicleta con la mano en el sillin.

– Oye, te guardo el sitio, Mely. Supongo que volveras, ?eh, tu?

Ella salia a bailar con Fernando; volvio la cabeza:

– Si, Zacarias, guardamelo – se miraban -. Te lo agradezco.

Sonaba el tango en la gramola.

Paso el tren, el bufido del vapor, como millares de efes enfurecidas, seguido por el largo fragor repercutido de los hierros rodantes. Ya gemian frenando en la estacion. La cola se detuvo a no mas de veinte metros del paso a nivel. Se aglomeraba mucho publico hacia las puertas de los coches.

– ?Que esperamos?

Las barras se levantaban otra vez y la gente cruzaba las vias.

– Es que decia yo si tirar por Vicalvaro. Luego cogiamos la carretera Valencia, para entrar por Vallecas a Madrid.

– ?No se rodea?

– Muy poco. Nos evitabamos todo el trafico de coches que regresan de pasar el dia fuera. Es un camino que no hay nadie. Todo campo.

– Vamos, si sabes ir. ?Se hara tarde?

Saco la bici de la carretera; se detuvo y echo la pierna al otro lado del sillin, afianzandose bien con los pies en el suelo:

– Sube.

Carmen monto en la barra y se agarro al manillar.

– ?Dejarme ya en paz! ?No quiero nada con vosotros! Estaba todo ya muy gris en la penumbra de los arboles.

– ?Pero que te hemos hecho? ?Ven aca, Daniel…!

– Nada. No me habeis hecho nada. ?Me estorbais!

Anduvo unos pasos, alejandose de Tito y de Lucita, y se dejo caer bocabajo sobre el polvo. Ya casi no distinguian de la tierra las aguas del Jarama.

«En una choza – junto a los mares – donde las olas – bravas rugian – con sus hijuelos – feliz vivia – la companera del pescador…»

Los cromos se oscurecian en la pared del fondo; enturbiaban sus dibujos.

– Papa, que nos vayamos.

– Ahora, hijo mio, dile a tu madre que ahora voy. A todos, Mauricio; la espuela. Dila que ahora mismo voy…

Habian salido a bailar dos parejas de la mesa de los cinco. Fernando comentaba:

– ?Y a esos quien los manda bailar con nuestra musica?

– Dejalos – dijo Mely-. ?A ti que mas te da?

– Pues es una frescura.

– ?Tenian que pedirte permiso, segun tu? – le replicaba ella.

Desde su sitio, Zacarias la estaba mirando. En la gramola gangueaba la voz antigua de Gardel. Nineta queria que Sergio la sacase.

– Mujer; se nos pasaron a nosotros las edades de bailar. Y ademas Petra tiene prisa.

– Ah, si es por eso – dijo Petra -, al paso que vamos, teneis tiempo hasta para echar un rigodon. ?Que, hijo mio? ?Que te ha dicho?

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