cuando, cuando reparaba en su pelo, ya completamente cano, decia: me siento un chaval. O sea, un viejo. Y las ideas iban por dentro de el a su aire. Flotaban mas que fluian. Como el aceite. No era rapido. Quiza por eso no era bueno en las salas de los juzgados.

– ?Uno de esos no tenia que ser Cervantes? ?Esta no es la editorial Dulcinea? Por lo menos tenian que poner a don Quijote. Las cosas no tienen ninguna logica.

Por eso le gustaban a el tanto las novelas policiacas y de detectives. En ellas la logica era primordial. Como en el ajedrez. Tambien le gustaba jugar al ajedrez. Y su amigo Paco era el rey de la logica. Como hacia que encajase todo. No se le escapaba un solo detalle. Incluso, si tenia tiempo, podia conseguir, como esos confiteros virtuosos, algo genial: espolvorear la novela, ya escrita, de detalles significativos, logicos, como si fuese azucar glas, proposiciones y nudos falsos que acaban deshaciendose al tirar de los extremos. Eso contribuia a que el lector, agradecido, conociese las cimas del goce deductivo en las ultimas paginas. Pero ?que logica podia haber en una editorial que se llamaba Dulcinea y que tenia un busto de Quevedo y otro de Lope?

Se abrio la puerta del despacho y aparecio una dama de unos doscientos anos, pequena como un dije, envuelta en vapores de naftalina y con labios tan al rojo vivo que causaban una gran impresion. Vestia blondas blancas, encajes y sedas a medio planchar, que parecian haber dejado el baul de los recuerdos media hora antes. Si, se hallaban en una novela gotica Seguramente la dama, a juzgar por la intensidad del carmin, acababa de comerse el higado del senor Espeja el viejo. O como minimo un cactus.

Dona Carmen al ver a Cortes, al que conocia de tropezarselo por alli desde que era un muchacho, considero que tema que decir algo, pero al descubrirle la compania de Ortega, recapacito, respiro hondo, meneo la cabeza, la levanto en una gallarda sacudida y salio sin despedirse, aunque no tan orgullosa como para disimular que el despiadado senor Espeja el viejo le habia hecho llorar. Por eso salio tambaleandose. A ella. una anciana de su distincion, que habia conocido a Espeja el muerto, Espeja el viejo le habia arrancado las lagrimas. ?Por que no viviria Espeja el muerto para lavar la ignominiosa infamia de aquella contumelia? Asi describia ella en sus novelas las afrentas de honor.

– Clementina ordeno la mujer, dile de mi parte que espero que me llame para pedirme disculpas. Estare en casa.

Salio de escena por un forillo al tiempo que Paco entraba por otro.

– Paco, acabo de despedir a dona Carmen. Nos llevaba a la ruina. Cierra la puerta. Esta cada vez mas chocha.

Modesto Ortega se quedo fuera esperando, sin quitarle el ojo ni a Quevedo ni a Lope.

– ?Nunca ha habido un busto de Cervantes ahi, o de don Quijote?

La senorita Clementina no entendio la pregunta y le miro de la misma manera que le miraba a ella el cactus.

– No, desde que yo estoy aqui siempre he visto a esos dos. Los compro el Sr. Espeja-que-en-paz-descanse en una tienda de escayolas precisamente de la calle Cervantes -la coincidencia la encontro divertida y le hizo soltar un graznido que se parecia en algo a una risita-. Aun estara la factura. Aqui no se tira nada.

Pasaron otros diez minutos sin decirse nada, mientras la mujer remecia con la punta afilada de un lapiz las piedrecitas volcanicas.

– Es una momia -continuo argumentando Espeja el viejo a Paco Cortes al otro lado de la puerta-. ?Tu puedes creer que le ha dado por hacer novelas con curas obreros? Esto es cosa de la democracia. El otro dia me trajo una en la que una duquesa se liaba con su chofer, aunque el chofer a quien gustaba era a la hija de la duquesa. Hasta ahi todo bien. Pero a continuacion no se le ocurrio otra cosa que poner que el capellan de palacio se enamoraba del chofer, y la hija, a quien tambien le gustaba el chofer, se cargaba al cura, con quien el chofer estaba liado sin que la duquesa lo supiera. ?Me sigues? Asesinado. Yo le dije: Mujer, ?que le han hecho a usted los curas? ?Se va a pasar usted a la novela social o lo que quiere hacer es novela policiaca? Si queria que el chofer se acostase con la hija, con el cura o con todos a la vez, era un problema suyo. Pero ?que necesidad tenia usted de envenenarlo con el vino de misa?

– Pobre dona Carmen. No sabe que en las novelas no conviene envenenar a nadie. Eso es cosa de los italianos, que son muy ceremoniosos y un poco afeminados -dijo de pronto Paco Cortes.

– ?De que demonios me estas hablando? -rezongo Espeja el viejo-. El caso es que cuando le decia todo eso, la espantajo me miraba como si se hubiese vuelto idiota. Sabes que yo he seguido con ella todos estos anos por consideracion a la memoria de mi tio-que-en-paz-descanse. El le tenia aprecio. Pobre tia Lola, lo que sufrio. ?Quieres tu escribir novelas rosa, Paco? Son seiscientas veinte la holandesa, veinte pesetas mas que las de detectives. A ti te dare seiscientas cincuenta. Se venden el doble. Y mas faciles de escribir, porque a las mujeres les da igual que las cosas cuadren o no, con tal de que acaben en boda. Y ahora puedes ponerte incluso guarro. A las tias les va tambien esa marcha, ya me entiendes. Y ahora, con la democracia, eso se puede hacer. Pero nada de curas maricas ni de maricas. ?Que me dices? Quiza te conviniera cambiar de genero. Tu tambien te estas volviendo idiota…

No habia dia que estuviese con Espeja el viejo que este no le faltase al respeto.

– De momento lo que me conviene es cobrar esta -respondio Paco con sequedad.

A la euforia que sobrevenia a la palabra FIN de sus novelas sucedia, a veces, sin solucion de continuidad, un estado de afasia, depresivo, y el humor se le desvio definitivamente.

Espeja se levanto, se dirigio a un gran escritorio de roble, que tenia a su espalda, uno de esos de persiana, propiedad sin duda del difunto Espeja, y abrio uno de sus cajones. Saco de el una pesada caja metalica, esmaltada en color verde, y la puso sobre su mesa de despacho. Se sento de nuevo y empezo a tirar de una cadena que llevaba prendida en el chaleco hasta que le vino a las manos un desmesurado manojo de llaves, entre las que busco una diminuta.

Cuando el contable no estaba, Espeja el viejo se ocupaba personalmente de los pagos. Conto el dinero de Cortes. Quedaba alli mas del triple, asi que antes de que Espeja el viejo cerrara la cueva de Ali Baba, Cortes se atrevio a pedir un adelanto a cuenta de la proxima.

– Sabes que esta editorial es una casa seria, y no de prestamos -refunfuno con cara de pocos amigos…-. ?Cuanto necesitas?

Cortes tuvo la agilidad felina de Delley. Penso: necesitaria otras cincuenta mil, pero si pido cincuenta me dara diez, asi que pedire cien y me dara cuarenta, pero como el esta pensando en ese momento lo mismo que yo, no tengo mas remedio que pedirle…

– Ciento cincuenta mil pesetas.

Esa cantidad sacudio a Espeja el viejo. Las llaves saltaron de sus manos como una alimana que hubiese recobrado la libertad, y habrian caido al suelo si no hubieran estado sujetas por la cadena.

– Eso es mucho dinero -advirtio de un modo sombrio.

– Dora. Hazte cargo. Hace cuatro meses que no le paso la pension -mintio, porque Cortes no hacia otra cosa que contar los dias para poder llevarle el dinero a su mujer. Pero Espeja no conocia esos detalles, como ningun otro de la vida de sus empleados-. A cuenta de las dos proximas novelas -anadio Paco Cortes sin hacer ni una concesion al pordioseo.

– No tengo tanto disponible -mintio Espeja, y conto treinta billetes de mil, y guardo el resto en la caja verde.

El rostro del editor se nublo con el sablazo.

– Firmalo.

Paco quito el dinero de la vista, por si se arrepentia, y firmo el recibo que le tendio el editor.

– ?Que me dices, Paco? Me das una de detectives, y una de amor, hasta que encuentre a alguien que me escriba solo las de amor. A ti lo mismo te da escribir una basura negra que una basura rosa.

Creyo cobrarse los primeros intereses de su prestamo llamando basura a la carpeta azul que estaba sobre la mesa.

Francisco Cortes hubiera creido media hora antes mas verosimil que alli mismo la senorita Clementina y Espeja el viejo les iban a asesinar que lo que iba a suceder en ese preciso momento. Como hubiera dicho el propio Modesto Ortega, habria tenido mas logica. Pero nada la tenia en esta vida.

Noto en la garganta un cuesco de datil, que ni subia ni bajaba. Quiza me este cogiendo la gripe, penso Paco. Tampoco se le ocurrio media hora antes que pudiera estar pillando una gripe. La conversacion con Espeja el viejo habia puesto en fuga todas sus defensas. Cuando escribia solo era real lo que iba quedando en el papel. Lo demas no contaba. Eso era algo que Dora le reprochaba. Le decia: cuando estas fuera, porque estas fuera, y cuando

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