Cuando aparecio Cortes, Modesto Ortega ya le esperaba de pie. El novelista salia palido y despulsado. Le temblaba ligeramente el labio, con un tic nervioso que Modesto no le conocia.

La senorita Clementina se levanto agitada. Llevaba en la mano el lapiz con el que habia estado meneando la tierra negra del cactus. Alarmada por lo sucedido, y fiel a su jefe como una perra vieja, tenia todo el aspecto de ir a clavar el lapiz en el cuello del novelista.

Espeja insultaba a Paco sin reparar en el abogado.

– Esto no se va a quedar asi, imbecil -gritaba cada vez mas fuerte.

– Adios Clementina. Dele recuerdos a su madre.

Paco Cortes siempre le daba recuerdos para su madre. Creia que las secretarias viejas agradecian mucho esa fineza y que un escritor de novelas policiacas podia perder los nervios ante un superior, pero nunca ante una secretaria.

Espeja habia salido de detras de su mesa, gesticulaba con el puro en la mano y hacia con el fintas de florete.

– No eres nadie, ?te enteras, cretino? Te has hecho en esta editorial, ?y asi es como nos pagas a mi-tio-que- en-paz-descanse y a mi? ?Crees que van a querer publicarte esa bazofia en otra parte? En Espana no hay otra editorial para novelas de kiosco. Esta es la numero uno. Muy bien, escribe novela social, que es lo tuyo, muerto de hambre…Eres hombre muerto.

La ultima frase era a todas luces un plagio de las novelas de Cortes, que tan malas le parecian. De pronto Espeja recordo que Cortes se llevaba treinta mil pesetas prestadas, y los alaridos subieron al cielo.

– Y devuelveme ahora mismo ese dinero…Te voy a meter un paquete, ladron, mas que hijo de la gran puta.

– ?Que ha pasado? -le pregunto Modesto Ortega ya en la calle. Se agarraba al ejemplar de No lo hagas, muneca como a un salvavidas.

– No voy a volver a escribir.

Modesto Ortega pego un brinco y cambio de sitio. Antes caminaba a la derecha de su amigo y al oir esa noticia se hallo en el lado izquierdo, sin saber bien como.

– Paco, ?que estas diciendo? Si hay que pleitear, se pleitea. Seguro que este caso lo tenemos ganado. Ese hombre es un negrero.

Paco Cortes caminaba en silencio y no oia muy bien las palabras de animo que le prodigaba su amigo. Le silbaban los oidos con un pitido agudo que aumentaba y decrecia, dejandole en el minimos acufenos alonales.

Se diria que el novelista ni siquiera era consciente del paso que habia dado.

– Ya no aguantaba mas. Es un viejo indecente -concluyo, tratando de infundir serenidad a sus palabras-. Se acabo.

Modesto Ortega caminaba junto a Cortes como un boxeador sonado da vueltas por el ring. ?Que se iban a hacer de las andanzas del bueno de Wells, siempre tan solicito, tan desprendido, tan de vuelta de todo, tan romantico? ?Y la inteligencia de Tom Guardi, el italiano que conocia como nadie los entresijos de la mafia, implacable, amante de las tradiciones de sus ancestros, capaz de descubrir las mas endiabladas tramas criminales ante un plato de pasta y un vaso de vino de Marsala? ?Y Marck Flaherty, el irlandes que sabia de contrabandistas de whisky lo que no estaba escrito? ?Iban a desaparecer para siempre? ?Y el distinguido caballero ingles James Whitelabel, el discreto, ingenioso, excentrico sir James, con castillo en Escocia, un ama de llaves implacable, un hijo bala perdido y una inteligencia a prueba de una bomba atomica, siempre dispuesto a socorrer a los atolondrados inspectores de Scotland-Yard para resolver crimenes que se presentaban como irresolubles? ?Tambien el iba a pagar a Carente con el dinero del senor Espeja y a perderse para siempre en el otro lado de la laguna Estigia?

– No puedes hacer eso. Paco. Piensalo friamente antes de tomar ninguna decision -acerto a mistarle con un hilo de voz-. ?Cuantas novelas llevas escritas ya?

– Por eso mismo, Modesto. Mirame. Treinta y tres con Los negocios sucios del Gobernador, y sigo como sigo; eso quiere decir que las cosas no iban bien, Modesto. Ahora quieren otra cosa. Los detectives son expertos en cocina mediterranea y filosofan sobre la lucha de clases. Antes los que filosofaban eran los sargentos de la comisaria y los horteras de farmacia. Los jovenes buscan emociones sofisticadas que yo soy incapaz de darles. Quieren novelas en las que los asesinos sean mas inteligentes que los policias, los ladrones mas despiertos y con mejor suerte que las personas decentes y los sinverguenzas mas subyugantes que la gente honrada. Los malos son los buenos y los buenos, los tontos. Y desde que hay sociologia, la culpa de los crimenes la tienen o la infancia atribulada o el medio hostil. Nadie es culpable de nada ni el mal existe en si mismo. En una palabra, el problema no reside en el Whos done it? Todos creen que lo que determina el crimen es el campo de fuerzas que se crea alrededor de la victima, la coaccion al destino, que emana de ella, de su relacion con los demas, ese sistema de fuerzas y probabilidades que rodea a toda criatura humana y que se suele llamar destino. ?Me sigues? Yo creo en el destino, pero dentro de un orden, o sea, de un caos. Porque es verdad que sin destino no hay Crimen Perfecto, pero sin caos no hay novela ni literatura. Ahora todo el mundo quiere ser como Bogart en el cine, pero al mismo tiempo hacerse millonario, tener una casa en Beverly Hills y ponerle un pisito a Lauren Bacall para hacer con ella, los fines de semana, escalibada con ajitos tiernos y sepia a la plancha, en la cocina. Se podia ser detective y cultivar rosas, pero ?donde se han visto detectives con el mandil puesto? Hemos degenerado como bizantinos. Se han roto las reglas. Somos de otro tiempo. Ademas, en todos estos anos yo no he dado con un personaje como Dios manda. He tenido buenos casos, no lo niego, pero los han resuelto malos personajes. En este negocio depende todo del detective. Los crimenes son poco mas o menos todos igual en todas partes y en todas las epocas. Se mata por amor, por dinero o por poder. Lo que varia es el modo de resolver los casos. Tampoco entiendo a las mujeres en las novelas. No se me dan bien. Todo lo que me gustan en la vida, en las novelas se me atragantan. Las novelas policiacas clasicas, como yo las entiendo, son cosa de hombres, como las de caballeria. ?Quien es Dulcinea? Nada, nadie, una sombra, el deseo de don Quijote. Por eso el Quijote no les gusta a las mujeres. Alli no sale una mujer romantica, que suspira. El que suspira es el hombre, y eso a las mujeres no les gusta ni en la vida ni en las novelas. Dimelo a mi. Los crimenes, los toros y las guerras son cosa de hombres. Que le vamos a hacer. El sol asoma por otros cerros. Las que compran los libros hoy son las mujeres, y quieren resarcirse con un poco de romanticismo. Asi que los que vienen ahora las sacan a todas desnudas y con una temperatura para mi inalcanzable. Siguen de rodillas, pero con amor y fantasia se las engana. Yo, Modesto, no he dado con un buen personaje, ni de hombre ni de mujer. He picoteado aqui y alla, he floreado, como quien dice, todos los asuntos. ?Y con que resultado? A la vista esta. El primer imbecil puede decir que lo que hago no es mas que una porqueria. Y ademas lleva razon. Se lo voy a decir a Dora esta misma tarde. Se acabo la intriga, en las novelas y en la vida, al menos para mi. Me corto la coleta. Ella tenia razon.

Modesto Ortega permanecia mudo. Se quedo sin argumentos, y el unico que se le ocurria no le parecio decoroso emplearlo. Un abogado tambien se movia por la logica, pero sobre todo por la etica. Dora no iba a volver con el. Si Paco dejaba la intriga para recuperar a su mujer, no iba a conseguir nada. Vivia con un hombre desde hacia lo menos un ano. Y Paco lo sabia. Estaba contenta, despues de la separacion se la veia feliz por primera vez. Con tal de que le pasara la pension para su hija, a ella le iba a dar igual que su ex marido dejara de escribir novelas policiacas o que le llevaran en andas a Beverly Hills como guionista, a lo Chandler, a lo Faulkner.

– A mi me gustan tus novelas y le gustan a mucha gente, Paco. No es verdad que no salgan mujeres. Hay historias de amor. La que salia en Cuenta tres, entre Violeta y Flaherty era de las que hacen epoca. Tienes que seguir escribiendolas. Si no gustaran, no te las habrian publicado. Claro que tu editor era una sanguijuela y en el fondo a lo mejor has hecho bien. Solo hay que buscar otro editor.

– No, esto se acabo -admitio Paco Cortes como el que acaba de quemar sus naves ante sus leales y ante la historia-. ?No te das cuenta de que todo eso acabo? Como el blanco y negro en el cine. Novelas negras…Ahora son todas en technicolor. Lo que te he dicho: escalibada y gambas de Palamos.

– Eran novelas preciosas…A mi me gustaban -entono Modesto Ortega, como si fuese una balada villoniana.

Ambos amigos guardaron silencio durante unos minutos. El propio Modesto advirtio, con pena, que acababa de hablar en pasado.

Cruzaban el barrio de San Ildefonso. Habian pasado de largo junto a las gitanas de Gran Via, y a Paco se le habia olvidado comprar uno de aquellos panuelos de imitacion. A esa hora no habia demasiada gente en la calle. Tambien habia dejado atras una farmacia. Ya no le dolia la garganta. Creyo encontrarse mejor. Hacia un dia gris,

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