Cortes. Creyo que era una broma de borrachos.
Paco se puso muy serio y le dijo:
– Estamos borrachos, pero esta novela la he escrito yo, y tambien otras cinco mas.
– No conozco a ese autor -le dijo Sobrado.
– ?Como le va a sonar, si le estoy diciendo que ese nombre soy yo y es la primera vez que lo he usado? Esta es la novela numero seis.
– No le creo.
A los cinco minutos, hablaban apasionadamente de novelas policiaca.
– ?Que novelas te gustan a ti?
– ?De las grandes? -pregunto Cortes.
Nero Wolfe comprendio que estaba en efecto delante de un experto.
– ?A que llamas tu grandes?
– Lo siento -se disculpo el recien estrenado novelista-. Me referia a los clasicos, ya sabes Malet, McCoy, William Irish…
– Yo creia que los grandes eran Doyle, la Christie, Simenon.
– Esos son los clasicos.
– De acuerdo -empezo a decir Antonio Sobrado-. De los tuyos me gusta, de McCoy,
Solto todos esos titulos con un aplomo admirable, sin el menor titubeo, como el examinado que aspira a la matricula de honor.
Paco y su novia quedaron impresionados.
– No esta mal -dijo el novelista-. Pero ?conoces
Y asi fue como Cortes y Sobrado empezaron a ser amigos. El le presento a su abogado, otro amigo del crimen de papel. El abogado, Modesto Ortega, era aun mas entusiasta de las novelas policiacas que el propio Sobrado, que le habia captado para esa secta.
Seis meses despues de tales encuentros se fundo el club de los ACP, siendo su nucleo fundacional Sobrado, Ortega, Paco Cortes y la novia de este, Milagros, una joven a la que no se conocia ninguna otra particularidad que la de haberse separado de un marido riquisimo cuando ni siquiera llevaban un ano de casados.
Desde el primer momento Sobrado, que tenia una gran experiencia en llevar contabilidades, se presto a abrir unos libros con los haberes y deberes de los ACP, asi como actas de todas las reuniones que tuvieran efecto. Cuando el no podia asistir, alguien tomaba nota por el de lo que se debatia, y en unos anos los anales de los ACP eran un documento digno de atencion: los casos mas extraordinarios de la criminalidad mundial, ordenadamente recortados, clasificados y comentados en aquellos albumes que las cuotas de los asociados sacaban periodicamente de una imprentilla de la calle Farmacia.
Y fueron esos albumes lo primero que requiso la policia, cuando se iniciaron las investigaciones del asesinato de don Luis Alvarez, comisario de policia adscrito a la Comisaria de la calle de la Luna, y llegaron hasta Paco Cortes y los ACP, camino que fue mas tortuoso de lo que pudiera pensarse.
Aquella muerte les implico a todos ellos, a unos durante unas horas y a otros durante semanas, y tuvo, como cabe suponer, consecuencias penosas. El propio Maigret vio como aquella muerte amenazaba con echar por tierra su futuro en el Cuerpo, pues a raiz de las investigaciones salieron a la luz no solo su relacion con los ACP, sino cosas de indole laboral, como aquel sistema ideado para poder estarse las horas bobas en su laboratorio sin que nadie le molestara.
El hecho crucial fue este: don Luis aparecio con un tiro en la cabeza, en su propio coche, en un descampado proximo al pueblo de Vallecas, conocido antiguamente con el nombre de la Fuenclara y en la actualidad como el Poblado de las Eras.
El calibre de la bala era un 7,65 mm, el mismo de la pistola del propio don Luis, solo que la pistola de este, un revolver de la marca Cadix, se hallo en su pistolera, en su costado derecho, y el arma homicida no aparecio por ningun lado.
Como el calibre de la municion no era el mismo que solia utilizar en sus atentados la banda terrorista Eta, descartaron de entrada poder atribuirselo a esa organizacion, como quiza hubiera convenido, de modo que se resignaron atribuyendoselo a otra de las organizaciones terroristas operativas en esas fechas, los Grapo, que usaba a menudo pistolas robadas a la policia. El hecho de endosarselo a los Grapo no dejaba de ser un asesinato de tercera, pues en la policia a los militantes de esa organizacion se les consideraba poco menos que retrasados mentales, a diferencia de los etarras, a quienes se suponia desalmados y calculadores, lo cual muchos, incluidas personas muy sensatas, situaban muy cerca de la inteligencia.
Y asi fue como aparecio la noticia al dia siguiente en la primera pagina de todos los periodicos y abriendo todos los telediarios: «Reaparecen los Grapo en Madrid. Comisario de Policia asesinado».
Se le hicieron las honras funebres en las dependencias de la calle de la Luna donde quedo instalada la capilla ardiente, se cubrio su cadaver con la bandera de Espana, se le concedio a titulo postumo la medalla al merito policial y dona Asuncion Abril, su viuda y madre de Dora y Chon, paso a disfrutar una pension equivalente al sueldo integro de su marido.
Y al funeral acudieron la senora Alvarez con sus hijas, quienes tuvieron, por cierto, que pedir prestada ropa de luto, aqui y alla, entre sus amigas, porque ni tenian ellas ni era el momento de pasearse por las tiendas buscandola.
Los sentimientos de Dora fueron confusos en ese momento. No habia vuelto a ver a su padre desde la tarde aquella en que la acompano con el televisor y se encontro a Paco Cortes. Desde entonces las amenazas de don Luis a su yerno fueron bien explicitas, hasta el extremo de que llego a visitarlo en la Academia Nueva y alli, delante de los alumnos, a la salida de una clase, le organizo una bochornosa escena: habia descubierto que Paco seguia viendo a escondidas a su antigua novia Milagros.
Desde luego que Paco Cortes habia asegurado a Dora haber dejado de verla. ?Que fue a hacer a casa de Miles aquella primera vez despues de la reconciliacion? Paco hubiera podido explicarlo: en casa de Miles habia algunas cosas suyas, ropa, libros y unos cuadernos que queria recuperar. Miles le dijo, si las quieres, ven tu por ellas. Asi de inocente todo. Pero no lo fue, no lo era, y no hubiera podido justificar lo sucedido. El propio Paco no lo entendia, y le avergonzaba en la misma medida que le enfurecia, tanto porque no sentia hacia Miles nada especial, como por estar enamorado de Dora, y aquello era una deslealtad imperdonable. Y lo fue que se hubiesen visto otras tres veces mas, recaidas que sumieron a Paco en consideraciones sombrias, ya que su relacion con ella no pasaba de beber en su compania unas cuantas copas, comodamente sentados en conversaciones tan inocentes como complices, mientras Miles esperaba paciente un cambio de vientos. El altercado de don Luis en la Academia, y todas sus amenazas, sirvieron al menos para que el ex novelista se tomara en serio las cosas y dejara de ver a Miles. Y si a Paco le constaba que Dora y su padre no habian vuelto a hablarse, no hubiera podido asegurar que su suegra no le hubiese dicho a Dora nada de aquellas visitas a Miles durante los dos primeros meses de la reconciliacion.
En estas cosas fue en lo que penso Paco cuando tuvo delante, de cuerpo presente, a su suegro.
Junto a el, sentadas, estaban Dora, la mujer del comisario, y su cunada Chon.
El rigor de la muerte ni siquiera llego a borrar del todo cierta expresion colerica del policia, explicita en el amargo pliegue de la boca.
Durante todo un dia desfilaron gentes desconocidas que abrazaban a las tres mujeres, se condolian y les daban el pesame.
Unas veces detras, de pie, y otras sentado junto a Dora, soporto Paco Cortes velatorio, responsos, misas y funeral. Fue precisamente su amigo Maigret quien primero le informo de diligencias que le atanian directamente.