unos personajes, unos munecos, los titeres de su desdicha. Ni siquiera solia hablar de si mismo con Dora.

Los padres de Paco vivian en un piso de la calle Lagasca, esquina con Padilla. No se veia con ellos desde que habia nacido su hija. Se la llevo, para que la conocieran, pero lo dijo despues Paco Cortes a Dora, que se negaba a acompanarle en esa visita siempre pospuesta: si habian sido desnaturalizados como padres y de una crueldad humillante como suegros, no iban a poder ser mejores como abuelos.

Tuvo lugar el encuentro durante una comida, un domingo, al que asistieron, ademas, tres de sus hermanas, con sus cunados.

No le impresionaba el ambiente de aquella casa a Paco, porque lo conocia bien y precisamente de el habia huido cuando tenia veinte anos para escribir novelas policiacas: un mundo asfixiante de negocios, dinero, mentiras y un servicio tratado con paternalista despotismo o con despota paternalismo.

Las hermanas, cuando se lo encontraron, reaccionaron con el interes que se pone en una nueva fiera traida al zoo, sin saber si morderia si se acercaban a ella o si se limitaria a hacer cabriolas y payasadas.

Porque eso ocurria con Paco Cortes en el momento que se ponia en contacto con el ambiente familiar: reaccionaba como una base a la que se le acerca una sal, transformandose en otra cosa. Y sin saber por que si y por que no, para pasar el trago, consumia el tiempo que permanecia con sus progenitores y sus hermanos comportandose como un imbecil en grado superlativo y diciendo tonterias que luego, fuera de alli, seria incapaz de repetir a nadie sin sonrojarse, con lo cual aquellos encuentros significaban para el una humillacion en la que nadie tenia mas culpa que el.

Por suerte para el ese domingo acudio al almuerzo familiar lo bastante sombrio como para no despegar los labios mientras duro, sin responder siquiera a las provocaciones de sus cunados que querian verle hacer los volatines y charlotadas de costumbre.

Espero que se marchara todo el mundo y cuando se quedo solo con los padres, tuvo lugar una conversacion que Cortes ni siquiera habia preparado.

No se trataba de pedirles dinero. Eso habria sido demasiado sencillo y es lo que su padre estaba esperando, para recordarle, por fin, con aires de triunfo, que ese momento, que el llevaba veinte anos esperando, se habia hecho al fin realidad.

– ?Has dejado de escribir novelas policiacas? -pregunto su padre enarcando las cejas con asombro.

El senor Cortes miro a la senora Cortes, pero ninguno de los dos se atrevio a anadir nada. Esperaban quiza una revelacion de otra naturaleza. Paco aguardo unos segundos. ?Esperaba un «necesitas algo, hijo», «?estas bien?» o al menos un sencillo «?y que vas a hacer ahora?», que es lo que le preguntaron todos sus amigos. Si lo esperaba, hubo de conformarse con mucho menos. El gran abogado Cortes y su mujer no se dignaron a decir nada, tal vez para no herir a quien a menudo se habia reido de los consejos que ellos solian darle.

En vista de que nadie anadia nada, Paco acabo por levantarse, se despidio de su padre con un apreton de manos, cortando de ese modo el movimiento de aquel, que se le acerco peligrosamente para abrazarlo y quien sabe si darle un beso, beso a su madre, y sin que nadie le detuviera, gano la puerta de la indigencia que le habia llevado hasta alli un par de horas antes.

No vivia lejos Dora, y se fue paseando en esa todavia muy calurosa tarde de septiembre. La sobremesa dominical habia anestesiado las calles del barrio de Salamanca, que estrechaban su sombra hasta hacerse angostas incluso para las propias sombras.

A Madrid aun no se le habia ido el olor ronco del geranio y del esparto, y eso ponia en el animo de Paco Cortes una rara angustia que le secaba la garganta y pedia regarla con algo fuerte.

Se dirigio Paco a casa de Dora. Seis meses sin saber de ella. Ni siquiera tenia conocimiento de la ruptura de Dora con su novio reportero. ?Y Violeta? Habia pensado en ella muchas veces en aquellos seis meses, pero no habia tenido fuerzas para verla. Asi de raro es el corazon humano. No habia dejado de pensar en ella un solo dia y en cambio no habria encontrado fuerzas para cruzar la calle y darle un beso. Paso al lado de una cabina de telefono. Penso que deberia llamar antes, pero supo tambien que si entraba en aquella cabina y hablaba con Dora, no la veria. Siguio de largo, como paso de largo delante de un bar, pese a que la garganta le pedia algo que le quitara esa sequedad de esparto que se le habia puesto tambien a el.

Se iba diciendo, si el portal esta cerrado, me dare media vuelta. No se puede mantener la primera conversacion despues de seis meses con una ex mujer a la que se ha dejado de ver y hacerlo por el telefonillo. En el momento de llegar, alguien que salia le reconocio y mantuvo la puerta abierta, para que entrara.

Paco Cortes se arrepintio de haber pulsado el timbre pero el silencio y la quietud que siguio a ese timbrazo le dio alguna esperanza: no estarian. Ya se habia arrepentido de encontrarse alli. No habia tenido un domingo tan familiar desde que era adolescente: padres, hermanos, cunados, ex mujeres, hija…

Habia empezado Paco a bajar las escaleras, cuando Dora abrio la puerta. Le vio de esa manera, solo una cabeza que iba hundiendose en la sombra. Se asusto. Le encontro envejecido.

Cortes se volvio hacia ella.

Tambien hallo muy cambiada a su mujer.

Fue una suerte que Paco Cortes dijera entonces la unica cosa que le franqueo las puertas de aquella casa, la unica que hubiera podido franquearsela.

– Vengo de casa de mis padres.

Dora comprendio la gravedad de la situacion. Y la posibilidad de una desgracia se sobrepuso a la sorpresa de tenerlo delante.

– ?Ha pasado algo, estan bien?

Le daban igual sus suegros, pero la muerte siempre arranca de todo el mundo sentimientos piadosos, siquiera por un par de segundos.

– No -respondio Paco.

Dora estaba nerviosa y desconcertada, y se disculpo por no haber oido antes el timbre. Dormia una siesta. La nina seguia dormida sobre el sofa. Paco Cortes se quedo mirandola de pie, a su lado, un buen rato, sin atreverse a hablar.

Dora pregunto entonces:

– ?Quieres pasar un rato?

Nadie podia entender a las mujeres. Esa era una de las razones por las que dejaba la novelistica de policias. Ya no las comprendia ni en las novelas ni en la realidad. Dora invitandole a que entrara en casa. ?Que habia sucedido?

Entraron sin decirse palabra. Se arrodillo junto a la nina, que dormia sobre el sofa. Tambien la extranaba. Habia crecido mucho.

– Hazlo -dijo su madre-. Despiertala ya, lleva ya mas de una hora durmiendo.

Paco se acuclillo a su lado y tomo en las suyas la mano de la nina. Era como un mazapan de Toledo. Se la llevo a los labios y la rozo. Estuvo viendola dormir mas de diez minutos. Dora se sento a su lado, de espaldas, sin decir nada. La nina se desperto al fin, como si presintiese algo. Se quedo mirando a su padre, sonrio como en suenos y le echo los brazos al cuello.

– ?Papa?

Paco no tenia respuesta para esa pregunta. Al rato dijo:

– He estado de viaje, pero ya he vuelto.

– ?Has vuelto de verdad?

Quien pregunto esto ultimo era Dora.

Paco sonrio con tristeza, pero no se atrevio a volver la cabeza para mirarla. Dora imagino esa sonrisa, porque le conocia.

Y en ese momento Paco supo que ya no vivia alli el reportero. Esa noticia que en otro momento le hubiese llenado de alegria, le dejo indiferente.

Trajo Dora de alli a un rato dos cafes, y en la misma bandeja la merienda de su hija.

– ?Que ha pasado?

Paco, acaso sorprendido por aquel recibimiento de su ex mujer, por la vision de la nina o por tener, tras aquellos seis meses, extenuados los nervios, notaba un pipo en la garganta que no le dejaba tragar, igual que aquella otra tarde que discutio con Espeja. La tarde que dejo de ser novelista.

– No lo se, Dora. Mi vida es horrible, es un asco. No deberia quejarme, pero no se por donde tirar.

– Si mi padre se entera de que estas aqui, se armaria una buena. Lleva dos meses diciendo que como te vea te pega un tiro. Te has convertido en su bicha negra. Se lo conte a mama, le dije que no te veia desde hacia seis

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