– ?Tu no ibas a venir conmigo a ver el ambiente de la Carrera de San Jeronimo? -pregunto Marlowe.

– Acabo de pasar por alli. Lo han cortado todo y no se puede entrar- informo Maigret.

– No me importa. Yo me voy a dar un garbeo.

– Yo tendre que ir a ver a mi mujer -se disculpo Spade como si fuese una pesada obligacion.

– Tu ya no tienes mujer, Paco.

Fue un golpe bajo de Miles, quien a continuacion, sin despedirse de nadie, desaparecio en un taxi.

Paco Spade se quedo con una frase en los labios sin poder desflorarla. Se despidio hasta el jueves siguiente, si no mediaba otra guerra civil, y tambien partio en direccion a Genova.

Siguieron juntos un buen trecho Maigret, Marlowe y Poe. A llegar a la calle Colon, para tomar hacia la Corredera Baja de San Pablo, Marlowe siguio su camino. Se hubiera asegurado que partia a una kermesse.

– Abur.

Maigret y Poe siguieron solos. Apenas se conocian, no habian hablado nunca, ni en la tertulia de los ACP ni fuera de ella. Maigret ni siquiera sabia el nombre de pila de Poe, de modo que empezo por ahi.

– Llevamos viendonos tres meses y la verdad es que no nos han presentado como Dios manda. Me llamo Lorenzo.

Mientras se estrechaban la mano, Poe dijo:

– Lo se, ya lo se. Yo me llamo Rafael, Rafael Hervas.

La timidez le hacia repetir las cosas que decia.

Lorenzo Maravillas le pregunto que hacia, a que se dedicaba, donde vivia. Poe le conto lo del banco y que vivia en un hostal cerca de Sol.

– ?Y ahora donde vas? ?Que vas a hacer esta tarde? ?Tienes familia en Madrid?

Tenia familia, si; madre y dos hermanos mayores que el, pero no en Madrid. En Madrid, a nadie. Padre no, su padre habia muerto.

– Vaya, lo siento -murmuro el policia.

– Fue hace mucho, yo no lo conoci -dijo Poe a modo de disculpa.

Caminaron un buen trecho en silencio.

– No sabia nada -dijo Maigret al cabo de todo ese tiempo, por decir algo-. Debe de ser triste no conocer a tu padre.

Poe, tan reservado siempre, tan timido, tan silencioso, se descolgo con una confidencia inusual en el.

– Si que lo es, no puede ni figurarselo.

Siguieron sin hablarse otro trecho. Maigret empezo a pensar en desembarazarse de aquel joven, que llenaba la conversacion de tantos silencios incomodos. El era comunicativo, y le contrariaban los taciturnos. Fue Poe el que rompio el hielo esta vez, y lo hizo con naturalidad.

– ?Usted tiene familia aqui?

– ?Por que me tratas de usted? No, en Sevilla.

– Me dijeron que una de las normas de los ACP era tratarse todo el mundo de usted -dijo timidamente Poe.

Maigret le informo que la norma del usted regia unicamente en El Comercial.

– Acabo de decirtelo. Eso son tonterias de Spade, que a veces se pone estupendo. ?Has visto que alli alguien se trate de usted?

– Yo trato de usted a todo el mundo. Fue lo que me dijeron que tenia que hacer.

– ?Quien te dijo una cosa asi?

– Marlowe.

Aquella puntualizacion lejos de darle a la conversacion un aire de camaraderia, la envaro un poco mas

– ?Eres de Sevilla? -pregunto al fin Poe, con esfuerzo patente y sin recobrar su aplomo.

– Si -respondio Maigret.

– No se te nota el acento

No se habituaba al tuteo. Le resultaba dificil a Poe mantener una conversacion normal con la gente. Acaso por eso estaba en Madrid, con veinte anos, sin amigos, en una pension de Sol. Quiza eso le hacia sufrir. Ni siquiera se lo confesaba.

– Mi madre vive en La Almunia -dijo de pronto Poe, y le conto a Maigret que tambien vivian alli sus hermanos y sus sobrinos, y donde estaba ese pueblo y que no tenia a donde ir esa tarde, pero que no le apetecia mucho volver a la pension.

Hablaba Poe en voz baja, con la vista al frente, siempre con la cabeza gacha. Sin mirar a los ojos nunca. Maigret se compadecio del muchacho.

– Poe, ?cuantos anos tienes?

Poe se sonrojo de nuevo, para su mortificacion.

– Veinte.

– ?Ya has hecho la mili?

– No, no voy a hacerla por hijo de viuda. Mi madre es viuda. Ya lo he dicho. Mi hermana me saca diecisiete y mi hermano trece. Mi madre depende de mi.

– Vente conmigo, si quieres. Si te preguntan algo en comisaria, les dices que eres primo mio.

El animoso Maigret era hombre de resoluciones optimistas.

– ?Te gustan las novelas policiacas?

Poe ni siquiera abrio la boca.

– Pues hoy va a ser como una clase practica.

En menos de dos minutos Maigret habia pasado de querer librarse de aquel chico a adoptarlo y ensenarle algunas cosas. Decididamente, le caia bien.

En la comisaria la sordidez del lugar y el desamparo en el que se hallaban las dependencias de abajo, la mayor parte de ellas con la puerta abierta y vacias, contrastaba con los calambrazos estridentes de los telefonos y las voces que provenian de la parte de arriba. En todas las paredes habia huellas, y no pocas, de goma negra, como si organizaran palizas en los pasillos y a los policias se les escapara de vez en cuando una patada propinada sin tino, cosa bien absurda porque eran aquellas oficinas del primer piso donde se tramitaban unicamente los documentos de identidad y los pasaportes.

Subieron a la segunda planta, donde Maravillas, al final de otro pasillo no menos estrecho y de paredes igualmente maltratadas y asquerosas, con manchas grasientas y numerosos caliches que las convertian en fidedignas cartografias de paises imaginarios, tenia su despacho, junto a otros companeros, y el laboratorio fotografico.

El paroxismo en aquel angosto tabuco a esa hora era extremo. Mientras Espana entera se recogia en casa, como si fuese

Nochebuena segun la ironia de Spade, alli parecia estar preparandose el cotillon de Nochevieja. Observada de cerca, esa actividad resultaba tan inutil como caotica. Habia tres transistores a todo volumen, sintonizados en emisoras distintas, un televisor portatil en el que aparecian imagenes escoriadas y deficientes con un sonido de fritura que llegaba a hacerse molesto, y no menos de catorce policias, unos de paisano y otros de uniforme, unos dando vueltas sin saber que hacer, como fieras a las que acosan y excitan pasando por los barrotes de la jaula una barra de hierro, y otros, contrarios abiertamente a la aventura golpista, taciturnos, vigilantes y sombrios.

En cuanto el jefe de Maravillas, Maigret o Sandocan sintio llegar a este, salio de su despacho gritando antes de preguntar por que razon aparecia tan tarde y amenazandole con meterle un paquete, porque le tenia hasta cierta parte, dijo.

Era un viejo cenceno de estatura ruin, flaco y energico, de unos sesenta anos, con un traje gris de corte ejecutivo, con cuatro mechones largos untados al craneo y una cara llena de venillas rojas y azules que parecian haberle estallado todas al mismo tiempo. Eso le daba una coloracion vinacea que subrayaba la irascibilidad de su caracter. Estaba borracho. Siempre lo estaba, desde el mediodia, que empezaba con el vermu, hasta la medianoche, que cerraba con los whiskies, el vodka o la ginebra preceptivos. Esa tarde apestaba a ginebra. La lengua se le trababa. Para disimularlo gania las palabras con energia inaudita en alguien que no se sabia de donde podia sacarla.

– ?Quien es ese y que hace aqui?

Lo grito de tal modo que Poe lamento haber acompanado a su amigo e inicio un discreto movimiento de repliegue, cuando Maigret le detuvo cogiendole del brazo.

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