una llamada telefonica de otra de las chicas que habia conocido una de aquellas noches locas suyas, y que jamas supo Paco como habia conseguido su telefono, lo echo todo a rodar de nuevo. Y Paco, que no le mintio la primera vez, tampoco le mintio esa segunda. Te juro, le aseguro, que ya no hay nada entre ella y yo. Y si no hay nada, ?por que llama a casa? No sirvio que esa misma pregunta se la hiciese Paco: ?Por que habia llamado? Maldijo su suerte. Inopinadamente, una aventura desactivada y muerta fue la que fracturo una pareja a quien parecia sonreir el porvenir, la aurora.
Nunca dejo de reprocharse Paco por que razon no mintio a su mujer, como habian hecho tantos en la historia de la humanidad, seguian haciendo y harian en el futuro para honra de la institucion y bienestar de los abonados a ella. Esa misma escena se revuelve cada dia en millones de hogares del mundo con una simple mentira. Y gracias a ello parece que el mundo funciona. Por la trapaza. Paco, sin embargo, no pudo hacerlo, por lo mismo que ninguno de sus detectives mentia. En la vida y en las novelas policiacas hay que saber de que parte se esta. El habia jugado el mismo partido en dos equipos a la vez, y las cosas habian salido mal. Esta segunda vez acabo interviniendo el padre de Dora, don Luis, que ya se habia opuesto en su dia a la reconciliacion primera, como se habia opuesto a la boda, y vio en aquellas escaramuzas el modo de quitarse de en medio a un yerno que le parecia un vago, un sinverguenza, un mujeriego y el peor partido para su hija. Echale de casa, le aconsejo a Dora entonces, ese es un golfo, y no me hagas hablar mas de la cuenta.
Lo habia hecho seguir. Y Paco, que se pasaba la vida haciendo que en sus novelas todo el mundo vigilara, espiara y se rastrearan unos a otros, jamas se percato de que tenia detras a dos policias de la misma calle de la Luna, por la que el se habia pasado con tanta frecuencia, que lo seguian por todo el rosario de barras americanas y clubs de alterne en los que Paco buscaba, como el decia a Dora, tratando de justificarse, «material» para sus novelas. Si escribiera novela social, o «serias», como queria Espeja el viejo, tal y como el le prometia a Dora que haria alguna vez, no saldria de los poblados de chabolas y de los barrios obreros. Pero el crimen gusta de las putas y las putas del crimen. «Son cosas que van juntas, como mierda y culo», segun dijera en frase poco memorable el sargento Bob Martin, de narcoticos, al descubrir cierto importante alijo en el recto de Tim Ferguson.
Y ese «no me hagas hablar mas de la cuenta» de don Luis, solo podia significar una cosa. Que le conto a su hija todo lo que sabia, y aun mas de lo que sabia, y que era solo admisible en el terreno de las conjeturas.
Pero Dora, que estaba enterada por Paco de muchas de estas incursiones, a las que creia inocentes, atajo a su padre, cuando este trato de escupir sobre ella todo el veneno que llevaba dentro.
No se avenian bien padre e hija, pero no dejaba de ser el abuelo de la nina, asi que un dia, antes de que Dora mandase venir por vez segunda al cerrajero, se encontro Paco a sus suegros en casa, don Luis ligeramente borracho como era habitual en el o sea, lo justo para que nadie pudiese notar nada raro. Como te vuelva a ver molestando a Dora o a cien metros de esta casa, te meto dos tiros, le dijo, y antes de que nadie pudiese evitarlo, don Luis estaba a un paso de Paco, con el puno levantado ante su cara, y la nina, que entonces no llegaba al ano, rompio a llorar asustada por las voces. El lloro de la pequena arranco, no menos alarmante, el de la suegra, una mujer amante de las joyas, las permanentes marmoreas y las unas pintadas de coral. Dora, tambien a gritos, interponiendose entre su padre y su marido, pidio un poco de cordura. Don Luis se habia echado las manos a las caderas para apartar hacia atras la chaqueta, con el unico objeto de que se viese que iba armado. Era una actitud que solia adoptar tambien, cuando queria impresionar a alguien, una mujer joven, por ejemplo, un detenido, incluso un pipiolo recien salido de la Escuela de Policia de la calle Miguel Angel. Paco se limito en esa ocasion a mirar la escena con la cabeza ladeada, como se mira una pintura abstracta. Esa indiferencia aun exaspero mas al comisario, que hubo de extremar aun su actuacion, lo que le llevo a insistir en que le meteria un par de tiros si volvia a verle por alli.
Desde entonces Paco no habia vuelto a ver a su suegro, ni a pasarse por la comisaria a ver a sus viejos amigos, y tenia que conformarse con citarse con Dora y la nina una o dos veces al mes, con frecuencia en una cafeteria, a media tarde. Ni siquiera tenian el tiempo de tomarse un refresco. Tampoco hacian planes sobre el futuro de su hija.
Pero esa noche el futuro preocupante era el de los adultos.
– Paco, tienes que marcharte.
– ?Va a venir el?
– No. No esta en Madrid.
– Tendria que quedarme con vosotras, por lo que pueda pasar. Yo puedo dormir en el sofa. Un golpe de Estado es mucha tela. Violeta tambien es hija mia.
Hablaban en voz baja, como dos amantes, y eso le lleno a el de vagas esperanzas y a ella de inquietud.
– ?No me vas a preguntar que pienso hacer?
– ?Que vas a hacer, Paco?
Dora estaba cansada. Se veia que tal conversacion la habian mantenido ya otras doscientas veces.
– La verdad, no lo se -le respondio Paco con aire de desolacion.
No se atrevio a contarle la peregrina idea de la agencia de detectives que pensaba montar, pero si la escena con Espeja el viejo.
– Habra estado llamando a Espartinas toda la tarde, para pedir disculpas.
Se echo mano a la cartera y le extendio a Dora las treinta mil pesetas que le habia pedido prestadas y otras cincuenta.
– Tomalas. A mi ya no me van a hacer falta.
Se referia a la agencia de detectives, pero el mismo advirtio en la frase un sesgo dramatico que le convenia, mas que el misterio que buscaba, el efecto misterioso.
Dora recogio el dinero, sin saber como interpretar esas palabras.
– Es mas de lo que tienes que darnos -dijo sin haberlo contado, solo por el volumen.
– Ya haremos las cuentas.
– Tiene que ser ahora. Para saber cuando tenemos que vernos la proxima vez.
– Si no te voy a ver hasta que toque, devuelveme lo que sobre, y te vere a finales de mes, como siempre.
Dora conto en silencio, aparto lo que le correspondia y le tendio el resto.
Paco insistio en que se quedase todo.
– ?No podemos ser amigos?
– Lo somos, Paco. Y ahora tienes que marcharte. Tengo que dar de cenar a la nina.
– ?Puedo quedarme a ver como le das de cenar?
Lo penso Dora:
– No.
Y sin embargo todas esas frases estaban hiladas en un susurro, como si se las dijese uno a otro en un mismo lecho, recien despertados de una pesadilla.
– Te quiero, Dora.
– Por favor, Paco, no empieces -y el copo de la conversacion se ahuso en lo delgadisimo de su voz, casi como una caricia.
Habian llegado a ese punto en el que ninguno de los dos podia dar un paso mas. Dora se puso de pie y Paco la siguio. Ni siquiera encontro este fuerzas para despedirse de la nina, enfrascada con sus juguetes.
En la puerta Dora dijo:
– Ten cuidado en la calle, Paco. Vuelve a tu casa pronto. Ya hablaremos.
Y Dora, que hacia casi dos anos que ni siquiera le estrechaba la mano cuando se encontraban o se despedian, le rozo los labios en un beso fugaz, imprevisto, sonambulo, y antes que Paco reaccionara, ya habia dicho adios y cerrado la puerta.
Paco, solo, en el descansillo, no supo que hacer. ?Que habia querido Dora decir con aquel beso? Le gusto aquel beso por lo que tenia de novelesco. Le gustaba mucho la vida cuando se parecia en algo por lo menos a una novela de las suyas. Pulso de nuevo el timbre. Sabia que al otro lado estaba Dora, pero no sabia que ahogaba como podia un sollozo desgarrador, y que habia cruzado los brazos sobre el pecho para defenderse de su propia desdicha, y que, mas que abrazarlos, sujetaba con las manos los hombros al mastil de sus propias convicciones, como el reducido Ulises, para evitar salir corriendo detras de aquel hombre del que aun seguia enamorada perdidamente, y traerlo a casa, y meterselo en la cama y levantarse con el, con ese hilo de voz de los medios suenos.