poquito de formalidad, que ya llevan dos veces que se les llama la atencion por hache o por be, y estoy viendo que todavia me van a poner ustedes en el tramite de avisar a mi marido! Conque vamos a ver si es verdad que tenemos un poco mas de lo que hay que tener, de ahora en adelante. ?Pues buena la que me ha caido a mi esta tarde de tener que andar a cada momento de ninera con ustedes, vamos…!
Volvio a entrar; comentaron en la mesa:
– Lo estaba yo viendo venir. No se pueden armar estos cacaos tan gordos. La gente…
– Esta tia es el Coco en persona; en mi vida no he visto una vieja mas odiosa y atorrante, ?su padre!
– Esta en su propia casa. Hay que tener en cuenta eso tambien; yo creo, vamos.
– ?Esto es un establecimiento, un local que esta abierto para el publico! Lolita gritaba:
– ?Yo quiero las zapatillas! ?Que me den mis zapatillas…! Se las andaban buscando por el centro del jardin.
– Eso segun a lo que llames publico. O sea que no a todo el mundo le cuadra esa calificacion, a ver si me entiendes. Algunos hay que descartarlos… ?Eh, ?que le pasa a Loli?!
Se habia echado a llorar de repente. No eran capaces de encontrar la segunda zapatilla.
– ?Pues me quedo descalza, ya esta!, ?pues que se haya perdido, pues ya no busqueis, que se pierda, me quedo descalza, asi ya no hay remedio ninguno…! ?Ahora llego a mi casa, me abren la puerta y me ven…, me pregunta mi madre, a ver yo que le cuento a mi madre, un camelo… si, que camelo, no hay camelo que valga, no hay escape…, una chica que no es una fresca no se queda descalza por ahi…, no se le puede perder la zapatilla…
Marialuisa la cogia contra su pecho; se puso a acariciarla:
– Tranquila, Lolita, ahora mismo la encuentran; ?pero no te das cuenta que estas tramando un episodio que es del genero tonto? ?El colmo ya de la bobada formar esa llantina y esos razonamientos que te traes! ?No ves que desbarras, mujer? Ahora va a aparecer la zapatilla, veras como aparece…
– ?La nina, vaya una guerra que estas dando a ultima hora!
Lolita ya se dejaba caer sobre el regazo de la otra; murmuraba:
– Me da igual no me apuro voy descalza me importa un comino…le digo Madre pegame ya te cansaras…le digo pegame Mamita la zapatilla la he perdido bailando de juerga tu me pegas y yo vuelvo a bailar y enseno mis piernas cuando bailo…tu pegame y veras tu manana y pasado y el otro tu pegame desuellame Mamita yo bailo la zamba manana y pasado y el otro y el otro y el otro yo salgo y me besan los chicos en el cine y me divierto sin cesar…
Aparecio la zapatilla que faltaba. Lucas se arrodillo a los pies de Lolita:
– Yo te calzo, princesa – le dijo. La chica lo miro:
– Luquitas, guapo, muchas gracias… Chico, yo estoy como un trapo… – se reia-, te lo juro…
Se dejaba calzar. Despues le vinieron las ansias y Marialuisa y Juanita se la llevaban hacia el gallinero, para que vomitase.
– Ha bebido, despues se ha liado a dar esas vueltas que dio; pues no me diga mas; tu no veas el bochinche que tiene que tener por dentro formado, ?de espanto!
Regresaron a la mesa, queria venir ella sola y rechazo los brazos de las dos chicas que la acompanaban:
– ?Todavia se andar!, ?que os creeis? – les decia-. Me agobia que esteis siempre venga a proteger…, a protegerla a una en seguida cuantito que teneis la mas pequena ocasion… la gente pegajosa…-se dirigio a los de la mesa-. Bueno, sois todos una partida de besugos; cuando una persona acaba de echar las tripas por haberos estado divirtiendo, vosotros se os ocurre tomarla de espectaculo, mortificarla a una lo que podeis- llegaba hasta la mesa; se sento; los miraba riendo-. ?Mira tu que reunion de pajarracos! ?No se os ocurre nada a ninguno, para darle el adios a un dia de fiesta?
Toda la gente inmovil en la orilla, a la luna, con la vista en un punto del rio. Se habian ido desplazando ribera abajo a la par de dos nadadores por el agua, y ahora se aglomeraban delante del embalse, ya casi en el puntal de la arboleda. No habia nadie, donde Tito y Paulina tocaron la orilla. Ella recogio sus pantalones, hallados alli mismo, y ya echaban a correr con ellos en la mano. Ahora corrian junto a los troncos blanquecinos, junto a sombras de figuras humanas que guardaban campamentos, todas pendientes de aquello que pasaba en el puntal.
Un perrito salia de lo oscuro a ladrar la carrera de Paulina, y ya Tito corria casi a diez pasos por delante de ella.
– Esperame, esperame, Tito… – la oia gritar sin aliento a sus espaldas.
Sentian chinas y palitroques que les herian las plantas de los pies. Mas de un centenar de personas les impedian la vista de las aguas, formandoles delante una barrera de espaldas apretadas y negras. Se abrieron camino con los codos e introducian sus cuerpos mojados en la espesura de la gente. No hablaba casi nadie. Tito abria el paso por delante de Paulina.
– Sin atropellar – le dijo alguien -; que todos queremos verlo.
Tito no contesto. Cogio la mano de Paulina y alcanzaron los dos juntos la fila delantera. Alli se oia muy alta la musica, lavada por el eco del embalse, y venia del agua una cierta claridad, que rechazaban las manchas luminosas proyectadas sobre la superficie por las bombillas de los merenderos. Enfrente, al otro lado de unos cincuenta pasos por el agua, se veia clarear el borde del dique de cemento que formaba el embalse, como una banda a lo ancho de la presa, que afloraba poco mas de una cuarta por cima de nivel. Cerca de alli se divisaban ahora tres o cuatro cabezas de los nadadores. Grito Paulina llamando a Sebastian. Resonaba el fragor de la compuerta. No habia espacio delante de la gente, para andar a lo largo de la orilla, camino del puntal; para seguir, tuvieron que meterse con los pies por el agua. Desfilaron por delante de todas las caras inmoviles que miraban al rio, iluminadas por la luna y el reverbero que venia de las aguas manchadas de luz. Habia un corrillo, un poco mas abajo; rodeaban a uno desnudo, acurrucado en la arena a sus pies; y era Sebastian. Paulina se tiro de rodillas junto a el:
– ?Sebastian!
No contesto. Se le sentia jadear desfallecido. Encogia todo el cuerpo, abrazandose las piernas por delante de las rodillas, y en ellas tenia apoyados los ojos y la frente, ocultando su rostro. Paulina lo agarro por el pelo chorreante y le levanto la cabeza para verle la cara:
– Sebas… -le dijo.
Apenas le entreveia las facciones en la sombra. Sentia todo el peso de la cabeza en el esfuerzo de su mano, que se la sostenia suspendida por el pelo. Se le notaba agotado de nadar. Luego ella le abrazo con ambas manos la cabeza, y la apreto hacia su pecho. Las rodillas de alguien oprimian contra la espalda de Paulina. Un bosque prieto de piernas rodeaba sus cuerpos como una empalizada, limitando un recinto muy angosto. Paulina sentia sus pantorrillas hundidas entre las piernas de la gente, en un humedo rozarse de pies que se mezclaban en la arena. Alzo los ojos y miro con agobio hacia arriba, a las caras de los que estaban de pie, por encima de ellos, rodeandolos en un cenido semicirculo, abierto tan solo a la parte del rio. Tito estaba de espaldas, ahi delante; se recortaba en los reflejos del agua iluminada. Paulina hundio la cara en la nuca de Sebas y se apretaba contra el. Ahora la musica se habia detenido y ya muchas personas acudian a la presa desde los merenderos; enfrente se veian sus siluetas recortarse a lo largo del dique. A la derecha, largas sombras cubrian los reflejos en el agua, desde el mismo malecon. Paulina sintio unos dedos que le tocaban en la espalda: levanto la cabeza: una mujer le preguntaba, senalando hacia el rio:
– ?Alguien familia de ustedes? No le veia la cara.
– Venia con nosotros.
La mujer levanto la barbilla: «Ah»; ya miraba de nuevo hacia el rio. Ahora, al parecer, cerraban alla enfrente la compuerta, y el rugido del agua decrecia hasta callarse por completo. Todo quedaba en silencio y se oyo el cuchicheo de la gente. Alguno comentaba que habia peligro en la presa si la