estas en casa, porque estas escribiendo. Nunca te tengo para mi sola. Y llevaba razon. Iba a llevarle el dinero y le diria que la perdonaba. No, no diria que la perdonaba, porque eso seria poner peor las cosas. No le gustaba mendigar. Iba a dejar las intrigas, las mujeres. Eran como la nicotina, como el alcohol, como la droga. Uno se adicta a los crimenes, a las mujeres, a las novelas como al tabaco. Sin darse cuenta. Se empieza por broma, por hacerse el hombre. Le diria que la amaba sobre todas las cosas. El era personaje de si mismo y de su propia vida, como lo eran los de sus novelas de las ficciones que urdia para ellos. Las cosas le sucedian sin pensar. Unas traian a las otras. Se levantaba cada dia sin saber como iba a acabarlo, por lo mismo que dos holandesas antes de poner la palabra FIN Delley y Olson estaban todavia resolviendo cual de los dos iba a sobrevivir o si moririan los dos o si se salvaban los dos. Y de la misma manera que sus personajes, se conducia el. ?Por que Dora no entendia eso que ya le habia explicado un centenar de veces? Las mujeres en el no eran un desenlace, sino un planteamiento. Era la logica de la realidad, aunque reconocia que en sus novelas habia mucha mas logica, porque al llegar al final podia volver sobre las cuartillas escritas y amanarlo todo convenientemente. ?Como se volvia al pasado y se arreglaban los errores? ?Como pegar los trozos de un jarron roto sin que se notara? Su vida era un jarron roto, del que ya faltaban algunos trozos. Eso es seguro. Siempre se pierde alguno. Si, le dolia la garganta. En una novela el hubiera tachado las palabras dolor de garganta con unas equis, y habria dejado de dolerle. En una novela habria suprimido el pasaje donde el jarron se rompia, y el jarron seguiria incolume. No hubiera tachado su aventura con Mariola, porque no veia en ella nada malo. Pero habria hecho que Dora no se enterase de ella y no le hubiera dado lugar a echarlo de casa. No le habria hecho dano con esa absurda traicion, si no se hubiese llegado a enterar. Pero en la vida las cosas ocurrian de modo imprevisto. A la salida tendrian que pasarse por una farmacia. Les venia de camino de la tertulia, se consolo. En las novelas las cosas, sobre todo las inmotivadas, sucedian mas facilmente. Pero ?como meterse de nuevo en la vida de Dora, saltar a los capitulos anteriores, y alli cambiar penosos episodios, y hacer que los que habian sucedido no hubieran sucedido nunca, o que los olvidara para siempre en los capitulos siguientes? ?Como iba a olvidar ella?, y le parecio que otra vez habia pensado demasiado en alto, porque esa era la pregunta que imagino que podia estar haciendole su ex mujer. Y ahora, aquel imbecil recordandole que su vida era una basura llena de novelas basura.

– ?Que me respondes, Paco? Es lo que digo, te estas volviendo idiota. Bebes demasiado. Despierta. A ti lo mismo te da escribir una mierda que otra, y a mi me resuelves la papeleta. Lo de esa vieja se estaba viendo venir. Esta acabada.

Fue aquella malsonancia la que colmo el vaso, penso luego Paco Cortes. Espeja habia encendido un puro barato que le aureolaba la cara como a un brujo. Tenia un aspecto de viejo indecente: metido en un traje color ala de mosca, corbata negra, de luto o de ordenanza ministerial, no se sabia, delgado, mal color, una calva brunida, el pecho hundido, manos blancas y femeninas con las puntas tenidas de amarillo por la nicotina y las unas sucias de los poetas y un tic nervioso que le hacia toser de continuo y pasarse por la boca unos panuelos no demasiado limpios, que doblaba con sumo cuidado antes de devolverselos al bolsillo. Que porqueria.

– ?Que me dices? Parece que te ha dado la tontera.

Paco Cortes se habia quedado mirando por la ventana. Pensaba en Dora. Tambien en Espeja. Cabron. Tuvo miedo de que Espeja el muerto-que-en-paz-descanse le hubiera oido el pensamiento y se lo hubiera soplado al oido a Espeja el viejo, tan cerca como le tenia. Cada vez que le llevaba el dinero a Dora se producia una escena imprevisible. El prestamo le daria para llevarle un ramo de flores. No, flores no. Nada disgusta tanto a una mujer como que le regale flores el hombre que ella no quiere que le regale flores. Eso lo quieren ellas reservar para el hombre suyo, como hace la mujer de la vida con los besos en la boca, que guarda unicamente para su novio. Quiza pensara que no tenia derecho a regalarle flores. Un panuelo. Un panuelo, en cambio, les gusta a todas. Le compraria un panuelo en el puesto de las gitanas de Gran Via, despues de pasarse por la farmacia. Se vio un poco miserias. Con el dinero que habia logrado sacarle a Espeja, podia estirarse algo mas y entrar en una tienda. Habia sido un buen golpe. Debio de pillarle desprevenido. Treinta mil extras. Sintio Paco la euforia de los audaces con suerte. Y ademas, a este bicho le tengo ahora cogido. Lamento solo no haberle pedido trescientas mil.

– No pienso escribir mas novelas ni rosas ni negras ni verdes, Espeja. Se acabo. No me vas a volver a ver el pelo, porque eres un viejo indecente y un explotador, como ya lo era el puto Espeja el muerto y como lo sera el puto Espeja hijo. Una familia de putos indecentes.

Paco se habia vuelto loco. No le gustaban las palabras malsonantes, no las decia nunca el ni las pronunciaban sus personajes. Cosas de la censura, y el se habia acostumbrado a la censura. Ninguno de sus personajes, por ejemplo, hubiera dicho puto nada. Las novelas policiacas modernas, despues de 1977, si. En ellas habia mucho y que te follen, hijo de puta, gilipollas, asi te mueras, cabron, eres un monton de mierda. A el eso ya le llegaba tarde. En realidad algo estaba pasando. Cada dia aparecian diez novelistas nuevos, muchos, todos los dias, en el periodico, en carteles, en la television. No se sabia de donde podian salir tantos. Y luego se iban todos a Cuenca, a Gijon, a Barcelona. Congresos, simposios, seminarios. Demasiado intelectuales para el. Sus personajes habrian dicho: maldito, o canalla, por lo mismo. No. El era un caballero sudista. En sus novelas no habia hijos de puta, sino bastardos, ni cabrones, sino cabritos, ni jodete o que te follen, sino muerete o que te aspen. No hablaban mal, no decian tacos jamas, en sus novelas no los metia. Por eso la palabra puto le sacudio a el mismo el pecho como un esputo duro y cabron, pero en ese momento paladeo aquellos putos lenta, golosamente, como pastillas de cafe con leche.

– Ya lo has oido, Espeja, sois todos una familia de putos Espejas.

Espeja se quedo de piedra, oyendo motejar a su tio Espeja el muerto y a su hijo de putos e indecentes, y se le descolgo la mandibula. La ceniza del cigarro estuvo a punto de caersele sobre la portanuela. No daba credito a lo que habia oido. Perdia a su autora de novelas rosas y a su autor de novelas negras el mismo dia, pero en cuanto al lenguaje jamas habia tenido ni los escrupulos de Cortes ni el celo de la censura.

– Paco, tu eres el que eres un hijo de la gran puta -grito, poniendose de pie-. Sal inmediatamente de esta casa.

Los cristales temblaron.

– Adios -se limito a decir Paco, encogiendose de hombros.

Vio la carpeta azul sobre la mesa. Penso llevarsela. Pero eso habria complicado las cosas.

Era una despedida demasiado breve para veintidos anos de relaciones laborales con ambos Espeja. En un segundo le cruzaron a Paco Cortes por la cabeza al menos diez respuestas brillantes que hubiera podido pronunciar cualquiera de sus personajes novelescos.

Delley hubiera dicho: «Bien, Espeja, a partir de ahora vas a tener que escribir tu mismo esas novelas que son una porqueria…».

John Murray, el detective aristocrata de Surrey, habria sido mas cinico: «Espeja, no dejes de mandarme ninguna de esas novelas nuevas. Seguramente seran obras maestras…».

De pronto la palabra le gustaba lo indecible, puto, puta…

Francis Avon, otro de sus detectives, habria sido mas contundente: «Espeja, ahorcate». O mejor: «Espeja, que te aspen».

Pero en su cabeza Paco Cortes oyo una traduccion simultanea. Que te follen, Espeja. Tambien le dio gusto esa conjugacion. Lastima que lo hubiera descubierto justamente en el momento en que habia decidido dejar de escribir. Se lo cedia a los jovenes. Lamento no haber salido de esa epoca de su vida sin dar un portazo. Pero si queria recuperar a Dora, tendria que dejar la novelistica. Es lo malo de la vida: acaba muchas veces por donde deberia empezar y empieza cuando ya esta acabada. Lo mismo que las decisiones graves, como esa. Percibio que en realidad ya la habia tomado mucho antes, no supo como. Todo lo que sucede, sucede siempre un poco antes, como ocurre con los relampagos, con los truenos, con los rayos. Y aquel habia resonado de manera grandiosa en aquel cuarto.

Cuando iba a salir del despacho, Espeja le grito:

– Eh, ?crees que puedes dejarme asi, gilipollas?

Espeja, en cambio no sentia el menor apuro en utilizar la viva lengua del pueblo.

– Yo tengo unos compromisos con la imprenta -siguio tronando-, tengo unos compromisos con la distribuidora. Y unas letras que pagar al banco. ?Te enteras? Tengo el papel comprado para todo el ano, y estamos en febrero. Esto es una maquinaria que funciona como un reloj y si no cumples, te demandare. Te voy a freir vivo.

El nuevo «gilipollas» que cerro su frase, sono como la expectoracion de un sargento en combate. Modesto y la senorita Clementina se miraron sin saber si tenian que intervenir y separar a dos hombres que por las apariencias se diria que se estaban matando alli dentro.

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