agencia de detectives: tenia alas en los pies, y la rapidez en ese negocio es cosa primordial. Un caduceo es algo bonito, un casco con alas, un palo y dos culebras subiendo por el como una trenza…Las novelas policiacas estan muy desprestigiadas, pero gracias a ellas, a leerlas y a tener que escribirlas, se habia hecho una solida cultura de enciclopedia.

– ?Que piensas, Spade?

– ?Que?

Se rompieron sus pensamientos dentro de la cabeza como la botella de whisky de Delley. Se asusto.

– El 18 de Julio nadie creyo que aquello fuese a durar tres anos ni mucho menos que despues iban a ser otros treinta y cinco…Volvera la quema de iglesias y conventos.

Esta ultima frase se la dirigio Sherlock especialmente al padre Brown, otro de los ACP, pero sin dejar de mirar a Mason, en quien Sherlock habia descubierto un aliado para el repliegue.

– …Tu te acuerdas tambien de eso, Mason, ?no? Y usted, don Benigno, ?no dice nada?

El padre Brown sonrio beatificamente, vacio su pipa en el cenicero con ligeros toques, comprobo que no quedaba escoria en la cazoleta, y dijo risueno:

– Conventos, pobres, ya quedan pocos, pero de iglesias no estaria mal que se quemaran algunas…

Mason seguia asintiendo de manera sombria, ajeno a la broma del padre Brown, y tambien desenfundo su cachimba.

Se hubiese dicho que aquella reunion mas que de los ACP era del Club de los fumadores de pipa. Miss Marple tambien tenia la suya. Ni siquiera se daban cuenta del efecto tan raro que podia hacer verles a todos ellos con sus pipas…

– Sherlock, nos estas dando la tarde. Ademas el padre Brown es bastante rogelio, ?o no, padre? Y tu, Mason, no le mires con esa cara de cenizo.

El habla de Marlowe era muy madrilena, siempre como si estuviera pidiendo un bocadillo de calamares en una de las freidurias de la Plaza Mayor.

Mason tenia fama entre los ACP de ser algo cenizo, cierto, con aquel bigote de pincho tan triste y el pelo blanco, pero cuando se lo llamaba otro que no fuera Spade se retraia como un molusco, y torcia el gesto, y mas cuando quien se lo decia era alguien como Marlowe. No le caia simpatico. Pero no se atrevia a pararle los pies ni a contradecirle. No tenia mucho caracter Mason, desde luego, y hubiera podido pensarse que aquel nombre era un escarnio, de no ser porque se lo pusieron en pleno auge de la serie televisiva del mismo nombre.

No se sabia como haria en los juzgados para no dejarse avasallar por los contrincantes. No tenia ninguna logica que fuese abogado, desde luego, pero esa falta de logica, la mas notoria de todo cuanto constituia su vida, era la que le habia pasado inadvertida siempre. La candorosa insolencia de Marlowe le mortifico, y no volvio a abrir la boca.

– Bah, Mason, te lo tomas todo a la tremenda -insistio

Marlowe bromeando, ajeno a los sentimientos que despertaba en el abogado.

Marlowe era el hijo del relojero de la calle Postas, «Suministro. Fornituras. Herramientas». Cuando hablaba de sus padres les llamaba siempre «mis viejos». Mi viejo, mi vieja…La familia tenia tambien otro almacen en la calle Carretas, arriba, casi en Gran Via. Marlowe hacia unas veces de relojero y otras de recadero entre Postas y Carretas. En estas idas y venidas, como hijo del jefe, escamoteaba algunas horas para asistir a las reuniones de los ACP. Hacia coleccion de pistolas. En realidad seguia la coleccion de pistolas que habia empezado su «viejo», antiguas y modernas, todas en uso, incluso las mas antiguas, que el restauraba y componia. Decia que los relojes le habian ensenado mucho a leer las novelas policiacas y las novelas a entender mejor las pistolas. Un buen crimen esta muchas veces en una buena arma. Tampoco era partidario de los venenos, pero menos aun de la balistica sofisticada, carabinas de alcance kilometrico o miras telescopicas con rayos x. «El Crimen Perfecto es como un buen reloj, ni atrasa ni adelanta, se produce a su hora.» Le gustaban estas frases, que dejaban un tanto anonadados e inermes a los que las escuchaban. Acababan de licenciarlo de la mili. De estatura mediana, cabeza grande, facciones que denotaban tenacidad y audacia, subrayada por la mirada. Miraba a los ojos, impetuoso y desafiante. Muy arreglado siempre, muy afeitado y muy perfumado con varoniles lociones, dispuesto al asalto y conquista de las primeras faldas que se movieran a su lado. Se le podia definir como un perfecto hijo del pueblo de Madrid. Era tambien el mas joven de todos los ACP hasta que entro Poe.

– ?Y Poe? -pregunto alguien.

– No ha venido -contesto Marlowe-. Y vosotros, viejales, parece que os estuvierais cagando por la pata abajo.

En ese momento, como convocado por la alusion, aparecio Poe por la puerta.

– Mas respeto, chaval -le dijo Sherlock, estirando el cuello y sin esperar a saludar al recien llegado-. No sabes lo que fue aquello.

– ?Como que no lo se? Mi viejo estuvo en la Division Azul, con dos cojones, matando bolcheviques -dijo Marlowe.

– Marlowe -advirtio Spade, a quien la palabra cojones habia bajado de su nube- no hables asi delante del clero y de las mujeres.

El cura se encogio de hombros, dando a entender que por el le perdonaba, y de las mujeres, la vieja, Miss Marple, que tampoco simpatizaba con Marlowe, asintio, y la otra, la joven vestida de negro, no movio ni un musculo de la cara.

– Bueno -continuo Sherlock sin hacer caso de esa interrupcion-. Yo conoci aquello y fue horrible. Sacaban a la gente, la mataban por la noche, aparecian los cadaveres en las cunetas o los sitios mas raros. Yo estuve yendo con mi madre al Parque Movil de Bravo Murillo a mirar si entre los cuerpos que traian todas las mananas estaba el de un tio, un hermano de mi madre. Fuimos durante un mes, y no aparecio nunca, pero vimos mas de lo que quisimos y de lo que podria olvidarse.

Nadie dijo nada. El fantasma de la guerra civil, como el genuino y agorero cuervo de Poe, se instalo en medio de la tertulia, sobre la mesa, entre las tazas de cafe, los vasos de agua y los tiques con las cuentas de las consumiciones, y graznaba su apodiptico nevermore.

En el Cafe, aparte de los ACP, quedaban dos viejos esqueleticos, uno que debia de llevar alli sin moverse desde hacia unos ochenta anos y el que acababa de entrar, a su lado, ambos sin hablarse, tan tranquilos, tomandose a sorbitos su cafe con leche. Tampoco parecian haberse enterado de nada.

Los funereos vaticinios de Sherlock pusieron una nota luctuosa en el ambiente. Nadie se atrevio a contradecirle. Nunca en las reuniones de los ACP se habia hablado de politica. Ni siquiera Maigret el policia, que hubiera podido contar y no parar de las cosas que habia tenido que ver en el servicio, gastaba un minuto de su tiempo en esas cuestiones que apasionaban por entonces a toda la poblacion. Y no es que estuviese prohibido hablar de politica entre los ACP, sencillamente ese era un asunto que no le interesaba a nadie lo mas minimo, al menos alli. Los ACP, a imitacion del Detection Club que formaron Chesterton, D. L. Sayer. Agatha Christie, F. Willis, Crofts, Wade y otros, era un club de amantes de la novela policiaca, un grupo de personas a las que unia el amor del arte por el arte, el arte puro, el asesinato como una de las bellas artes, para decirlo con frase impar.

Spade se animo a intervenir en la conversacion, y pregunto, sin darse cuenta, lo mismo que ya habia preguntado al llegar.

– ?Alguien sabe si va a venir Maigret?

Si, faltaba Maigret. Maigret era Lorenzo Maravillas. Maigret era la pieza clave en aquel momento. Era logico, estando como estaba metido en la policia, que, de saberse algo mas de lo que estaba sucediendo, lo sabria el. Los golpes de Estado no se preparan sin que la policia lo sepa antes, y menos aun con una policia como la espanola.

– No -dijo Spade-, a mi me da igual lo del golpe, porque conociendo a la policia espanola, aparte de estar en el golpe, no sabran nada mas. Esos hacen las cosas sin saber por que.

– No estaria de mas que se acercase alguno de nosotros a la calle de la Luna -sugirio Mason.

Miraron todos a Spade, pero este nego con la cabeza.

– Yo no puedo presentarme alli.

Todos lo entendieron.

Alguien sugirio entonces que lo mejor era esperar. Quiza Maigret acabase apareciendo.

Maigret no se perdia ni una sola tertulia. Era un entusiasta por naturaleza. Estaba soltero y habia dejado el Pais Vasco hacia cuatro anos, y este hecho le mantenia en un estado de permanente euforia. Era habitualmente el

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