– ?Que vais a hacer? -pregunto Marlowe ya en la calle, frente al sumidero del metro.
Todos acordaron marcharse a sus casas.
Acaso Sherlock tuviese razon. Eran situaciones que habia que pasarlas en familia. Spade, que no tenia otra familia que a su hija pequena, dudo si dirigirse a casa de Dora o a la suya propia.
Milagros bajo del bordillo y se planto en medio de la calle para avistar un taxi libre. No pasaba ninguno. Antes lanzo una mirada de uno o dos segundos, alusiva y llena de significacion, a las mismas pupilas de Spade, para saber algo en lo que sobraban las palabras. Poe se dio cuenta de esa mirada. No era persona a la que se escapasen los detalles menudos. Miro a Spade, que pese a haber recibido la mirada de Miles, la habia dejado a un lado, tal y como le llego, como esa octavilla propagandistica que nos tienden en plena calle y que se va a la papelera sin que ni siquiera nos molestemos en saber de que trataba.
Marlowe, ajeno a tales trasvases sentimentales y con la curiosidad de los verdaderos hijos del pueblo de Madrid para los acontecimientos historicos, dijo que el iria andando hasta la Carrera de San Jeronimo, con el fin de echarle una ojeada al «ambiente». Pero como verdadero hijo del pueblo de Madrid tampoco queria ir solo y le pregunto a Poe, ?te vienes conmigo?, y a Poe, que no le desviaba demasiado del camino porque vivia entonces en un hostal de la calle Hileras, uno mas del rosario de pensiones y hostales por los que anduvo aquellos meses, dijo, bueno, tranquilamente, sin sacarse las manos de los bolsillos.
Cuando estaban despidiendose vieron llegar, a la carrera y contra todo pronostico, a Maigret.
– ?Ya os vais? Se esta preparando una buena. Supongo que estareis enterados de lo que ha pasado.
Por si no fuera suficiente, traia dos avisos inopinados, recien sacados del horno. Una mujer muerta en un piso de la calle del Pez y un robo en la casa de la madre de un companero.
– Ya son ganas irse a morir un dia como hoy -dijo.
– Y ya son ganas de robarle a la madre de un policia -anadio Marlowe.
Maigret era un hombre joven, de unos treinta y cinco anos, alto, de complexion atletica, moreno, vestido muy deportivamente con ropa cara.
Tenia que ir a los dos sitios, no habia mas remedio. ?No iban ni siquiera a tomar algo rapido?
Le explicaron que acababan de cerrar El Comercial. Maigret torcio el gesto. Tenia que volver a comisaria.
Llevaba un pantalon gris de franela, americana de pana negra, camisa de cuello americano y corbata a cuadros. Zapatos de tipo mocasin. A cuerpo. Jamas usaba ni gaban ni gabardina ni ninguna otra prenda de abrigo. El aspecto deportivo conjuntaba con su pelo, largo, fino y despeinado. Le habian dado el nombre de Maigret porque pertenecia a la policia cientifica, pero no guardaba parecido ninguno con el verdadero Maigret. Este era un tipo aburrido, padre de familia, conservador, burgues, gris hasta decir basta, una especie de heroe para franceses de clase media y un promedio de trescientos litros de vino tinto al ano. Lorenzo Maravillas, de quien Spade habia sacado el Lowren de su ultima novela, tenia un aspecto mucho mas saludable, alto, guapo, con los ojos grandes, algo rasgados y verdes, nota exotica esta de los ojos que le habia valido en comisaria el segundo apodo: Sandocan.
En comisaria se dedicaba a hacer las fotografias de los delincuentes y revelar las huellas digitales de los escenarios donde se cometian los delitos, con sus brochas, sus pinceles y su polvera, como un maquillador de estrellas de cine.
La presencia de Maigret tranquilizo algo a Spade, Marlowe y Poe, porque lo mismo que un segundo antes creia que aquello era el fin del mundo, tuvo claro que aquel trueno formidable no pasaria de una asonada sin consecuencias
Miles seguia oteando el horizonte en busca de un taxi, mientras, de vez en cuando, le lanzaba esas rapidisimas miradas a Spade, por si pescaba algo.
– Son todos unos bozacas, empezando por tu suegro -dijo Maigret dirigiendose a Spade.
Necesitaba tomarse un cafe antes de empezar a trabajar. La noche se presentaba movida. Les habian ordenado a todos que se personaran en su lugar de trabajo, con disponibilidad absoluta de servicio.
A veces, cuando la tertulia finalizaba, algunos, por seguir el copeo, se refugiaban en el Trafalgar Pub, un hibrido bastante cursi de la calle Fuencarral, entre pub y puticlub, con altas banquetas tapizadas de cuero, chinchetas de laton dorado y tres tragaperras epilepticas puestas en bateria. Convencieron a Milagros, que desistio de buscar un taxi, encendio un cigarrillo y dirigio a Spade una nueva y mas demorada mirada de naturaleza apremiante y rasposa.
– Tengo una noticia que daros -declaro con cierta solemnidad Spade cuando se hubieron sentado los cinco alrededor de una mesa espinillera-. Lo mio no es un golpe de Estado, pero para mi como si lo fuese: he dejado la editorial, dejo la novelistica. No voy a volver a escribir novelas. Me vuelvo a mi casa derrotado, como don Quijote, pero no vencido. Y voy a montar una agencia de detectives con Modesto: Argos, detectives. Marlowe se sacudio el cuerpo con una tiritona, como si ese fuese el modo de asimilar tantas nuevas extraordinarias. Poe se limito a observar a Miles, por la curiosidad de ver la reaccion de la mujer. Esta se quedo como estaba, hieratica. Maigret se llevo las manos a la cabeza y a continuacion se aflojo el nudo de la corbata, para pasar mejor la novedad.
Por otra parte la primera parte de la historia, que habia dejado la editorial, Spade se la queria participar personal y especialmente a Milagros, y la segunda, que iba a montar una agencia, a Maigret.
– ?No sera una broma? -pregunto Marlowe.
– ?Te parece este un dia de bromas, con el pais entero metido en un golpe de Estado?
Marlowe bajo la cabeza lleno de pesadumbre.
– Tus novelas son buenas -recalco el joven.
– Gracias Marlowe -reconocio Spade, aunque sin prestarle demasiada atencion, y continuo, dirigiendose a Maigret-. Habiamos pensado Modesto y yo que tu querrias ser socio. Tienes experiencia y no es incompatible con tu trabajo. Lo de las fotos se te da bien. Podrias ser el que las hiciera, ya sabes, a los que tengamos que seguir o lo que se tercie. Modesto seria el Director del Departamento Legal, tu serias el Director de Documentacion y Servicios Especiales, y yo el Director Ejecutivo.
Maigret se quedo pensativo. Todos estaban pendientes de el. Al cabo de un rato, el policia le dijo:
– Si me permites un consejo, Spade: no lo hagas. Lo tuyo es escribir, y creeme, lo de las agencias de detectives no es negocio. En Madrid ya hay ocho o diez y todas van mal.
Exagero para desanimarle.
– Yo podria trabajar con vosotros tambien -intervino de pronto Marlowe con un entusiasmo refrescante, jubiloso, como si hubieran acabado de alistarle en los boys scouts-. Haria lo que fuese por dejar a mi viejo y empezar por mi cuenta en algo. El trabajo menudo podria correr de mi cuenta, lo de seguir a la gente y meterme en los sitios. Soy bueno, tengo don de gentes, soy guapo, la sin hueso mia es una artista. De momento podrias nombrarme Director de Enlaces Operativos. Me encargaria del Detectivismo Practico: los bigotes postizos, las chaquetas de dos caras, la plombagina, el albayalde, el negro de marfil…
– Ya lo has visto, Loren, hasta Marlowe le ve porvenir. Hay que fiarse de la juventud -sentencio Spade.
Marlowe, que recordo un dialogo del John Dalmas de Chandler, lo solto de corrido, cambiando el tono de voz:
– «Yo quiero veinticinco dolares por dia y dietas. Demasiado, ?cuantas dietas? Gasolina y aceite; quiza una puta o dos, algo de comer y whisky. Sobre todo whisky.. Su voz era mas seca que un pedazo de tiza, le mire y el me devolvio lo que devuelven las maquinas tragaperras, nada…» ?Que os ha parecido?
Nadie le aplaudio la actuacion. Poe le dio animos, haciendo que se destocaba un sombrero imaginario, sin despegar los labios.
Maigret no queria entrar en discusiones, pero era un buen amigo, y de la manera mas mitigada le dio a entender que tampoco el dia era el mas apropiado para hablar del futuro de nadie, cuando estaba en el aire el futuro de todos.
– Me tengo que ir. Se me ha hecho tarde. Hablaremos de eso en otro momento. ?Me acompanas, Sam? - pregunto Maigret.
– Sabes que no puedo aparecer por alli -dijo Spade contrariado, porque era de su negocio de lo que queria tratar; lo demas le traia sin cuidado, asi se estuviese preparando el fin de los tiempos.
Salieron del Trafalgar Pub. En menos de dos horas la circulacion de Madrid habia clareado mucho. Caminaron hacia la Glorieta de Bilbao, pero se detuvieron cuando Maigret advirtio que el iba en sentido contrario.
– Yo voy hacia alli -y Maigret miro en direccion a la calle Colon-. Si alguien viene, me voy.
– Te acompano -dijo Poe timidamente.