presa, y se distinguian las cabezas sobre el agua, cinco o seis, a la luz de la luna rasante y el reflejo de bombillas que venia del lado de la musica. «?Llevame a tierra, Tito; tengo un miedo terrible; llevame!», se erguia encaramandose hacia Tito, como queriendo despegarse del agua; tiritaba. Se vio el brazo y el hombro de uno de los nadadores blanquear un momento, alla abajo, en la mancha de luz. Tito y Paulina se encaminaron hacia la ribera, venciendo con trabajo la resistencia de las aguas. «?Aqui! ?Aqui!», grito una voz junto a la presa, «?Aqui esta!» Habia sentido el cuerpo, topandolo con el brazo, casi a flor de agua.

La voz opaca y solitaria de Miguel cantaba junto al muro de la casa, hacia el jardin vacio. Relucieron los ojos del gato en la enramada. Miguel extendia las manos abiertas hacia todas las caras y mecia levemente la cabeza, «… y como tu no volvias – el sendero se borro – como tu ya no bebias – la fuente se corrompio». Levanto hacia los otros la cara sonriente; aplaudian.

– ?Sentimiento…!

– Ahora un traguito. Te enjuagas las cuerdas vocales. Se le oia reir a Mariyayo; Fernando le habia dicho que tenia una voz de extranjera, «por ejemplo italiana o cosa asi».

– ?Y que sabes tu cual es la voz de las italianas?

– Me la imagino. Escuchandote a ti me la imagino. Los dos se reian.

– Que amistades han hecho, mirarlos.

Los ojos de Ricardo estaban fijos en la luz que pendia en el centro del jardin. Finfanos, mariposas, oscuros mariposones de verano, pululaban en torno a la bombilla. Discutian las dos chicas de Legazpi que si cual de las dos estaba mas morena.

– ?Que mas os da?

Zacarias se recostaba en la enramada, basculando su silla y dejandola en vilo sobre las patas traseras. Hundia la nuca entre las hojas.

– Si no es por lo moreno; es la cabeza tan dura que tiene, no querer reconocer lo que salta a la vista.

– Bueno, tu mira este brazo y el de ella, Federico, tu compara.

– A mi no me metais en laberintos. Las dos estais muy morenitas y muy bien.

– Claro, por no enemistarse contigo, por eso se calla.

– Dejarlo ya, ?quereis?

– La cabezoneria, lo otro es lo de menos; la rabia que me da de que exista en el mundo una persona tan cerrada de ideas.

– ?No la digais en voz alta! – grito Zacarias -. ?No la quiero saber! Conmigo lo mismo que si fuera un enfermo del cancer.

Habian preguntado la hora; Zacarias agarraba a Miguel por la muneca, tapandole el reloj; le decia:

– ?Loco, estas loco tu ahora jugar con esos instrumentos! ?Eso es la muerte niquelada!

– Esta bien, ya sabemos la gracia, Zacarias. Sueltame, ahora.

– Me tratas duramente.

– Que pena.

Zacarias se volvio sonriendo hacia Mely; le dijo:

– ?Es que es una cosa agobiante el hombre este! ?Tu te crees que se puede vivir de esa manera? ? Imposible! A la salud, y a todo, le tiene que hacer dano, ?como no va a hacer dano?

Dijo ella:

– Oye, tu vuelves en el tren, ?verdad?

– ?A Madrid? Claro, en tren, ?pues de que otra manera?

– Ya, no se, una pregunta tonta, no me hagas caso. Bueno y ?llegais?

– Pues mira, si sale de aqui a las veintidos treinta, luego pon veinte minutos que tarde: pues a las doce menos diez en… ?De que te ries?

– Nada, que eres muy simpatico, las cosas que dices – hizo una pausa, lo miraba sonriendo-, «a las veintidos treinta», se pone el…

– Bueno, ya te estas guaseando. No puede uno decir nada; en seguida os lanzais como chacales, hija mia – meneo la cabeza -. ?Mirala ella!, como se divierte. Con eso. ya, ?feliz!

– Huy, pero por Dios, si no me guaseo, Zacarias, te doy mi palabra, estas equivocado por completo; si es que me ha hecho mucha gracia ese detalle, a ver si me entiendes, me habia gustado como lo decias…

– ?Y como lo he dicho? A ver.

– Ay, hijo, no se, pues asi, ?que pregunta! Nada, pues de la forma que lo has dicho, yo que se. Si ademas no es mas que eso, no tiene nada que aclarar, una manera que me ha hecho gracia como lo decias, que me agradaba escucharlo, ?que quieres que te diga…? Bueno, y mira, en resumen: no hay nada que comprender, o sea que si no lo entiendes es que eres bobo; y no me hagas hablar ya mas, que me encorajina armarme estos bollos cuando quiero explicar una cosa.

– Si, desde luego, porque este explicoteo que me has dado, no te creas que me ha hecho mucha idea.

– Bueno, pues ya esta, pues por eso mismo, si ademas es una tonteria, si ni se a que ha venido todo esto ni que era lo que queria yo decir ni nada…

– Vamos, ahora tampoco te impacientes, ?con que motivo?

– Me da rabia.

– ?Pero el que?

– ?Eh? Pues nada, no lo se, ?como quieres que yo lo sepa?, ?y ademas es igual!

– ?Y ahora a que viene eso de hablarle a uno de esa forma?

Mely lo miro y luego dijo, bajando los ojos:

– No se, Zacarias; que soy idiota, que se conoce que me gusta que me aguanten, ?sabes?, eso mismo va a ser; que soy una nina gotica y me creo que…

– ?Hueno, huenoo, paraaa…!, ?parate ahi ya, hija mia, no te me embales ahora, por favor! Tu tambien es que te tiras en picado, ?que barbara!; te zambulles del cielo al infierno, sin pasar por el purgatorio. ?Pues vaya unos virajes, la ordiga! ?Pero es que te dejas medio neumatico en el asfalto, con cada viraje que pegas!, no te creas que exagero.

– Pues si, pues no lo dudes, no es mas que lo que te he dicho… que me entra rabia de una cosa mia y la pago con el projimo. Ademas, es cierto, lo se. Bueno, si vieras, ahora… Oye, palabra que ahora me estan entrando ganas de llorar… ?Tu, por que no me das una guantada, Zacarias?

Mariyayo habia hincado los codos en la mesa banada de vino; habia dicho:

– ?Si tiene razon! – se cogia la cabeza entre las manos -. Fijate, me quedaba yo ahora, ?no se el tiempo! Total, visto y no visto, justamente cuando empiezas a vivir; ?hay derecho? Manana ya, vuelta otra vez.

Habia dicho Fernando, a sus espaldas:

– Asi es la vida, cielo, no sirve darle vueltas. Los ratos buenos se nos pasan mas pronto que los malos. Y tampoco por eso dejan de ser buenos.

Mariyayo lo habia mirado:

– Buenos para quedarse con las ganas. ?Para eso son buenos!

– Ya veras el domingo que viene – tercio Marialuisa -; mira, el domingo que viene nos venimos otra vez y armamos aqui un gatuperio de esos que hacen epoca.

– Pues igual, hija mia, ?que mas dara?; el domingo que viene pasara lo mismo, parejo a lo de hoy, ?Por que iba a ser mas largo?

La luna aparecia; fue rebasando las tapias del jardin, como una gran cara muerta que asoma; la veian completar lentamente sus facciones eternas.

– No, pues nosotros por lo menos, ya no nos podemos descuidar – habia dicho una chica de Legazpi -; tenemos que estar al tanto de la hora. Porque a las diez y cinco, ya sabeis: el camino

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