luego se vienen al Jarama a practicarlo; pues nada, lo ven tan somero, lo ven que no los cubre ni la mitad que una piscina, y se confian y se creen que todo el monte es oregano. Pero, si, si; somero, desde luego que lo es, en el verano, amigo; lo que no saben es que las aguas de este rio tienen manos y unas, como los bichos, para enganchar a las personas y digerirselas en un santiamen; eso es lo que ellos no saben.
– ?Diferencia con una piscina! – dijo Amalio -. ?Ojo, que hay curvas! ? Adonde va a parar! Aguas, estas, que tienen siete capas, con todos sus recovecos y sus dobleces y sus entretelas. Como una cosa viva; con mas enganos que el jopo de una zorra y mas perversidades que si fuesen manojos de culebras, en vez de ser agua, lo que viene corriendo por el lecho. Que no es persona este rio. Que no es persona ninguna de fiar. Con una cantidad de hipocresia, que le tiembla el misterio – se reia.
Y dijo el alcarreno:
– En invierno, en invierno, entonces tenian que venirlo a ver, cuando carga y se pone flamenco el; para que supieran con que clase de individuo se gastan los cuartos.
– Bien dicho – asentia el pastor -; el dia que me coge una de esas crecidas de marzo, que se le hincha el pescuezo lo mismo que un gallo que quiere pelea. Le zumba el mico, las riadas; que se te lleva una huerta por delante, con frutales y tapias y todo lo que entrilla, y despues te la deja aterrada, convertida totalmente en una playa, que no le hacen falta ya mas que los toldos y las garitas esas de colores, como se estilan en los puntos del veraneo, ?a ver si es mentira? Se reian los presentes; el alcarreno comento:
– Luego que vengan diciendo que no tiene unas y manos, y te descuaja hasta los arboles. A ver si el agua, segun es ella por si misma, va a poder hacer eso alguna vez.
– No se diria – dijo Amalio el pastor.
Los miro sonriendo en silencio; con ambas manos se apoyaba en la garrota, por delante de su vientre concavo, que se encogia tras las holguras de sus calzones de pana amarillenta. Asi apoyado, los hombros se le subian, a causa de su chica estatura, y marcaban los huesos contra la tirantez de la camisa. Su cabeza aplastada se hundia entre los hombros y la sonrisa le ensanchaba las facciones, comprimidas entre la frente despejada y enorme y la angulosa mandibula de rana.
– Vaya si es bravo cuando quiere – decia, columpiandose en la garrota -; da su guerra, para ser ese rio que es, que no es que sea un arroyo, arroyo no, pero tampoco es de los grandes. Cuando en marzo te dice alla voy, que empieza a revolversele la sangre esa que tiene y comienza a crisparse y rebullir como la olla del cocido, y se lia a traer ramas y matorrales, que los lleva saltando, en volandas por encima la corriente, y vigas y arboles mediados y animales muertos, perros y gatos y liebres, con la barriga hinchada como un globo, y ovejas y hasta reses de vacuno, que luego te los deja malolien-do adonde quiera que le cae, donde se ve que se harta de llevarlos en el lomo y que te leve Rita – hablaba con viveza -. Igual te quita una oveja en San Fernando y organiza una merendola de amigotes en Vaciamadrid; como arrastra en la Sierra un molino de centeno, para instalar una fabrica de harinas y tapiocas, maquinaria moderna, en el mismisimo Aran-juez. ? Y vete tu a olerles la boca y los eructos, despues que se la han comido, a ver si era tu oveja o si era otra, a los tragones de Vaciamadrid! ?Pues buen provecho, que cone! – se reia -. Lo que te quita el rio, buena gana; dejaselo ir a los que tengan la suerte de pillarle mas. abajo. El quita y pone y forma el estropicio y se organiza su propia diversion.
– Vamos – le dijo Lucio -; ya me parece que quiere usted crecerlo mas que nunca no fueron capaces de crecerlo las tormentas.
– Si que me estaba resultando ya mucha llena a mi tambien la que teniamos esta noche – confirmaba Mauricio sonriendo -. Si esto es ahora en agosto, en febrero se lleva la Provincia. Yo creo que se ha pasado un poquitito.
El pastor se reia.
– Viene siendo por las trazas. Se le anadian un par de ceros; la cosa es relatar.
– Mucho veo que le gusta engordarlo – dijo Lucio -. Con toda la rabia que dice que le inspira, y como se entusiasma y se explaya, hablandonos de el. Despues de todo, se ve que le tiene ley, ?diga usted la verdad?
– Con los respetos debidos – contestaba el pastor -, y guardando las distancias. Refrescarme los pies y ademas sentadito en la orilla, ese es el grado mayor de confianza que yo le concedo. Ahora, eso si, faenas de esas, de ponerse hecho un toro colorado y salir arreando con todo lo que pilla por delante, de esas le tengo vistas unas pocas. Me gusta el espectaculo, se lo digo en serio. Especial si alcanzo a tiempo de la primera embestida. ?Eso es grande!
– Sin las ovejas, sera.
– El ganadito encerrado, por supuesto. Ah, no; no comeran mas ovejas en Vaciamadrid, en lo que sea yo pastor, se lo juro.
– ?Pues como pudo llevarse una oveja tan abajo, por muy grande que fuese la crecida?
– Muy facilmente – decia riendo el pastor -; pues en primer lugar, por lo flacas que estan todas, que un saltamontes un poquito gordo ya pesa mas; y en segundo lugar porque se trata de un invento. Vera usted, eso no es mas que un cuento mio, de una vez que mi amo me embarco, con toda la tormenta aun encima, en busca la piel de una oveja que me habia quitado el Jarama. Pues fueron su padre y su abuelo, cogidos de la mano. Conque le dije que muy bien, que ahora mismo, y me tire la tarde al libro de las cuarenta hojas, a base de tute por todo lo alto, y me presento a la manana, mas serio que un ocho, para darle razon que la oveja se la habian alinado unos gandules de Vaciamadrid y que la piel ya se la habian colocado al primero que les daba cuatro perras; y el amo va y se lo cree todo a pies juntillas, y que bueno, que ya que se le iba a hacer, que lo dejase y no buscase mas. Tan convencido quedo el hombre; de la pura poquisima idea que no tiene de nada de nada, y de lo serio que me puse yo para ensartarle el embuste. Y ese es el cuento.
El hombre de los z. b. levanto la cabeza.
– Usted nos hace pasar buenos ratos, Amalio – le dijo -, con todas esas cosas que nos pinta del rio; pero hoy le esta costando muchas lagrimas a algunas personas.
– Eso es asi – dijo el pastor-, por suerte o por desgracia. No puede mas que ser de esa manera; unos se rien con lo que a otros les cuesta de llorar. Y esto del Jarama no es de hoy; siempre tuvo esas cosas; llevan viniendo a banarse que se yo el tiempo, desde muchisimo antes de la guerra; una costumbre del ano catapum; y todos, todos los veranos, tienen que ahogarse tres o cuatro madrilenos. ?Que tiempo lleva en Coslada?
– Pues cuatro anos van a hacer.
– Asi que ya paso lo menos tres veranos, con este, y a ver si ha habido uno solo, sin que algun madrileno pereciese a manos del Jarama. Una desgracia que es ya vieja y notoria; casi una costumbre. Hoy la toco de venir. Se conoce que estaba acechando este dia.
– Al que le toca le toco – dijo Lucio-. Lo mismo que un sorteo.
– Eso es; pero el rio no se va sin lo suyo – contestaba el pastor -. Y si un dia se negara la gente a meterse en el rio, saldria el a buscar a la gente.
– Capaz seria, si senor – asentia el alcarreno. El pastor se reia.
– ?Que miedo!, ?eh? El rio saliendose de sus cauces y liandose a correr por detras de la gente, como un culebron. ?No le daria a usted miedo, senor Lucio?
– Yo estoy muy duro ya. Me escupiria al instante.
– Pues a saber si le gusta a lo mejor la carne de gallo viejo- decia el alcarreno y bostezaba.
Hubo un silencio, en que Carmelo cogia su vaso y bebia un sorbito de vino; Lucio habia hecho una sena a Mauricio, para que este llenase los vasos.
– Siempre va usted retrasado – le dijo Mauricio al hombre de los
– Deje, Mauricio, no me ponga mas vino – contesto -. Con estas cosas se le quitan a uno las ganas de beber.
– Como usted quiera – dijo Mauricio, retirando la frasca.
– ?Y con que cosas? – pregunto Macario. El hombre de los z. b. lo miraba a la