– A eso le llamo yo meter la pata – reforzaba Ricardo.

– Bueno, ?y que nos importa como tu lo llames? – se encaro Federico. – Te lo guardas, y todos marchamos mejor.

– No me lo guardo; no senor; lo digo: meter la pata y una chuleria. ?Lo que habeis hecho con el conejo? Una chuleria.

Intervino el de Atocha:

– Oye, mira, chico, tu, como te llames; no se han metido contigo, asi es que tu tampoco te entrometas a censurar a los demas, ya lo sabes.

– Una chu-le-ri-a.

Los demas observaban en silencio; Fernando se reia.

– Estan los animos algo acalorados…-comento. El de Atocha se habia levantado de su silla y se acerco a Ricardo.

– Oyes, tu, ?que es lo que quieres?, ?vas a continuar? Porque es que si pretendes que nos incomodemos, dilo ahora y nos ahorramos el camino.

– No tengo especial interes de que nadie se incomode, pero si de decir lo que pienso, eso si; si cae bien como si cae mal: lo del conejo es una chuleria.

–  ?Te estas poniendo cabezota!

– ?Y que?

– ?Que me fastidia! ?Que ya se ha terminado…! Se interpuso Samuel:

– ?Chsss, mas despacio, hombre!; si no hace falta hablar tan alto, para entenderse bien. Sin sofocarse. Ricardo decia:

– ?Que es lo que se ha terminado?

– ?De aguantarte a ti!

– ?Estas en un error!

Vino la voz jovial de Zacarias, desde el fondo de la mesa:

– ?Eh, mirar! ?Un momento! ?Me dejais un momento hablar yo?

Miraron todos hacia el, y dijo:

– Ahora, por lo visto, despues de una carrera de galgos en campo, pensais ofrecernos una velada de boxeo, ?no es eso? Por mi parte se os agradece la intencion, pero antes de que la cosa se caldee, os participo que el respetable esta ya mas que satisfecho con lo que ha visto, y no es preciso de que os sigais molestando por el precio. Conque se os pide que volvais a sentaros, y otro dia sera, que ya esta bien de deporte para hoy. ?Estamos o no estamos de acuerdo?

Reian y alborotaban.

– ?Mucho por Zacarias!

– ?Muy bien dicho!

El de Atocha volvia a sentarse al lado de Lolita; le decia en voz baja, indicando con la sien hacia Ricardo:

– Es un poquito jija ese amiguito vuestro… La chica se revolvio:

– ?Y tu un mamarracho!

Mely le susurraba al oido a Zacarias:

– Eres magnifico…

Los otros pedian que cantase Miguel.

Habia sacado don Marcial una petaca color crema y ofrecia tabaco a todos los presentes. El Chamaris le decia:

– Se lo vamos a gastar a usted todo. Con otro golpe como este, adios.

–  Para eso esta, para gastarlo – contesto don Marcial. Se ponia de nuevo la chaqueta.

– Luego a la noche se encuentra usted sin. Y despues de cenar, a ver que hace.

– Mejor. Asi no tengo tentaciones. Y cuanto menos fume, eso me sale ganando la garganta.

– Pues lo que es yo – terciaba el carnicero alto -, ya ve usted, se abstenerme mucho mejor si se que tengo la petaca llena, que si la tengo vacia.

– Eso tambien es cierto – asintio su colega -; basta uno encontrarse sin tabaco, para que te entren unas ganas desesperadas de fumar – liaba un pitillo.

– Si senor – dijo Claudio -; conmigo, por lo menos, es asi. Que lo tengo: pues dejo la petaca encima la mesilla, y como sabes que le puedes echar el guante en el momento que quieras, te duermes sin fumar, y tan tranquilo. Pero, amigo, lo que son las cosas; en cambio el dia que te ves sin tabaco, te lias a dar vueltas y vueltas en la cama, sin poder pegar ojo, y no paras hasta que no eches pie a tierra y te agencias por ahi un cigarro como sea, aunque sea rebanando la fusca de todos los bolsillos. Ya ven ustedes que cosa mas absurda.

– El espiritu de contradiccion que tenemos imbuido todos los mortales – comento Chamaris.

– Pues entonces usted, como mi suegra, con eso del tabaco, una cosa parecida – decia don Marcial -; que se guardo un kilogramo de arroz toda la guerra, sin gastarse ni un grano, solo por no sentir que le faltaba y poderle decir a sus parentescos y amistades que ella, desde luego, tenia arroz. Y despues tuvo que tirarlo, cuando vino la liberacion, de mohoso que estaba. ?Que le parece?

– Ah, pues mire: asi no lo echo de menos. Porque sabia que si no se preparaba un domingo una buena paella, era tan solo porque no queria. O sea, que no comio arroz, pero tampoco lo tuvo que echar de menos – le replicaba el carnicero alto.

Carmelo perseguia con los ojos el alma negra de su cerilla, que ascendia hacia el techo. Y ahora Lucio intervino:

– Esa es la grande diferencia que va de tener uno que privarse forzoso de una cosa a quitarse de ella voluntario, a sabiendas de que puede uno tenerla en el momento que se le encapriche. Por semejante procedimiento, la suegra de usted, con solo un kilo de arroz, se hizo la cuenta de que se estuvo comiendo arroz toda la guerra. No la llenaba la barriga, pero le producia casi la misma satisfaccion que llenarsela.

– Ni mas ni menos – asintio el hombre de los z. b. -; ahi esta la distancia que media entre el no querer y el no poder.

– ?Ascua! – reia el alcarreno -. Pues eso si que tiene un rato miga. Menudo invento ese del arroz para vivir del aire, o por lo menos morirse uno de hambre tan contento, sin pasar la gazuza.

– Eso de lo querido y lo podido – intervino el pastor -, es un asunto que varia al tenor de cada persona. Los hay que en cuanto tienen cien pesetas, alla van, se las despachan de momento; como los hay que prefieren guardarselas y estar nada mas pensando en lo que pueden comprarse, si quisieran.

El chofer dijo:

– Eso si: hay quien le gusta el dinero guardado y hay quien le gusta disfrutarlo.

– Ahi esta – continuaba el pastor -; los unos gozan porque han tenido una expansion, y los otros porque piensan que siempre estan a tiempo de tenerla. Y esa senora o senorita o lo que sea, lo unico que la pasa…

– ?Pero como iba a ser senorita, mamerto? – le interrumpio el alcarreno. – ?No estas oyendo que es la suegra de aqui?

– Pues senora, para el caso es lo mismo; lo unico que la pasa a esa senora es que prefiere tirarse los tres anos pensando en que puede comerse una paella, a echar mano cualquier domingo del kilito de arroz y pegarse el festin y santas pascuas. Y esto ultimo, ni mas ni menos, dicho sea de paso y sin que nadie se moleste, es lo que en caso parecido haria un servidor.

Coca-Cona hojeaba un ABC todo doblado, que se habia sacado del bolsillo. Se mojaba el pulgar con la lengua, al pasar cada hoja. Levanto la cabeza y exclamo:

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