Por estirar las piernas, se habia salido del salon donde el feretro naufragaba en un mar de coronas de claveles y gladiolos que saturaban el ambiente con olores dulzones.
– Paco, uno de los companeros que acompano el otro dia a don Luis a la Academia, ha dicho que alli le amenazastes de muerte, como no te dejara en paz a ti y a Dora, cuando fue a reclamarte el piso, que queria alquilar.
– Fue exactamente al reves. Lo del piso es cierto, pero lo unico que le dije es que nos dejara a nosotros con nuestros problemas.
– Han abierto una via de investigacion por ese lado. Van a interrogarte. Cosa de puro tramite. Nadie se cree lo de los Grapo. Supongo que tendras una coartada.
– Desde luego. Estuve en el cine. Dora puede corroborarlo.
– ?Estuvo contigo?
– No. Pero sabia que iba al cine.
– Por favor, Paco. Que tu no eres nuevo en esto.
– Pero asi son las cosas. Tenia la tarde libre en la Academia. Comi solo. No me vio nadie, no estuve con nadie, nadie pudo reconocerme y despues del cine fui andando hasta casa dando un paseo.
– ?En que cine fue?
– En la Gran Via.
– ?Y te fuiste andando desde Gran Via a tu casa? Paco, esto va en serio. Hasta yo podria oler que estas mintiendo. Como no necesitas mas que una hora para sumarla a las dos de la pelicula, te inventas eso del paseo.
Paco estaba tranquilo.
– Sonara como suene, pero esa es la verdad, y no voy a declarar otra cosa. Si yo hubiera querido matar a mi suegro, lo hubiese matado mucho antes. Ademas, ?cual seria el movil? Tu tampoco eres nuevo en esto, Loren.
– Quedaros con el piso. Suficiente. La gente mata por mucho menos. Tu suegro esperaba que Dora, entre tu y el piso, eligiera el piso.
– Eso es de locos, Loren.
La gente que entraba en la capilla ardiente se sorprendia de ver a aquellos dos hombres porfiando acaloradamente sin levantar la voz.
– ?Por que querria matar a mi suegro, eh? ?Porque era una mala persona? ?En un arrebato? ?Por ahorrarnos el alquiler? En un arrebato no voy con el hasta Vallecas, llego a un descampado, le pego un tiro y me doy la vuelta. Alguien deberia haberme visto. ?Habeis interrogado a la gente de por alli? En aquellas chabolas habia gente, ?no? En las chabolas siempre hay alguien. ?Vieron a alguien? ?Me vieron a mi? No. Solo un misterioso Peugeot blanco. Yo ni siquiera conduzco. No tengo una coartada, pero vosotros tampoco teneis una prueba…
– Paco, lo siento. No hables de «nosotros», porque yo no soy de «ellos». Yo ya se que no tienes que ver con todo eso, pero eres mi amigo y he querido avisarte de que te daran la lata. Ten las ideas claras, y te dejaran en paz.
– Lo mas seguro es que lo hayan hecho los del Grapo. Esos son tan chapuceros que de vez en cuando las cosas les salen como si fuesen artistas.
– No han sido ellos -dijo Maigret muy convencido.
– Ahora bien -continuo diciendo Paco Cortes-, si lo que me quieren preguntar en comisaria o el juez es si siento la muerte de mi suegro, dire que lo mas minimo. Era un tipo indecente que destrozo la vida de su mujer y la de sus hijas y amargo la de todos los que tuvieron relacion con el. Y habria que enterrarle debajo de una losa de dos toneladas, por si no estuviera bien muerto.
Le enterraron, desde luego, pero no fueron precisos aquellos dos mil kilos de granito, sino unas paletadas de yeso, que sellaron un nicho de La Almudena.
Al dia siguiente, a las once de la noche, poco despues de haber acostado a la pequena Violeta, vinieron a buscar a Paco. Abrio la puerta Dora. No habia visto nunca a esos policias. Tampoco quisieron pasar cuando les invito a hacerlo. Solo preguntaban por Paco, y si estaba en casa, que les acompanara. Como hija del Cuerpo que acababa de perder a su padre en un atentado o en un asesinato le aguantaron los insultos.
– Pero ?se puede saber que horas son estas de venir a molestar a nadie? ?No teniais otra manera de comunicarle a mi marido que se pasara manana por comisaria?
Formaban el corchete dos inspectores de paisano y un guardia de uniforme. Otro se habia quedado en el coche. Parecian completamente idiotas. Ni siquiera acertaban a disculparse. ?Las acusaciones concretas? No las sabian.
La explosion de ira de Dora fue la esperable.
De todos modos Paco no habia llegado aun a casa. Lo hizo a la media hora. Dora le conto lo sucedido, y Paco ceno y se marcho a la comisaria.
Dora no podia dejar sola a la nina. En casa quedo sin saber a quien reclamar, porque a su madre, a quien ni siquiera se le paso por la cabeza consultarla, tampoco se le hubiera ocurrido que hacer en ese trance.
Al final Dora se decidio a llamar a Modesto Ortega.
Este, de costumbres morigeradas, estaba ya en la cama, dormido.
Le conto lo que habia pasado.
Media hora despues Modesto Ortega se persono en la comisaria donde estaba adscrito el Grupo Sexto de Homicidios, en la calle de San Francisco de Sales.
Como una atencion especial, a la que no estaban obligados, el inspector de guardia le puso al corriente de las diligencias. A Paco lo pasaron a una habitacion, que podria considerarse como calabozo, y esa noche, segun informaron a su abogado, no le interrogaron. ?Por que le habian retenido entonces? ?Temor a que huyera?
No hizo falta que nadie le respondiera: le habian retenido porque si. Para macerarlo. Antes de un interrogatorio trascendente los acusados, segun algunas teorias policiales, precisan, incluso reclaman ellos mismos, que se les ponga en capilla, por la necesidad que tienen, en el caso de ser culpables, de aligerar la conciencia. Estas ideas aun seguian vigentes en nueve comisarias de cada diez. En el caso de que el detenido fuese inocente, solo habria pasado una mala noche en la prevencion, algo que cualquiera puede resistir facilmente. ?Y no habia casos en que esas detenciones lejos de llevar un poco de claridad a un detenido inocente, le confundieran y le perjudicaran en su declaracion? Habia sucedido con el caso del viejo de la calle del Pez.
Nadie se hubiese tomado la molestia de responder a esta ultima pregunta, porque el lema de la policia y de cualquier organo de justicia sigue siendo el de
Modesto acudio a las diez de la manana siguiente a la calle San Francisco de Sales, tal y como el inspector le indico. Esa era la hora en la que se incorporaba el comisario jefe, encargado del caso, un tal don Angel de Buen, que llego, en efecto, a las once y media. En atencion a la calidad del detenido y a la victima, se mostro con el abogado muy seco, como si temiese que alguien pudiera acusarle en el futuro de prevaricaciones.
El asesinato desde luego no era obra de los Grapo. No tenian ellos ninguno de esos grupos localizados, a la sazon, ni en Madrid ni en los alrededores. Y los indicios estaban claros: en el coche de la victima habian encontrado huellas de Paco por todos lados y, mas importante, una colilla de los cigarrillos que fumaba este, cuando se daba la circunstancia que este habia negado haber visto a su suegro a solas hacia mas de seis meses, exceptuando el encontronazo que tuvo lugar en la Academia. Por si no fuese bastante, tampoco tenia coartada. Decia que habia estado en el cine.
– ?Y mi cliente que dice? -pregunto Mason.
– Eso: que estuvo en el cine, y lo de todos: que el no ha sido.
Quedo la policia en comunicarle a Modesto Ortega, verdadero Perry Mason al fin de un caso real de homicidio, cuando lo pasarian del juez. Modesto se marcho a su despacho, y el comisario pidio que le trajeran al detenido.
Paco estaba tranquilo, sorprendido acaso de ver que las cosas en la realidad guardaban poca relacion con las novelas policiacas, o al menos con las que el habia escrito. Fue su primera ensenanza: la perspectiva cambia mucho si se esta del lado de la ley o enfrente, si la ley le mira a uno como inocente o como sospechoso, si se esta a un lado del peloton de fusilamiento o en el contrario, y desde luego no tiene nada que ver si uno cree que es inocente o culpable. Paco podria haber dejado de escribir novelas, pero en absoluto se arrepintio de no haberlas ambientado en Espana ni con policias espanoles. Aquello no parecia ni un crimen. Era algo triste, penoso, en lo