amiga era el suyo. ?Que hacian entonces alli, frente a la noche madrilena? Habian bajado tanto las temperaturas que era una temeridad quedarse ni un minuto mas a la intemperie, pero Hanna tampoco parecia dispuesta a dejar la terraza y pasar de nuevo a la buhardilla.
Los diez anos que sacaba Hanna a Poe le permitieron a ella mirarlo todo con mayor lucidez, pero no con menor nerviosismo que el. Le parecia justo que eso ocurriera, que la vida pusiera a su alcance algun fruto bueno, sano, fresco. Estaba cansada de una vida que veia excesivamente escarpada y sin alicientes, cuando ni siquiera habia cumplido los treinta. Por eso deseaba que Poe pasara el brazo por su hombro. ?A que, si no, estaba esperando alli? Y comprendio tambien su timidez. Le gustaban los hombres timidos, mas que todos aquellos a quienes su presencia despertaba irrefrenables acosos. Esos diez anos de mas no queria que sirvieran para atemorizar o avasallar a aquel muchacho que aun se encontraba saliendo de las para ella remotisimas playas de la adolescencia. Desde luego le parecia una tonteria todo eso de quien debe o no llevar la iniciativa en una relacion amorosa, pero le importaba demasiado aquel chico para crear cualquier equivoco. No era desde luego su primer amante, en el caso de que lo llegara a ser. Lo seria. En el fondo no lo dudaba. ?Que hombre se le habia resistido? No recordaba ninguno. En un pais meridional como Espana unos ojos azules, un pelo rubio y unas formas como las suyas eran tanto como una llave maestra. Pero no queria usarla con el. En cierto modo le veia como un nino, hubiera podido manejarle a su antojo. Era tambien la primera vez en su vida que cenaba a solas con un alumno. Reparo en ello, alli, frente a las constelaciones, y una sombra de tristeza se poso en su frente: se sintio una mujer vieja, una solterona condenada desde ese momento a buscar entre alumnos cada vez mas jovenes unas horas de compania. Se espanto de aquella penosa perspectiva y pregunto con fingida ligereza:
– Rafael, ?entramos?
La luz de la vela los recibio como a dos huerfanos perdidos en el bosque.
– Somos Hansel y Gretel -dijo Poe nervioso, frotandose las manos para hacerlas entrar en calor.
A Hanna le parecio una delicadeza aquella alusion nordica, que aunque no era danesa, se le acercaba. Eran las cosas que le atraian de aquel muchacho.
– ?Por que lo dices?
– Por la luz de la vela. Viviria toda la vida con velas, con candiles, al lado de un fuego. Eso es real. La luz electrica no lo es. La llama es algo mas, es vida, es calor, es un fuego, es el mismo amor.
Enrojecio su cara subitamente ante la desproporcion retorica de una frase como esa, y no quiso Poe dejarla asi, sin intentar arreglarlo:
– Una bombilla es preciosa, pero no para mi. Una bombilla te echa de su lado. Una llama te llama - anadio.
Con el retruecano se hubiera mordido la lengua o, mejor aun, se hubiera partido el craneo contra la pared. Se sintio un completo pedante.
Hanna, que no estaba para pensar en retruecanos y tampoco entendio las disculpas que le siguieron, le oia arrobada. Le oia, pero no siempre le escuchaba. Le era imposible. Transcurrio la cena en medio de una nube de sobrentendidos que llenaban el ambiente de excitacion y zozobra. Con la segunda copa de vino, Poe llego incluso a estar locuaz, contra su costumbre. Su unica preocupacion era saber como sucederian las cosas, como iba decirle su profesora que tenia que volverse a casa. Incluso, viendola tan silenciosa, temio que se estaba aburriendo. Lo que ni siquiera podia imaginar es que en realidad en esas ausencias, los pensamientos de Hanna eran bastante elementales. Dios, que guapo es, pensaba, me lo comeria aqui vivo, no es mas que un nino, es un pedazo de estrudel, mejor que el estrudel. Su mismo pensamiento le arranco una sonrisa un poco cinica y glandular.
Creyo Poe que tal sonrisa se debia a algo que habia dicho.
– ?Que te ha hecho gracia?
– Tu.
– No soy un nino -replico Poe con la timidez de siempre, otra vez retraido, bajando la cabeza, dispuesto a cerrar sobre si las valvas de su misantropia.
Hanna se sobresalto. Penso que habia forzado la puerta de los pensamientos de su joven amigo de una patada y que este, de vuelta a si mismo, le habia sorprendido revolviendo entre ellos con indiscrecion.
– ?Quien ha dicho que eras un nino?
– A veces te sale a la cara lo que piensas.
– ?Y no lo eres?
– No… Creo que no. No lo he sido nunca. Creo que no he podido serlo. Quiza no me han dejado.
– Cuentame cosas de ti.
– ?Que quieres saber?
Habian acabado de cenar. Hanna habia cocinado un pastel de manzana de postre. Nunca habia probado Poe el estrudel. Quedo admirado de su sabor. Hasta ese momento no le constaba que a las chicas con las que habia tonteado, incluso salido, les gustase cocinar, ni siquiera que lo supiesen hacer, y menos aun que fuesen capaces de preparar un postre de la complejidad que creyo hallar en aquel. Muchas eran las cosas que estaban sucediendo aquella noche por primera vez y todas parecian sucederle a el.
– ?No quieres hablarme de ti?
– Hablame tu primero de ti. ?Que haces en Espana?
Antes de decir nada, extendio Hanna con la palma de la mano una arruga que el mantel no tenia. Penso Poe, quiza quiere que se la acaricie. Si. Eso significa. Si no, no la habria acercado. Pero no se atrevio. Hanna arranco con la punta de la cucharita un pedacito del pastel, lo mantuvo unos instantes a la altura de los ojos y cuando al fin lo llevo a la boca lo retuvo cierto tiempo contra el paladar, como si del sabor alli obtenido procedieran directamente los recuerdos mas remotos de su vida pasada, dejada en su pais como en un guardamuebles.
– ?Que quieres saber? -pregunto sonriendo enigmatica, dandole a entender que tenia demasiados secretos como para compartirlos todos de golpe.
– ?Por que dejaste Dinamarca?
– Estuve casada un ano y me separe. Entonces me vine aqui. No lo pense antes. No conocia a nadie y no habia estado nunca en Espana y ademas esto se encontraba lo bastante lejos de mi marido y de todo aquello como para que solo por eso me pareciese el pais ideal.
Aquella palabra, marido, desconcerto a Poe. Hanna se dio cuenta.
Aqui se interrumpio. Le parecio a Hanna que media verdad era mejor que una mentira. No quiso contar que aquel «aquello» escondia algunas cosas que habia tratado de olvidar, y casi lo habia conseguido, salvo cuando aparecia su fantasma, como en ese momento, tres anos de drogas, pisos sordidos, relaciones absurdas, una destruccion irresponsable y un acabar su vida como terminaba su marido la suya no sabia donde, en que antro, tirado en que sordido rincon, si acaso no la habia terminado ya, en ese mismo momento en el que ella pasaba una agradable velada con un joven alumno. La palabra droga ahuyenta a mucha gente, y por ello ni se le ocurrio pronunciarla en aquella habitacion.
– … Llegue aqui y me puse a dar clases. Y desde entonces doy clases. No hay mas. He ahi la historia de mi vida. ?Y tu?
Poe tambien tenia sus secretos. ?Quien no tiene secretos a los veinte anos, incluso mas que a los treinta? Pero sintio que no podia contarlos, porque los secretos de los veinte anos son todavia sagrados. Ni siquiera pensaba que podria estar vivo con treinta anos.
Puso Poe los codos en la mesa, entrelazo las manos y apoyo en ellos la barbilla.
– Lo mio es mas vulgar. Hice unas oposiciones a un banco, las aprobe, trabaje en mi pueblo tres anos, solicite una plaza en Madrid, me la dieron, vine, me he pasado seis meses probando pensiones y hostales, voy de vez en cuando a ver a mi madre, y aqui estoy.
– ?Nada mas? ?No tienes novia?
Poe sintio que esa pregunta se la permitian a Hanna hacersela los diez anos de mas que tenia, porque a el tambien se le habia ocurrido preguntarle como es que una mujer tan guapa como ella no tenia una cola de pretendientes, pero antes de hacerle una pregunta tan directa se habria muerto de verguenza. No obstante Poe se alegro de que le hiciera una pregunta como esa, porque le daba pie a devolversela y poner las cosas donde a el le gustaban, en un plano de igualdad.
– No. Yo no tengo novia. Y tu, ?tienes novios?
Comprendio de pronto lo estupido de aquel plural. No supo como pudo cometer tal torpeza. Fue como un acto fallido.
A Hanna no se le escapo, en efecto, aquel «novios» y protesto mas por broma que por otra cosa. Hubiera